Con una carrera iniciada en los años ochenta, a Nicole Kidman le costó casi un par de décadas el lograr un nombre propio dentro de la industria. Condenada durante años a la etiqueta de "la mujer de Tom Cruise", la actriz, nacida en Honolulu en 1967, consiguió el despegue definitivo al estrellato con el cambio de siglo, trayectoria que desde entonces ha estado marcada por algún que otro altibajo del cual ha resurgido cual ave fénix.
Corría 1999 cuando se estrenaba 'Eyes Wide Shut', última película de un genio del calibre de Stanley Kubrick, la cual veía la luz de forma póstuma (el realizador había fallecido en marzo del mismo año) y, por ende, convertida en título de culto casi ipso facto. Pero no solo el hecho de haber contado con dos de las mayores estrellas del momento (que estuviese anunciada con aquello de CRUISE - KIDMAN - KUBRICK, es un claro indicador de ello) fue lo que convirtió el film en un ejemplo cinematográfico testimonial, sino que fue la película con la que Kidman, quien ya se había entregado en cuerpo y alma en anteriores trabajos suyos que vaticinaron su prodigiosa carrera ('Calma total', 'Malicia', 'Todo por un sueño'), dio el salto cualitativo, acompañado a un sonado divorcio de los que coparon todos los informativos y tabloides sensacionalistas.
La hawaiana (que no australiana) se desligaba del actor que le había abierto del todo las puertas de Hollywood (el cual repitió estrategia, poco después, con Penélope Cruz) e iniciaba un viaje en solitario en el que tardó muy poco en convertirse en estrella por méritos propios. Entre 2001 y 2005, Kidman convierte su carrera en una de la más sugerentes y prolíficas de la Meca del Cine, alternando una serie de proyectos que van desde el musical de 'Moulin Rouge' al terror de 'Los Otros', por los que es doblemente nominada a los Globos de Oro en las categorías de Drama y Comedia-Musical. Por su papel de Satine, la actriz consigue su segundo Globo (el primero, en 1996, lo había obtenido por su trabajo a las órdenes del film de Gus Van Sant) y primera nominación al Oscar. Sin embargo, tendrá que pasar un año para que la Academia le premie con la estatuilla dorada.
Podemos hablar entonces de que 'Las horas', donde se convierte en Virginia Woolf, es la consagración definitiva de una estrella que logró esquivar la maldición que a veces Hollywood decide lanzar sobre algunos actores y actrices con Oscar (¡Hola, Halle Berry!). No solo consigue un nuevo Globo de Oro por su interpretación en el film de Stephen Daldry, sino que su carrera ya se configura como una amalgama de títulos que van desde lo más indie hasta el mainstream más puro. Tan pronto se convierte en musa de Lars von Trier en 'Dogville', como continúa ejerciendo como imagen del melodrama para directores como Anthony Minghella ('Cold Mountain') o Robert Benton ('La mancha humana').
Incluso protagoniza una más que notable (e incomprendida) revisión de una novela de Ira Levin, 'Las mujeres perfectas', sobre 'Las esposas de Stepford', además de seguir cosechando el thriller y los títulos de misterio, siendo 'La intérprete' y 'Reencarnación' las dos últimas grandes películas de su primera etapa dorada como actriz.
Estrella en horas bajas
Lo que pasó a continuación es todavía un misterio. Los hay quienes le echan la culpa a una falta de criterio para escoger buenos papeles. Otros, a cierto abuso con la cirugía. Nicole Kidman está a punto de cumplir cuarenta años y pasa por ese momento cientos de veces denunciado en el séptimo arte: cuando una mujer pasa de cierta edad, su teléfono deja de sonar. No aseguraremos que ese corto periodo en su trayectoria tuviese algo que ver con eso, pero la concatenación de trabajos de dudosa calidad entre los que se encuentran el remake de 'Embrujada', la nueva revisión de los ladrones de cuerpos ('Invasión'), sus coqueteos con las franquicias que nunca llegaron ('La Brújula Dorada'), su nueva colaboración con Baz Luhrmann ('Australia'), el descalabro musical de Rob Marshall ('Nine'), y dos comedias, una voluntaria ('Sígueme el rollo') y otra que no lo era tanto ('Bajo amenaza', donde compite muy dignamente con Nicolas Cage por ver quién de los dos pone más caras de sufrimiento por minuto de metraje), parecen indicar que algo no marcha como debería en su carrera.
Pero no seamos catastrofistas, pues es gracias a sus incursiones con el indie de Noah Baumbach y 'Margot y la boda', y de John Cameron Mitchell y su 'Rabbit Hole' (conocida aquí como 'Los secretos del corazón'), por lo que nos damos cuenta de que el talento de Kidman supera a cualquier aberración mainstream. Sin ir más lejos, en 2011 volverá a competir en la carrera de premios por su rol de Becca, por el que estuvo nominada al Oscar y al Globo de Oro. Desde entonces, ha apostado por seguir compaginando papeles arriesgados (no se puede negar que su caracterización en 'El chico del periódico' no lo sea) con otros que únicamente han servido para convertirle en reclamo de títulos grandilocuentes que no lo fueron tanto (véanse 'Un largo viaje', 'Grace de Mónaco' o 'La reina del desierto') donde logró entregar todo lo mejor de sí misma. A vueltas con el cine de más al margen de las grandes productoras, es en títulos como 'Stoker', 'Strangerland' o 'La familia Fang' donde la actriz da una muestra clara de su buen saber ante la cámara, pese a que (y suponemos que por aquello de que las casas de los millonarios no se pagan solas) en su filmografía seguimos encontrando títulos que se enmarcan dentro de un abanico que contempla desde la comedia familiar 'Paddington' al thriller 'No confíes en nadie', pasando por el insulso remake de la argentina 'El secreto de sus ojos', titulado 'El secreto de una obsesión', o el insustancial biopic 'El editor de libros', donde su labor como notable secundaria no va más allá.
El Ave Fénix
Fue gracias a 'Lion', la ópera prima de Garth Davis, que Kidman regresó a la palestra en la carrera de premios, sonando de nuevo como uno de los grandes de la industria, con nueva nominación al Oscar y al Globo de Oro incluida, aunque como actriz de reparto. El nombre de Nicole Kidman volvía a compartir quinielas con los de otras grandes como Meryl Streep, Isabelle Huppert, Annette Bening o Natalie Portman, algo que ha servido como catalizador para que este acabe siendo su año. Porque según el horóscopo chino, 2017 es el Año del Gallo Rojo de Fuego, y qué mejor representante para dicho avatar que el de la pelirroja que ya logró conquistar Hollywood a principios de siglo. Porque Nicole Kidman no solamente ha empezado el año con buen pie por lo que a la consideración de su trabajo en 'Lion' se refiere, sino que volverá a dar rienda suelta al eclecticismo al que nos tiene acostumbrados.
No solo se ha convertido en uno de los rostros de una de las series revelación de la temporada de HBO, sino que son muchos los proyectos que se avecinan en su futuro más próximo. Jean Marc Vallée le ha convertido en protagonista (junto a Reese Witherspoon, Shailene Woodley, Laura Dern y Zoë Kravitz) de la excelente 'Big Little Lies', donde encarna a uno de los personajes más complejos de la misma, la sufrida Celeste Wright, claro ejemplo de que la violencia de género no entiende de estatus social. Además, y continuando con lo que parece ser un idilio televisivo que ni ella misma podría haber imaginado, será una de las protagonistas de la nueva temporada de 'Top of the Lake', creada por Jane Campion y cuyo estreno mundial tendrá lugar en la 70ª edición del festival de Cannes.
En el marco del certamen, uno de los más importantes a nivel internacional, Kidman se ha convertido en protagonista casi del mismo modo en que lo han hecho las curvas retocadas de Claudia Cardinale, y es que la actriz no solo estará en la serie de Campion, sino que protagoniza tres títulos más. Dos de ellos, dentro de la sección oficial, a competir por la Palma de Oro: lo nuevo de los cineastas Yorgos Lanthimos ('The Killing of a Sacred Deer') y Sofia Coppola ('La seducción'). El tercero, en pase especial (y para el que repite a las órdenes de Cameron Mitchell tras 'Rabbit Hole'), es 'How to Talk to Girls at Parties'. Tres películas tan diferentes entre sí como sugerentes, que vienen a ser una clara representación de que a Kidman no hay nada que le quede grande, ya sea porque vestirse de época para la nueva versión de 'El Seductor' sea algo que bien podría ir en sintonía con sus participaciones en el melodrama; o porque protagonizar sendos títulos con realizadores tan dispares como Lanthimos o Cameron Mitchell, donde se las tendrá que ver con niños siniestros y tramas de alienígenas compuestas por el mismísimo Neil Gaiman, son cosas que, a estas alturas, ya no sorprenden a nadie viendo la extensa y prolífica trayectoria de la actriz.
Si a todo esto le sumamos sus declaraciones acerca de su fichaje por el universo cinematográfico de DC, donde encarnará a la Reina Atlanta en el 'Aquaman' de James Wan, y en las que afirmó aquello de "¡Hay que divertirse!", nos damos cuenta de que Kidman, más allá de ser tan humana como el resto de habitantes del planeta, sigue siendo una de las mejores actrices de su generación, a la que no se le caen los anillos (la joya culpable de aquellos extraños no-aplausos en la última ceremonia de los Oscar, tal y como explicó) a la hora de aceptar trabajos. Porque, llegados a este punto, todos sabemos que Nicole Kidman está en un momento de su carrera en el que no tiene porqué dar explicaciones a nadie acerca de sus decisiones en cuanto a su trabajo. Porque de talento va sobrada, y nosotros auguramos que 2017 será el año que consiga darle, una vez más, el puesto que merece en el firmamento estelar, ya sea por la gracia del horóscopo chino o no.
Nicole, te queremos.