Treinta años han pasado desde que uno de los estudios de animación más influyentes de la historia del cine estrenara su primer largometraje, la fantástica 'El castillo en el cielo'. Desde entonces sus aportaciones al terreno cinematográfico, y al humano, han ido aumentando en número sin aparente desgaste. La experimentación, la coalición de genios y las historias en forma de odas a lo que hace que nuestro planeta respire y tenga vida, han permitido evolucionar a Studio Ghibli durante estas más que prolíficas tres décadas.
Si bien es cierto que el retiro de su maestro principal, Hayao Miyazaki, supuso un varapalo para todo los amantes del estudio, la obra que nos ha dejado prevalecerá como merece. Su otro estandarte, Isao Takahata, también ha reducido su volumen de trabajo en los últimos años y ya tiene una avanzada edad, por lo que es el turno de las nuevas generaciones de hacerse con el timón. Hasta ahora nadie más ha llegado a la altura de esos dos genios, pero habrá que depositar la confianza en aquellos nuevos creadores que han crecido inspirados por el trabajo de Takahata y Miyazaki, y del mítico compositor Joe Hisaishi.
Por fin llegan a los cines españoles las dos últimas producciones de Ghibli, 'El cuento de la princesa Kaguya' y 'El recuerdo de Marnie', ambas con sus sendas nominaciones a los Oscar bajo el brazo. Por lo que es un momento perfecto para recordar las mejores creaciones de este estudio que ha trascendido las barreras del cine, generando contenido para televisión, teatro y para el ámbito de los videojuegos. No hay límites para Ghibli, nunca los ha habido y sus nuevos responsables tienen que demostrarnos que nunca los habrá. Estos siete personajes sirven de recuerdo de aquellos momentos en los que nos hicieron tocar el cielo:
Los mejores personajes de Studio Ghibli
Porco Rosso
Marcando la estela de los personajes antropomórficos que tanto han nutrido al imaginario del estudio, Porco Rosso es una de las creaciones más memorables de Hayao Miyazaki. Este descarado piloto, veterano de guerra, sirvió al genio japonés para desplegar un largometraje acerca de una de sus mayores pasiones: la aviación. Este tema, en mayor o menor medida, siempre ha tenido cabida en sus obras, habiendo culminado su carrera con la obra que mejor retrata su amor por el mundo de la aeronáutica, la carta de amor a la animación y a los aviones que supuso 'El viento se levanta'. Pero mucho antes de ella, era este insolente cerdo el que surcaba el cielo, al igual que lo hacía Ghibli, flotando por encima de la Tierra y lanzándonos paquetes de ayuda en forma de películas animadas.
Shoukichi
Lo convencional nunca ha tenido hueco en Ghibli, ya que ver mapaches (o mejor dicho, tanukis) estirando sus escrotos hasta un diámetro mayor que su propio tamaño es algo que rara vez nos encontraremos en una película de Disney o DreamWorks. 'Pompoko' nos mostró esa extravagante imagen, que no es tan inusual en la mitología nipona. Shoukichi era probablemente el más ingenioso entre estos animales, que protagonizaron una lucha encomiable y muy entretenida contra la urbanización masiva de las zonas rurales. A partir de esa trama se defendió a otro de los elementos que más influencia han tenido en el recorrido del estudio: la naturaleza. Los creadores de Ghibli siempre han mostrado una gran sensibilidad por el planeta en el que nos encontramos, y algunas de sus mayores obras maestras tenían un mensaje ecologista muy evidente y reivindicable.
Setsuko
Aquí llegamos al apogeo sentimental del estudio. 'La tumba de las luciérnagas' ha provocado el derramamiento de litros de lagrimas desde su estreno en 1988, siendo una de las primeras producciones de Ghibli y seguramente la más dramática. Centrada en las terroríficas heridas provocadas en la sociedad japonesa durante el segundo conflicto bélico mundial, esta cinta sacaría a relucir las emociones del dictador más obcecado por la dominación mundial. Y una de las principales responsables de ese efecto sentimental y empático de la película es Setsuko, la niña que va viendo mermado su desarrollo durante estos duros años hasta que llega el trágico e inevitable final, a pesar de los inagotables esfuerzos de su hermano mayor por atender sus necesidades. La alegría de Setsuko en un momento tan desgarrador y el lacrimógeno desenlace han llevado a grabar su rostro en la mente de todo espectador de la película.
Chihiro
Por fin, el gran reconocimiento a Hayao Miyazaki y a Ghibli por parte de la industria del cine occidental llegó en 2003 cuando su nombre resultó victorioso en la gala de los Oscar, aunque él no estuviera presente para recoger su única estatuilla lograda en competición. Sin este premio su genuina obra no habría perdido un ápice de inmortalidad, pero siempre es digno de mención que dos culturas tan diferentes se lleguen a entender a través del arte. 'El viaje de Chihiro', con su temeroso personaje protagonista a la cabeza, fue la responsable de este reconocimiento. Esta cinta aportó una buena cantidad de individuos salidos de la mente de Miyazaki a la mitología del estudio, y Chihiro se convirtió rápidamente en una de las más interesantes por su espectacular recorrido a lo largo de una película en la que se carga de fuerza y madura como persona y como ser humano consciente de aquello que le rodea.
San
Si 'Pompoko' ya defendía a la naturaleza en su esencia más vital, 'La princesa Mononoke' llevaba esa lucha a un nuevo nivel. San, esa aventurera heroína indomable y con el poder de liderazgo de una Pasionaria cuya causa es más loable que cualquier otro cometido que solemos ver en el séptimo arte, emprende su lucha de una manera implacable. Una vez más el folclore japonés juega un papel determinante al nutrir a la película de elementos que la enriquecen incuestionablemente, y a partir de los cuales construye una historia apasionante en la que San nos guía a través de los amenazados bosques que tratarán de defenderse ante las ofensas humanas.
Totoro
El mismo año en que 'La tumba de las luciérnagas' mostraba los estragos de la guerra en la piel de dos niños/adolescentes, Ghibli daba muestra de su polivalencia y brillante imaginación al estrenar junto a ella la totalmente diferente 'Mi vecino Totoro'. Ese estreno doble fue toda una declaración de intenciones, y ambas funcionan como las dos caras de la moneda de este estudio que sabe manejarse en lo más tierno y en lo más crudo al mismo tiempo. Al igual que e su compañera de salas, en 'Mi vecino Totoro' las protagonistas son dos personajes en su infancia, pero en este caso en vez de enfrentarse de manera tan directa a la realidad, se evaden con unos fantásticos espíritus del bosque. Entre ellos, el que se convertiría en el emblema del estudio, el afable Totoro, que hoy en día se debe encontrar en millones de hogares en forma de peluche y es una de las aportaciones más recordadas de Miyazaki.
Ponyo
Todos los requisitos son cumplidos por la reina de la lista. ¿Canto a la naturaleza? Sí. ¿Poderoso personaje femenino? Por supuesto. ¿Aporte al imaginario del estudio? Faltaría más. ¿Adorable? No puedes evitar querer encontrártela en el mar, el océano o en cualquier charco con el que te cruces de camino a casa. 'Ponyo en el acantilado' es una de las últimas obras maestras del estudio, por no decir la última, y una vez más su personaje titular es el que hace que pestañear se convierta en un delito durante la película. Esta pequeña niña-pez que aspira a transformarse en humana combina todos los aspectos comentados previamente que diferencian a Ghibli como un estudio artesano de animación y, sobre todo, como una casa de creación que presta atención al mundo que nos acoge. Ponyo, o Brunhilde, con su inocente incursión sobre tierra nos encandila a cada paso y a cada minuto que pasa con Sôsuke. Una delicia con el sello de identidad de una de las marcas más relevantes del cine contemporáneo.