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CRÍTICA

Paquita Salas toca fondo, los Javis tocan techo (y lo rompen) en la segunda temporada

La serie estrena su segunda temporada en Netflix profundizando en el personaje y el universo creado por los Javis y Brays Efe.

Por Javier Pérez Martín 28 de Junio 2018 | 10:00

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Hay en uno de los nuevos capítulos de 'Paquita Salas' una escena muy lúcida en la que Paquita enfrenta su forma de trabajar (y de ser, porque en Paquita, casada con esto, ambas cosas son una) a la de la competencia. Ella tiene formas más chapadas a la antigua, quizá se ha quedado vieja para esto, pero su filosofía, su entrega y su atención siguen teniendo valor incluso en una industria que ella misma ya no entiende. Este momento la define a ella como personaje y además muestra una realidad, una dicotomía en la que vive no solo la industria del cine, sino que bien podría definir el sistema socioeconómico que nos ha tocado. Paquita es experta en las relaciones, algo que ha quedado obsoleto frente a los followers de Instagram, las páginas webs y los archivos mp4.

'Paquita Salas'

Son dos cosas que hace muy bien 'Paquita Salas' en estos nuevos cinco episodios disponibles a partir de este viernes en Netflix (en todo el mundo). Por una parte, profundizar en quién es Paquita Salas y, sobre todo, por qué es Paquita Salas. Por la otra, esta segunda temporada, como los mejores momentos de la primera (ay, Navarrete), es más que una sucesión de gags (¡pero qué gags!) y guiños y homenajes (aunque hay tantos de ellos que uno es incapaz de verlos todos en el primer visionado, claro que esta es una serie que muy pocos verán solo una vez): es también un comentario desde dentro, afilado y sin filtros de su propia industria.

A esa misma escena lúcida, que transcurre en un bar perdido en Borja, le sucede una que no funciona tan bien, en la que Paquita se enfrenta a cierta "obra de arte" de fama internacional y se compara con ella y su dudoso éxito. Sabemos lo que está intentando hacer la pareja de guionistas y directores formada por Javier Ambrossi y Javier Calvo, pero no termina de cuajar. Sin embargo, esta es una prueba de por qué los Javis se han convertido en la voz de una generación (además de por ser muy inteligentes a la hora de elegir proyectos que les han dado mucha visibilidad): hay intención en su obra, hay ensayo y error, hay ganas de llegar más allá de donde ya han estado. No siempre acertarán, pero podemos esperar que no se conformen simplemente con hacer lo que les ha funcionado.

Esta segunda temporada tiene un equilibrio entre lo que ya vimos en la primera (uno de los gags gira en torno a un dominio web y es prácticamente idéntico al famoso momento "SPAM") y la búsqueda de profundidad en el universo creado por los Javis y Brays Efe (Paquita es él, él es Paquita, y además firma como guionista el segundo episodio de la temporada, lo primero que los Javis dirigen sin haber escrito). Vemos más de Lidia San José (que protagoniza uno de los episodios más emotivos), más del pasado de PS Management, más del trabajo de Paquita con actrices nuevas (Anna Castillo, que tiene una sorprendente trama con giro final, añadiendo una capa que parece que los Javis han sacado directamente de su experiencia personal) y con su cartera llena de viejas glorias (magnífica y valiente Belinda Washington). También vemos a Paquita en una nueva situación en contra que realmente tiene consecuencias. Mientras que la pérdida de Macarena García (ay, Maca) se quedaba un poco en el chiste y el dibujo del personaje, en esta segunda temporada Paquita se enfrenta a la realidad de ser una representante del pasado en una industria que ha mutado varias veces mientras ella comía torreznos y bollería industrial.

'Paquita Salas'

Esta temporada podría llamarse 'Paquita contra el mundo', y el personaje tiene un arco muy definido, que empieza con ella recurriendo a la risoterapia y el positivismo magufo (Betsy Túrnez es una de las revelaciones de la temporada) para acabar abrazando la mala hostia y la resignación. De hecho, hay varios momentos durante la temporada en los que Paquita podría recurrir a una mano amiga para salvar la situación, pero no lo hace: ya sea por orgullo, por vergüenza o porque simplemente Paquita es la que tiende la mano y no al revés, esta es la tragedia de una mujer que está abocada al olvido. Nada mal para lo que podría ser una webserie construida a base de one-liners.

Por el camino, los Javis tienen leña para todos. Para los que hacen boicot al cine español y los que dan la espalda a sus compañeros en una crisis de relaciones públicas (a Marta Etura le pitarán los oídos con ese primer capítulo protagonizado por una Verónica Echegui que está divertida y adorable aunque con un acento vasco poco convincente); para el público que de una forma u otra desprecia a los famosos por no ser todo lo famosos que deberían; para las producciones exprés que son líderes de audiencia; para los festivales de provincias; para los representantes y los representados. Podrían enemistarse con toda la industria con las cosas que dicen o dejan intuir en 'Paquita Salas', si no fuera porque todo está envuelto en una capa de absoluto conocimiento, cariño y amor por la profesión y los que la forman.

'Paquita Salas'

Y de nuevo, la propuesta de los Javis descansa en un casting y una dirección de actores (o actrices, más bien) de comedia que en 'Paquita Salas' vuelve a brillar por encima de todo. Yolanda Ramos pasa de robaescenas a protagonista de los mejores gags ("bueno, te lo voy a decir, mira, la amiga soy yo"), Ana Milán da el pistoletazo de salida con una primera escena de aplauso, y Ana Obregón rezuma comicidad y naturalidad en un papel mucho mayor de lo que cabía esperar. Pero más que los grandes nombres, son muy importantes esas secundarias que brillan, como pasaba en 'La llamada': Alicia Orozco ("soy un crack del marketing"), Mar Abascal ("¿Pero es que no lo veis? ¡Esta chica lleva al demonio dentro!"), Loli Pascua, una señora muy fan de la obra de teatro de los Javis que se ha convertido en una mezcla entre musa y chiste recurrente, o la propia Betsy Túrnez ("está muy equivocada"; "el huevo áurico de Malú está un poquito interferido... quiero decir, ella es muy maja, ¿eh?").

Son ellas las que dan empaque, profundidad y complejidad a las mejores escenas, lo que de alguna manera añade una capa más a ese canto a la profesión de los Javis que es 'Paquita Salas', un poco como hizo James Franco con 'The Disaster Artist': una carta de agradecimiento a los que conocen lo cutre, los que saben quedarse en segundo plano, los que lo dan todo por mantenerse a flote en una industria que engaña y ciega con sus focos, sus flashes y sus canapés.

El último capítulo: la peluca en TRAPPIST-1

El conjunto de la temporada vuelve a ser algo irregular, aunque en menor medida que en la primera temporada. Esta vez los episodios no están tan ajustados en esa estructura de primera mitad cómica y segunda dramática. Aparte, aunque los Javis siguen sin respetar los límites del falso documental, incluyendo ensoñaciones y recuerdos, parece que 'Paquita Salas' encuentra cada vez más su tono. Nada queda tan fuera de lugar como aquellas escenas musicales. Los primeros cuatro capítulos tienen sus más y sus menos, pero es el quinto, 'Punto de partida', el que hará que fans y detractores se rindan a los Javis.

'Paquita Salas'

Un episodio que requiere de su propio análisis, que no tiene cabida aquí por respetar a los que aún no han podido verlo, pero en el que los Javis dan un paso adelante en su propuesta, demostrando que no solo aman la cultura televisiva-Kitsch-Trash y del cotilleo, sino que veneran los códigos que la hicieron posible. A nivel de realización, montaje, producción, estética. También tiene 'Punto de partida' la mayor sucesión de guiños, cameos y homenajes de toda la serie, toda una oda a los 90 de las hombreras, las modelos, presentadoras y actrices, series como 'Canguros' y niños actores que formaban grupos llamados Bom Bom Chip. Y con decisiones de casting que reinventan lo meta. Una celebración loca que ese público más joven de los Javis no entenderá del todo, pero que, como todo lo que está muy bien hecho, se siente incluso cuando no se entiende del todo, y que acaba con un montaje que es uno de los momentos más inspirados de los creadores: un homenaje a las camareras que sueñan con convertirse en actrices, a las actrices que sueñan con convertirse en otra cosa y a las personas cuyos sueños acaban en un cubo de basura. Y con giro final que, sí, hará que las pelucas vuelen.

Nota: 8

Lo mejor: El último capítulo

Lo peor: Lo desaprovechada que está Belén Cuesta, que siempre suele brillar con los Javis

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