Vuelve quien nunca tuvo que haberse ido. Tito Valverde ha estrenado hace dos semanas la película '15 años y un día', que supone su regreso al séptimo arte desde 'Reinas' (2005). Gracia Querejeta le rescató para interpretar a Max, un militar retirado que vive en una localidad de la Costa de la Luz y que recibe la visita de su nieto Jon (Arón Piper), un adolescente conflictivo al que apenas conoce.
Con motivo del estreno, Tito Valverde concedió una entrevista a eCartelera. Cálido, amable y elocuente, el actor no dudó en desgranar el personaje que interpreta, en glosar al reparto y sobre todo a la directora Gracia Querejeta, así como en recordar alguna paradójica anécdota del rodaje.
eCartelera: ¿Cómo definirías tu personaje?
Tito Valverde: En una palabra: el abuelo. Es lo que más me ha marcado porque yo he hecho muchas cosas, pero de abuelo no había hecho nunca. Siempre digo que estoy muy sensible con la palabra abuelo... me suena a viejo, y yo no quiero ser viejo todavía. Volviendo a mi personaje, es un exmilitar que ha estado en Los Balcanes y que está un poco harto, porque cuando eres más mayor eres más reflexivo y hay cosas que soportas menos. Tragas cuando eres joven, pero llega un momento en el que dices ¡Estoy harto!; eso no quiere decir que digas todas las verdades, porque las verdades se dicen relativamente, no vas a ir molestando a la gente: "Oiga señora está usted coja, oye tú qué estás calvo", tampoco ser desagradable, un poco de educación; mi personaje está así, harto de todo, y por eso se ha marchado, ha dejado su vida. Es feliz a su manera, nadie se mete con él ni le reprocha nada, aunque este personaje cambia cuando aparece el nieto.
eC: ¿La llegada del nieto es una revolución para él?
T.V.: Sí, él no es consciente; además está acostumbrado a tratar con soldados, y su nieto no es un soldado, así que no sabe qué hacer con él. Los militares son mandones por naturaleza, pero es su oficio, cuando se van a sus casas mandan a veces lo justo o nada. De todas formas el chaval madura mucho, como que vive intensamente la vida conmigo y con las cosas que pasan; viene siendo un inconsciente y se va siendo un tío un poco más maduro. El abuelo rompe con algunas de sus manías, su nieto es un soplo de aire fresco, se benefician los dos; el abuelo le dice que vaya a verle alguna vez, pero lo justito ¡que me ha dado una vida...!
eC: ¿Cómo te ha afectado el hecho de tener que hacer ya papeles de abuelo?
T.V.: ¿Cómo se llevan la madurez, el envejecimiento, el hecho de que ahora me cuesta echar una carrera? Pues eso no se lleva bien nunca, pero hay que aceptarlo e incluso decir gracias a la vida que me ha dado tanto, la madurez se lleva y el que no se consuela es porque no quiere, pero lo ideal sería tener 30 años toda la vida; y que el físico hay cosas que tienes que prescindir de ellas... pero hay cosas con las que te enriqueces.
Quién tiene la culpa de todo esto? Los padres; un poco la conducta de los chavales son los padres; mi nieto uno de los problemas que tiene es pertenecer a una familia desestructurada; no tiene padre y encima su madre es actriz, una actriz que no se come una rosca; los intérpretes siempre están un poco más para allá que para acá (risas).
eC: ¿Cómo conseguiste el papel?
T.V.: Me costó, me costó. Tuve que llamar, insistir, presionar a Gracia Querejeta (o me das el papel o acabo con tu familia)... (risas). En este caso no hizo falta porque no tenía yo ningún tipo de información de nada. Cuando te enteras de algo a lo mejor insistes; un día, de buenas a primeras Gracia me llama y me manda un guion, cosa que no es habitual, no es habitual ni que te llamen ni que te manden un guion; últimamente lo he vivido y yo que he llamado a muchas puertas y me han dado en las narices... el único trabajo que he conseguido en mi vida llamando puertas fue con Antonio Mercero, que me dio un papelito en 'La guerra de papá' (1977), que yo hacía de El Femio, y Verónica Forqué, que ahí la conocí, hacía de La Vito; yo era un soldado que me iba a la mili e iba a despedirme y tenía una secuencia muy bonita. Es la única vez que un director como Antonio Mercero me ha tratado como un ser humano porque ibas y te decían con malos modos: "¿Quién eres? No, no está, deja la foto ahí chaval". El único que me recibió fue Antonio Mercero; era un chavalín de veintitantos años, pregunté por Antonio Mercero de parte de Fernando Valverde, que así me llamo aunque ahora me digan Tito. Me dio un guion para que me lo estudiara y regresara al día siguiente. Al final me dio el papel.
¿Qué quiere decir que te llame un director para hacer un papel? Primero no le caes mal, le gustas como actor; aunque hay muchas circunstancias, el productor puede decir no, y esto me ha pasado muchas veces. El cine es un escaparate y todo lo que puede venir después es bueno. Trabajo con una directora de prestigio, con un gran reparto, muchos de ellos no son conocidos pero tienen frescura. Entonces la gente cuando te ve se acuerda de ti y a lo mejor en el siguiente casting pues te consideran. Yo me conformaría con hacer una película al año. Si hay que hacer dos se hacen y si no hay que hacer ninguna pues nada, porque aquí no hay orden. Dices, ¿quién se va a acordar de mí ?, pero lo bueno es estar en marcha y esta película me ha puesto en marcha después de muchos años. Te das cuenta de que el cine es duro, pero es grande y hermoso.
eC: ¿Te inspiraste en alguien para interpretar el papel?
T.V.: Antes te metías en una compañía y hacías de todo, y ese oficio era el que te hacía soltarte; hoy día hay que empezar sabiendo y veo un vacío que no he sentido hasta que me he hecho más mayor, ese vacío de ¿cómo consigues hacer esto?. Mi único truco ha sido que me den un papel, me lo leo y juego a eso y ya está, lo hago mío, se acabó; no me hace falta ir a un sitio, preguntar, decir... si tienes un papel muy bien escrito y estructurado se pone uno, lo hace y ya está, es así de fácil y así de difícil.
eC: Cuéntanos una anécdota del rodaje
T.V.: Que me quedé cojo. A los 15 días de estar rodando bajé un escaloncito, era fin de semana, no fue ni rodando, di así para atrás, toqué con la punta del pie y se me resintió el tendón de Aquiles. Yo no sé qué pasó ahí, que un dolor, un no poder caminar, ni correr... y el lunes tenía que rodar la secuencia en la que corro en la playa... y qué preocupación tuve yo toda la película; y he estado cojo prácticamente todo el rodaje; me ponía una alza un poquito. Y una anécdota simpática, que el personaje que creó Gracia tenía una leve cojera, no sé si me metí tanto en el personaje y al final cojeé de verdad; después pensó que era un elemento de distorsión y en el montaje desapareció la cojera...