En 2009 varias voces anunciaron que 'Avatar' de James Cameron iba a revolucionar el cine. No por sus elementos artísticos sino por los técnicos. Ya se había utilizado anteriormente, pero 'Avatar' fue la película que popularizó el uso del 3D en las salas comerciales, un recurso técnico que, hoy en día, se utiliza en la gran mayoría de superproducciones. Hasta el momento, salvo pocas excepciones que seguramente se escapen a mi conocimiento, el 3D ha sido utilizado como un recurso estético perseguidor de una espectacularidad que epatase al espectador en lugar de aportar un valor añadido a nivel narrativo o conceptual. Digo hasta el momento porque llega a nuestras pantallas 'Gravity' de Alfonso Cuarón para llevar el uso cinematográfico del 3D a otro nivel.
En 'Gravity', el 3D se utiliza como un recurso formal que incide de manera esencial en la puesta en escena y como catalizador de las sensaciones de los protagonistas ya que, Cuarón, lo utiliza para plasmar la microgravedad y retratar el infinito. Jamás el espacio ha sido fotografiado con la profundidad e inmensidad con la que lo hace 'Gravity'. En una época en la que decimos que el cine debe reinventarse y ofrecer una experiencia sensorial que el espectador no pueda encontrar en su casa, quizás, 'Gravity' sea el verdadero primer paso hacia ello.
La historia de la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) y el astronauta Matt Kowalsky (George Clooney), que durante una misión espacial sufren un accidente que les deja incomunicados en mitad del espacio, consigue trascender la pantalla y trasladar al espectador lo más cerca del espacio que va a poder estar dentro de una sala de cine. Los primeros veinte minutos son un plano secuencia donde la audiencia observa a los personajes desde una perspectiva objetiva y, luego, tras el accidente, la perspectiva pasa de ser objetiva a subjetiva al meternos en la piel de una Sandra Bullock que sale disparada sin control hacía el vacío en una de las imágenes más bellas y, a la vez, aterradoras que se han visto en el cine en años. A partir de ese momento, Cuarón elimina ambas perspectivas y convierte a 'Gravity', en una aventura espacial en primera persona sin precedentes, algo nunca visto en un cine.
Una experiencia cinematográfica difícil de olvidar
El punto de partida (la incomunicación en el espacio) es tan espeluznante como bella es su ejecución, pero el filme no sólo se queda en la abstracción visual sino que consigue una armonía perfecta entre pirotecnia visual y su trasfondo conceptual. Lo más interesante del cine de Cuarón es que sus películas, sobre todo, 'Hijos de los hombres', tienen varios niveles de lectura. Por ejemplo, 'La princesita' podía leerse en clave de fábula infantil de aroma "fantastique" o melodrama de época con final feliz, 'Hijos de los hombres' era una película que podía descifrarse en clave política, religiosa, filosófica o, simplemente, disfrutarse como un excelente thriller distópico futurista. Así, en 'Gravity', el espectador puede embelesarse con su "tour de force" visual mientras se conmueve con la metáfora sobre una mujer que, tras la muerte de su hija, se dirige a la deriva aislada en su propia burbuja y debe superar los obstáculos que la vida le pone por delante consiguiendo, así, que el espectador salga de la proyección extasiado ante la comunión visual y sensorial a la que acaba de asistir en la que todo funciona como un reloj suizo. Sin lugar a dudas, 'Gravity' es una de aquellas experiencias cinematográficas que marcas en tu calendario vital, aquellas que no olvidarás jamás.