Durante el Festival de Málaga hemos visto el avance de 'La isla mínima', la nueva película del director de 'Grupo 7', Alberto Rodríguez. Como comentamos en el artículo, este thriller sobre dos policías de homicidios que buscan al culpable de la desaparición de dos niñas en las Marismas del Bajo Gualdaquivir tiene una pinta impresionante. Hablamos con Nerea Barros, una de las protagonistas del filme.
Ser mujer en los 80 del Guadalquivir
eCartelera: ¿Qué nos puedes contar sobre tu personaje en 'La isla mínima'?
Nerea Barros: Mi personaje es una madre. Esa es la palabra más importante. Una madre, que la han sacado de su tierra y se ha casado con un hombre que vivía al otro lado de España. Mi personaje era gallego y su marido hizo la mili, se casó con ella y se la llevó a las Marismas del Bajo Guadalquivir. Tiene dos niñas y es una luchadora nata, de estas madres coraje que todos tenemos en nuestra memoria; de las que hemos vivido con abuelas, nuestras propias madres... Es una madraza. Y esta mujer vive en una situación muy complicada, es muy difícil vivir en la Isla Mayor o la Isla Menor; es una vida maravillosa para los flamencos y toda la fauna y aves en general, pero es una zona muy inhóspita para que los demás vivamos allí. Y, sin embargo, allí vivía esta mujer, con el personaje de Antonio de la Torre. Tenían dos niñas y la película comienza con la desaparición de estas dos niñas; con la mujer dejándose la piel para buscar a alguien que venga a encontrar a sus hijas.
eC: Debe ser complicada la búsqueda de las niñas o la búsqueda de que alguien la ayude porque unos de los temas que trata 'La isla mínima' es esa discriminación de la mujer y ese anclaje en el pasado que se vivía allí y en esa época.
N.B.: Totalmente. No es gratuito en absoluto, es la realidad de este país, en ese momento; y no quiero decir en la actuallidad porque hemos avanzado muchísimo pero son cosas que hay que tener en cuenta y que eran así: era un lugar muy complicado donde unos subían de la posguerra porque querían meterlos en la cárcel, otros fueron porque querían hacerse millonarios y pensaban que la industria del arroz era perfecta para hacerse millonario, otros porque se podía entrar heroína desde África a España por ahí... Entonces, esos pequeños territorios que son maravillosos para verlos, se hicieron muy complicados para vivir en ellos. Se empezaron a hacer, un poco, ciudades sin ley. De hecho, cuando leí el guion estaba alucinada y me decía "¿pero esto es de verdad?", devoraba el guion y me quedaba pasmada.
eC: ¿Tuviste acceso a las fotografías de Atín Aya que mostraban cómo era el lugar?
N.B.: Cuando llegué el primer día a los ensayos, lo primero que me dio Alberto fue el libro de Atín Aya. En el tráiler que pudisteis ver, las primeras fotos que parecen dibujos o algo sacado de ciencia ficción: que incluso parecen un cerebro... Eso era de verdad, son las Marismas del Bajo Guadalquivir, vistas desde el cielo, y es la caña. Me empezó a enseñar las fotos que Atín Aya había realizado cuando llegó la industrialización de esa zona y empezó a ir gente a ese lugar y a complicar las cosa de una manera espectacular. Era una ciudad sin ley donde de repente le pegaban un tiro a alguien y no había ningún problema, o desaparecían las niñas por arte de magia; nadie decía nada y aquello era Jauja. Y os digo una cosa, igual que es una película donde los protagonistas son hombres, con mucho peso masculino, siempre hablo con Manuela, la mujer de Alberto y productora, que es una película de mujeres, donde la mujer tiene un protagonismo brutal; donde se desvela una miseria y unos momentos muy duros para las mujeres, pero donde también se ve la fuerza y la garra de la mujer española más auténtica.
eC: Supongo que tu personaje debe anteponerse al de Antonio de la Torre, tu marido en la ficción, porque él sí tiene esas ideas pertenecientes al pasado.N.B.: Sí. Y el personaje de Antonio es muy complicado también. Muy complicado. Es increíble porque cuando trabajas con actores así, que a parte de ser grandísimos son personas maravillosas, no te lo puedes creer: me trataban como una princesa todos. Poder charlar con Antonio sobre nuestros personajes, cómo los íbamos a enfocar... Su personaje es muy duro, pero hay que entenderlo; él lo tiene que entender, no puede juzgarlo.
eC: Tiene que ser el héroe de su propia historia.
N.B.: Justamente, y eso es muy complicado. Es maravilloso porque me rozaba y se me ponían los pelos de punta; nos mirábamos y se me llenaban de lágrimas los ojos. Cuando eso ocurre, es la magia del cine, la magia por la que llevo luchando toda mi vida en este trabajo: es para sentir eso, para que trabajando se te pongan los pelos de punta porque eso es lo que va a sentir el espectador. Y eso realmente es gracias a Alberto, propicia que el rodaje sea así: te da todo el espacio y toda la confianza del mundo, tú estás allí súper dentro y hay un respeto brutal. Te va guiando casi con caricias a donde te quiere llevar.
eC: ¿Te ha surgido algún tipo de problema anímico por no saber desconectar de tu personaje?
N.B.: Me alegra mucho que me hagas esa pregunta. Llevo desde los 14 años trabajando, aunque lógicamente he venido a Madrid hace dos años y medio, llevo trabajando muchísimo tiempo, entonces yo por un lado a nivel actoral para mí ser actriz va íntimamente relacionado con mi evolución personal, eso por un lado. Por otro lado, a la hora de afrontar este personaje que para mí era tan alejado y tan complicado, es un reto brutal. Qué pasa, que es muy complicado, es un personaje muy dramático con un peso donde te tienes que meter a muerte, te tienes que meter ahí, tiene que saber salir a las 8 de la mañana, a las 7 de la tarde y estar a muerte. Yo no sé por qué habrá sido, desde luego tengo muy claro que no te puedes llevar a los personajes a casa, que tienes que saber construirlos por dentro y poder sacarlos cuando dicen corten y cuando te vas a tu casa.
N.B.: Os voy a contar una anécdota que me ocurrió durante una escena muy muy dramática. Yo normalmente me lo podía poner y me lo podía sacar en el rodaje, y estaba súper relajada, es como que tienes allí al equipo y te visten, te vas preparando: te va agarrando el personaje. Tenía a las dos niñas en el fondo de mi ordenador y en mi iPhone, y siempre que iba a rodar llegaba mirando sus ojos: y en esa mirada es donde está mi personaje. Ahí me iba metiendo. La casa donde rodaba, la casa de Rocío y del personaje de Antonio es espectacular, a nivel de arte es increíble: entrabas y empezabas a ver todo: la radio que escuchaban las niñas y bailaban, la foto de las niñas... Todo te llevaba al conflicto en el que estabas. Y en ese momento tan dramático, te cargas y te cargas. Aquel fue un día duro; una jornada durísima y yo iba para el AVE, tenía que ir para Madrid. Iba corriendo, con la maleta que pesaba muchísimo y paso con los billetes que me había dejado la productora. Paso por el primer control y bien, paso por el segundo y bien, pero llego hasta el revisor, que mira los billetes y me dice: "usted no puede subir a este AVE, porque este billete es de otro día". Y claro, me tenía que ir para Madrid y de alguna forma había que arreglar esto: le sugerí si podía comprar otro billete ahí mismo porque entre que subes con todo el equipaje y vuelves, se ha ido el tren. "Mira, para entrar tienes que pagar 120 euros y no los tienes; y es que a parte no puedes entrar", y yo le decía que luego venía mi pareja al tren y pagaba el dinero. Y no. "Si quieres corre a cambiar el billete". Y empecé a correr y quieras que no estaba sensible, no es que me hubiese llevado al personaje pero sí te llevas su sensibilidad. Me senté y lloré: todo lo que no lloré en escena lo lloré ahí. Ahí salió fuera y no es porque yo me hubiese dejado nada dentro, pero quieras que no hay días que te cargas y estás sensible. Aun así es importante tener controlado quién es el personaje y dónde estás tú.