M. Night Shyamalan. Las palabras mágicas. Muchos, los que más, ya han saltado del barco, otros, los que menos, se han armado hasta los dientes para ejercer la defensa en el constante juicio a un director que se ha convertido en diana perfecta para los dardos más envenenados de una industria que disfruta tanto elevando a los altares a los más listos de la clase como hundiendo su estatus en el infierno.
A estas alturas, su próximo estreno, 'La visita', no está marcado en el calendario cinematográfico como una de las citas imprescindibles de la temporada, algo impensable en el periodo que transcurre desde 1999 hasta 2008. Una década que nos convenció de estar ante un director único, alumno aventajado y narrador superdotado armado de intriga, suspense y drama hasta los dientes. Una carrera que ha ido de (mucho) más a (mucho) menos. Aquí analizamos todas sus películas, a partir de 'El sexto sentido', su primera gran película más allá de sus dos primeros y casi inexistentes trabajos, la inclasificable 'Praying with anger' y la simpática 'Los primeros amigos', colocadas de peor a mejor. Hay linchamiento, claro, pero también aplausos. Cada cual que contabilice las dosis de su balanza.
8 'After Earth': bostezos espaciales
El desastre (en todos los sentidos) de 'Airbender, el último guerrero' dejó a Shyamalan frente a dos opciones: o bien proponer una historia original delicada e intrigante marca de la casa o continuar con trabajos de encargo en busca del éxito comercial que devolviera la fe y el dólar perdido. Opción B.
Will Smith y familia siempre tiran más que ser un director de 'culto', debió pensar el bueno de Shyamalan, que no dudó en meterse en este berenjenal llamado 'After Earth'. Y la defensa, en este caso, se convierte en un imposible, una utopía, un querer y no poder. Justo la sensación que transmite una película que es, por un lado, una fallida estrategia comercial por parte del clan Smith para, uno, afianzar al patriarca Will como actor dramático potente y, dos, presentar las credenciales de su hijo Jaden Smith de cara al estrellato. ¿Resultado? La peor interpretación de la carrera del primero y el ridículo absoluto del segundo.
Por otro lado, 'After Earth' es una fallida reflexión sobre el poder del miedo en el ser humano, la relevancia de los sentimientos a la hora de enfrentarse a los temores y el peso de los traumas a la hora de avanzar o retroceder en la evolución personal. Todo ello se queda en la mismísima superficie de una trama tan simple que a duras penas podría haber funcionado como cortometraje. El mayor logro, después de todo, es su duración. No debe ser nada sencillo sacar 99 minutos de la nada. Porque 'After Earth' es eso, la nada más absoluta, el vacío aburrido y pedante, un muerto viviente hecho película a mayor gloria de tres personalidades que han perdido la partida con creces. Ni siquiera el interés de su director por trasladar algo de su personalidad al resultado final se puede interpretar como acierto, todo lo contrario, se convierte en un lastre más, una herida de muerte en el nulo ritmo de una cinta que podría haber sido, al menos, una vertiginosa demostración de acción pero que decide tirar por el panfleto más insoportable, el bostezo constante. Y duele.
7 'Airbender, el último guerrero': la épica del desastre
No, no funcionó. Y en ningún momento dio la sensación de hacerlo. Shyamalan, otra vez, necesitaba un taquillazo que no llegó. Su adaptación de la serie 'Avatar: The Last Airbender', contenía detalles que podían ayudar a entender por qué se decidió a contar esta historia en un momento en el que un fallo no estaba permitido. Se acabaron los thrillers, se acabaron los misterios, se acabaron las intrigas, se acabó la tensión y se acabó, en definitiva, todo lo que nos enamoró de un director que, en esta ocasión, parece empeñado en construir un blockbuster clásico más cercano a las aventuras ochenteras que al Tolkien versionado por Peter Jackson. Opción más que respetable, arriesgada incluso, pero que desmontó algo que, hasta entonces, creíamos imposible: el Shyamalan director. De acuerdo, a lo largo de la película podemos encontrar escenas que nos recuerdan que estamos ante un tipo con talento, especialmente un clímax final que es, de lejos, lo mejor del conjunto, pero es poca recompensa para sus defensores.
La taquilla, objetivo principal de una propuesta de estas características, volvió a darle la espalda y la crítica vio la oportunidad perfecta para machacar sin compasión ni piedad. Lamentablemente, cada uno de los golpes eran merecidos. Una aventura sin ritmo, sin gracia, aburrida, previsible e incomprensiblemente plana, sin emoción ni diversión. Shyamalan, puestos a pedirle lo mínimo, podría haber ofrecido algo tan sencillo como un entretenimiento veraniego para toda la familia pero, a cambio, nos entregó un discurso místico descontrolado en su solemnidad más pedante. Un parque de atracciones averiado que, además, nos daba el sermón. ¿Su mérito? Hacer que, comparando, la serie animada en la que se basaba pareciera El Padrino.
6'El incidente': naturaleza muerta
ESE tráiler. ¿Cómo olvidarlo? Imposible. En esos minutos mágicos residía más talento que en el resto de intrigas que llegaron a las carteleras de 2008. Shyamalan siempre ha sido un experto, por encima de todo, a la hora de plasmar el miedo y la tensión en pantalla, otorgando un aspecto casi poético a algo que no deja de ser el reflejo del terror más humano. El incidente venía, básicamente, a arreglar el desaguisado que había provocado La joven del agua. Nuestro director entendió que lo que la gente quería era misterio y se lo ofreció en bandeja. Los cines se volvieron a llenar con una de sus películas, los espectadores volvían a caer hipnotizados y, a la salida, se volvía a hablar de su inesperado desenlace. ¿La diferencia? En esta ocasión la sorpresa se cambiaba por decepción y en las conversaciones posteriores se escuchaba más la palabra timador que genio. Es lo que tiene jugártelo todo a una carta, a una explicación final, a un giro de muñeca en el momento más importante del partido y no estar a la altura. Ni de lejos. Lo que en su primera mitad es maestría, pulso de hierro y escenas inolvidables se convierte, en el momento de las respuestas, en un despropósito de primera magnitud.
De nuevo, un panfleto, una doctrina, una lección básica de primero de primaria usando el miedo como arma. Eso, además de ser algo infantil, no tiene una coherencia justificada con el resto del relato, conformándose con una resolución torpe, bastante básica e inesperadamente cursi. No ayudan, más bien todo lo contrario, el dúo protagonista formado por Mark Wahlberg y Zooey Deschanel, ausentes, insípidos, perdidos en medio de la tormenta. No todo es malo, ni muchísimo menos, y si queremos ser benevolentes nos podemos quedar con algunas de las escenas más potentes del catálogo Shyamalan, coronadas por la lluvia de cuerpos que caen desde los edificios de una ciudad confundida por el terror. En definitiva, nos podemos quedar con el tráiler. ESE tráiler.
5 'La joven del agua': colorín, colorado
Somos pocos, pero valientes. Mucho. Porque aquí empezó todo. Las dudas, los golpes, las críticas negativas, los temores y las muecas de desconcierto. Es curioso que todo se origine gracias a la película más humilde, sencilla y tierna de la carrera de Shyamalan. Y la más bonita. Un cuento infantil que proporciona una recompensa de importante valor a todos aquellos que deciden entrar en el juego, aceptar las reglas y dejarse llevar guiados por la mano maestra de un director en permanente estado de gracia. Muchos se quedaron fuera y se entiende la decepción, especialmente a una altura del partido en la que Shyamalan estaba, sin lugar a dudas, en los primeros puestos de la liga de grandes directores contemporáneos.
El cambio de fondo, que no de forma, despista, impacta e, inevitablemente, pone contra las cuerdas a un espectador que asiste a un desfile de personajes cuya naturalidad y aspecto cotidiano terminan convertidos en épica aventurera. Un vecindario que sirve de inesperado mapa para una trama de magos, hadas y bestias nocturnas, de magia y terror, de intriga y romanticismo clásico. Un lugar en el que cabe la venganza menos sutil al gremio de críticos cinematográficos vista en el cine y una resolución plasmada en una caja de cereales. Literal. Una absoluta locura que, sin embargo, ofrece dosis de belleza visual de una delicadeza aplastante. Un apasionante ejercicio de imaginación que, aún hoy, se sigue viendo como el punto de inflexión (negativo) a partir del cual se empezó a perder a un genio. Otros, sin embargo, seguimos ejerciendo nuestro derecho a la réplica y vemos a La joven del agua como la última gran película de Shyamalan. Y colorín, colorado.
4'Señales': cruzando la calle
Comienza a sonar la excelente banda sonora de James Newton Howard y ya estamos dentro. No se necesita más, ni menos. Pocas veces una música funciona de manera tan perfecta como narración paralela a lo que vemos en pantalla. La tensión insoportable, el estallido de furia, los nervios a flor de piel y la explosión interior y exterior. Señales no tenía nada fácil mantener el listón que habían dejado El protegido y El sexto sentido y, efectivamente, no consiguió alcanzarlo pero, cuidado, eso no nos debe confundir, porque estamos ante una película magistral cuyas virtudes se siguen desvelando en cada nuevo visionado. Usando un género tan manido como el de las invasiones extraterrestres, Shyamalan construye un nuevo relato sobre el terror en todas sus dimensiones sumando, en esta ocasión, la fe y el equilibrio familiar, la necesidad de superar traumas que creemos imposibles de olvidar y, por encima de todo, la redención total.
No es poca cosa para una película que, de nuevo, tiene como mejor virtud la maestría de su director a la hora de crear escenas que nos hacen agarrarnos a la butaca y no soltarnos. Sirva como el mejor de los ejemplos ese vídeo doméstico de cumpleaños en el que, por fin, vemos la silueta de uno de los alienígenas cruzando una calle. Dura unos segundos, no sucede nada especialmente terrorífico, y sin embargo, ahí estamos, con la piel de gallina y el susto metido en el cuerpo. No hay truco, no hay trampa ni cartón, tan solo el talento apabullante de un tipo que, en medio de una reflexión tan profunda sobre las segundas oportunidades que nos ofrece la vida, consigue transmitir miedo en estado puro. Una escena redonda a la que se suman una decena más de incalculable valor que, junto a un estupendo reparto, dan forma a una propuesta que, a pesar de contar con un desenlace algo acomodado, está asentada dentro de lo mejor del género.
3'El bosque': la belleza del miedo
No es nada sencillo hacer del miedo una poesía. Suena complejo, ñoño y pedante pero, oye, cuando se consigue todo lo demás no importa. Si hablamos específicamente de estética, de forma por encima de fondo, El bosque es el trabajo más redondo de Shyamalan. A lo largo de su carrera, ni antes ni después, consiguió un acabado visual tan hipnótico, un mimo por el detalle tan deslumbrante, un conjunto de escenas tan bonitas. Y volvemos al azúcar. Si lo olvidamos, durante un momento, nos queda el esqueleto, la historia, la trama y, de nuevo, el misterio. Podemos quedarnos con él o, en un movimiento que requiere más intensidad aún, observar más allá y lanzarnos de lleno a la reflexión sociológica del miedo que ofrece Shyamalan, al retrato del ser humano como fuente inagotable de temores, una fábrica de escudos contra lo desconocido, contra la barbarie, contra el dolor. Todo ello vestido de intriga rural, de western marca John Ford, de terror marca Alfred Hitchcock y de drama romántico marca de la casa.
Todas las influencias de Shyamalan están presentes en una película que irradia poesía cinematográfica en cada una de sus escenas. Complicado, casi imposible, destacar una por encima de las demás. La conversación entre los maravillosos Joaquin Phoenix y Bryce Dallas Howard, el primer ataque de los monstruos al pueblo, esa mano esperando en medio del silencio y, sí, ese desenlace inesperado, giro final nada gratuito que aporta la dimensión total a una película que, hasta ese punto, ya había conseguido el suficiente número de triunfos como para respirar tranquila. Ese epílogo, puro Shyamalan, condensa toda la esencia de una obra maestra que sirvió, también, para marcar la primera batalla entre el amor y el odio de un director que, por encima de todo lo demás, ofreció un recital de puesta en escena, pulso narrativo, resoluciones visuales y, volvemos, belleza. Versos en una historia que, en otras manos, habría caído en la prosa más vulgar.
2 'El protegido': cuenta ganadora
Tras un fenómeno social y cinematográfico de las dimensiones de El sexto sentido, Shyamalan se enfrentaba, por primera vez, a unas expectativas incalculables. Su respuesta no solamente cumplió las expectativas sino que las superó. Conviene aclarar que el oro y la plata en este ranking es perfectamente intercambiable, empate técnico que se decide en su posición final por el peso de la importancia dentro de la historia del cine. Ahí es donde los muertos de Haley Joel Osment terminan ganando. Sin embargo, si nos basamos exclusivamente en los logros cinematográficos, 'El protegido' está, mínimo, a la misma altura que 'El sexto sentido', siendo algo completamente diferente. Desde su magistral prólogo, un ejercicio visual de virtuosismo ejemplar, esta carta de amor rendida y pasional a los cómics se convierte en un tour de force creativo donde la narración y la puesta en escena se combinan a la perfección. Con una construcción de personajes sobre la que se sustenta toda una trama de múltiples giros, todos ellos medidos con escuadra y cartabón, Shyamalan da forma a un laberinto de preguntas, silencios y miradas en el que, como pocas veces ha sucedido en su carrera, el drama casi termina ganando la partida al misterio.
Sin embargo, la balanza termina decantándose por el segundo de los elementos gracias a una sorpresa final que nos pilla, por segunda vez consecutiva, totalmente en fuera de juego, dejándonos la mandíbula desencajada y un nudo en la garganta de importante tamaño. Un regalo que vuelve a ofrecernos la oportunidad de disfrutar de un segundo visionado, intentando captar los detalles, desentrañar los puntos que se nos han escapado, argumentar los comportamientos y terminar de entender las motivaciones que han llevado a los personaje a comportarse del modo en el que lo han hecho. Un golpe ganador que redondea un thriller en el que Bruce Willis y, especialmente, Samuel L. Jackson, ofrecen una lección de contención que se complementa con el despliegue de talento genuino que ofrece su director. Segunda obra maestra en una cuenta en la que muchos ya depositamos gran parte de nuestras esperanzas.
1 'El sexto sentido': empezando por el final
16 años. Ese es el tiempo que ha pasado desde que se estrenó 'El sexto sentido'. Hagamos un ejercicio mental, intentemos recordar las sensaciones con las que abandonamos la sala entonces. Si tuviste la suerte de disfrutar de ella sin saber absolutamente nada sobre su trama, estoy seguro de que las tendrás más que presentes. La razón es sencilla, pocas, poquísimas películas han conseguido marcar tanto a una generación como esta historia de fantasmas, matrimonios rotos e infancias truncadas. El tiempo le ha otorgado a su histórico desenlace, el giro final de los giros finales, todo el mérito pero no debemos olvidar, porque la injusticia sería tremenda, la precisión milimétrica, el manejo del suspense y el equilibrio entre el drama y el terror más clásico que consigue Shyamalan a lo largo de poco más de cien minutos que pasan como un suspiro. Todo funciona en una película que, entre sus innumerables virtudes, cuenta con la mejor interpretación de la carrera de Bruces Willis y el descubrimiento de una potencial leyenda llamada Haley Joel Osment que, por desgracia, nunca terminó de convertirse en realidad.
Ellos son el corazón de una película repleta de escenas que son ya parte de la historia del cine y que situó a Shyamalan en el punto de mira de toda la crítica y público. Si a esto le sumamos una taquilla histórica para una cinta independiente y seis nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película, Director y Guión Original, nos podemos hacer una idea de hasta que punto 'El sexto sentido' se convirtió en un fenómeno a todos los niveles al que conviene remarcar, una vez más, su grandeza artística. Con lo mínimo, Shyamalan consiguió lo máximo: hacer historia. Una cima del género. Una película inolvidable. Desde el principio y hasta el final. Perdón, El Final.