Ciertamente, la filmografía de Gary Marshall bien podría poner los pelos como escarpias a más de uno: dejando a un lado el éxito comercial de 'Pretty woman' y esa reformulación rodada casi una década después que llevaba por título 'Novia a la fuga', tan solo 'Frankie & Johnny' podría ser considerado como un trabajo relativamente salvable, siendo el resto de su carrera un cúmulo de productos televisivos o filmes de escasa o nula enjundia como 'Aprendiendo a vivir' o el díptico 'Princesa por sorpresa'.
Siendo así, uno no debería esperar demasiado de 'Historias de San Valentín', filme coral que persigue el exito de la producción británica 'Love actually' y similares y que, al igual que ésta, basa la fórmula de su futurible éxito en el reclamo de su mediático reparto coral y el gancho de una fecha romántica por excelencia como trasfondo y fecha de estreno.
Por desgracia, la nueva muesca de Gary Marshall en el imaginario cinematográfico no tiene ni un solo punto rescatable al compararse con su homóloga británica, siendo aquella una cinta más que solvente en el registro en el que se inscribía de manera abierta; por su parte, 'Historias de San Valentín' resulta ser un filme sin sangre ni nervio, repleto de lugares y situaciones comunes, en el que sus historias oscilan entre la absoluta indiferencia y la abierta ñoñez. Con las historias protagonizadas por Jennifer Garner y Ashton Kutcher por un lado, y Anne Hathaway y Thoper Grace por el otro como principales hilos argumentales, el trabajo pseudo-coral de Gary Marshall deambula sin pena ni gloria ante nuestras retinas, incapaz de empatizar en momento alguno con el espectador, ni de chantajearle con el gag estridente o el melodrama lacrimógeno.
Que nadie me malentienda, un servidor sabe perfectamente a lo que atenerse y no pretende exigirle más de lo estrictamente necesario al título, pero el trasnochado coma diabético de buenrollismo barato y amor de centro comercial de 'Historias de San Valentín' no tiene excusa ni disculpa algunos, resultando un filme obvio, cansino y carente de gracia alguna en el que sus estrellas parecen interpretar con el piloto automático puesto.