Todo el mundo puede permitirse un tropiezo. En el caso de Paul Feig este fue 'Cuerpos Especiales' (aquella buddy movie insoportable protagonizada por Sandra Bullock y Melissa McCarthy y que sin embargo fue un éxito rotundo en EEUU). Pero el creador de series como 'Freaks and Geeks', la versión americana de 'The Office', o la divertidísima película 'La boda de mi mejor amiga', amén de haber levantado una tremenda expectación con su nuevo proyecto: el reboot de 'Cazafantasmas', se merece uno y varios votos de confianza.
En 'Espías', Feig juega sobre seguro y le da el papel protagonista a Melissa McCarthy, quien en estos últimos años se ha erigido en su actriz fetiche y que aquí interpreta a una analista de la CIA que acaba convirtiéndose en agente de campo ante las dificultades que plantea un peligroso caso. McCarthy lleva sobre sus hombros toda la responsabilidad, es el centro sobre el que pivota toda la acción y los gags cómicos. Y demuestra poder con todo. Se agradece también que el humor más escatológico y el cliché de "gorda y guarra" de 'Cuerpos especiales' haya sido descartado casi por completo (obviamente, se permiten algunas licencias). Susan Cooper (su personaje), es una mujer normal, con la que podríamos cruzarnos por la calle sin problema, pero que se ve envuelta en una situación excepcional; logrando así que la conexión del espectador con ella sea casi inmediata.
La película juega desde el principio con los tópicos del género y, especialmente, con la figura de James Bond (los mismos títulos de crédito dejan clara la fijación de los responsables de la cinta con el personaje y su iconografía). Como forma de introducir al espectador en la historia y marcar el tono de la misma es perfecta, pues con un par de pinceladas todo el mundo es consciente de los códigos por los que se rige 'Espías'. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que presenciando una misión in media res? Así conocemos a Bradley Fine (Jude Law), perfecto caballero inglés por el que suspira nuestra protagonista y que pone de manifiesto lo artificial que ha sido siempre el agente 007.
Como cualquier título de espionaje con ínfulas que se precie, la acción se va desarrollando en diferentes lugares del globo, permitiendo una enorme variedad de escenarios y subrayar tanto el poder del villano en cuestión (en este caso una divertida Rose Byrne) como las dificultades para atraparle y frenar sus diabólicos planes. Este cambio de localizaciones permite también a los autores de la cinta a jugar con conceptos como los cambios de identidad de los agentes secretos. Curiosamente siempre suele ser gente de la alta sociedad, empresarios, filántropos, diplomáticos... Paul Feig y su equipo le dan la vuelta y, como en el caso de Melissa McCarthy, se proponen rebajar el listón y acercarlo a una realidad más accesible para el espectador. Lo que a su vez potencia tanto la comedia en sí como la parodia al género, que a fin de cuentas es de lo que se trata.
El rey de la parodia
Uno de los grandes atractivos de la película, y que de primeras podría pasar inadvertido, es la interpretación que ofrece Jason Statham, quien no cesa en su empeño de ser considerado digno heredero de los héroes de acción de las últimas décadas del siglo XX. No es raro verle en este tipo de registros más cafres, sirva de ejemplo 'Mean Machine: Jugar duro', cinta habitual de la programación de Paramount Channel. Pero sí que lo es verle en un papel que rezuma tanta consciencia del cliché que abraza. Statham encarna al chulo de playa que tiene más cuento que otra cosa y se pone unas medallas que no tiene; refleja la dinámica de las películas de acción que presentan a un héroe todoterreno capaz de las mejores hazañas sin despeinarse y que fuerzan al límite la suspensión de incredulidad del espectador. Ver precisamente a un actor que ha hecho de ese tipo de producciones su modo de vida satirizando las convenciones del género es impagable.