Cuarta jornada ya en el Festival de Sitges que sigue ofreciendo propuestas de muy diversa índole. Quizá la más llamativa de cuantas tuvimos oportunidad de ver ayer es 'The Voices', primera incursión en el cine estadounidense de la directora franco-iraní Marjane Satrapi, codirectora de 'Persépolis' y 'Pollo con Ciruelas'. El film nos permite disfrutar de un Ryan Reynolds desmelenado en la piel de un hombre solitario y con problemas mentales, que dialoga abiertamente con sus mascotas, y cuyo trastorno lo acabará arrastrando al asesinato tras abandonar el tratamiento psiquiátrico.
La película tiene una premisa suicida, pero el guion de Michael R. Perry -creador de la fallida serie 'The River'- se sostiene gracias a lo efectivo de su negrísimo humor y al certero retrato de la personalidad del protagonista. Se beneficia también de un buen reparto entregado al loco proyecto (con Jacki Weaver como psiquiatra y Gemma Arterton como objeto de deseo del protagonista) y de una creciente espiral de violencia que nunca pierde el tono cómico, convirtiendo la experiencia en una grotesca pesadilla tan terrible como divertida.
Fuera del género fantástico asistimos ayer a la gran jornada de Jack O´Connell. El joven actor británico, conocido para muchos por la serie 'Skins', es el protagonista de dos de los títulos de la sección 'Fantastic Órbita', el durísimo drama carcelario 'Starred Up' y el thriller de acción '71' que aborda el conflicto norirlandés desde el punto de vista de un soldado abandonado en zona hostil. Dos títulos no exentos de interés pero cuya inclusión en este festival algunos no acabamos de comprender.
De la cárcel al laberinto del Úlster
'Starred up' de David MacKenzie narra el encarcelamiento de un joven conflictivo en una prisión de alta seguridad en la que también está recluido su padre. Violenta y cruda , logra sortear los tópicos del género para erigirse sin recurrir nunca al moralismo, en un drama de fuerte impacto emocional. Por su parte, '71' es un efectivo y claustrofóbico thriller que pese a reincidir en una temática sobre la que el cine nos ha contado ya casi todo, logra destacar por su implacable ritmo y su huida del maniqueísmo en su plasmación del conflicto del Úlster.
Por último, hablamos de dos propuestas con pretensiones autorales que invocaron la controversia entre la prensa del festival en los pases de la tarde. 'Realité' del temible Quentin Dupieux, es una historia de cine dentro del cine, que degenera en hueco ejercicio metacinematográfico tan meditado en su estructura como irrelevante. La deconstrucción de un onírico rompecabezas que asimila el cine y los sueños, tendría algún sentido si sus personajes no fueran meros estereotipos y su humor repetitivo e inerte (guiños autorreferenciales incluídos).
Y pese a llegar con muy buenas referencias de otros certámenes, no convenció a casi nadie 'A girl walks home alone at night', coproducción entre Irán y Estados Unidos que supone en el debut en el largometraje de Ana Lily Amirpour, que ejerce como guionista y directora de una historia de vampiros sobrecargada de pretensiones artísticas y de ritmo mortecino, que no funciona ni como emulación de western, ni como romance atípico. Ni siquiera como postal hipster en blanco y negro.