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CRÍTICA

'Conan: el Bárbaro', mucha sangre y pocas nueces

Excesiva violencia monótona y repetitiva, junto con una historia prácticamente inexistente, son las losas que Jason Momoa nunca podrá levantar.

Por Jesús Agudo Más 17 de Agosto 2011 | 09:07
El redactor más veterano de esta web. Palomitero y fan de que las series estrenen un capítulo por semana.

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El festival de la sangre. Era de esperar para una película como 'Conan: El bárbaro'. No se puede hacer una cinta sobre el personaje de Robert E. Howard sin altas dosis de violencia. Tras más de veinte cabezas cortadas uno empieza a pensar que dos horas así no pueden ser aguantables.

Conan el Barbaro

Marcus Nispel ha intentado emular la estética de '300' con cámaras lentas y sangre salpicando cualquier esquina del escenario, pero se puede comprobar perfectamente la falta de presupuesto con la que ha contado una respecto a la otra. Exceptuando la escena de las masillas de arena, las batallas tienen un toque algo simple que desmerece toda la coreografía de espadas y patadas.

Para ser una cinta de acción se pasa demasiado con la monótona rutina de ir encadenando una pelea con otra pensando que la trama es secundaria, que posiblemente en este tipo de películas lo sea, pero no en semejante nivel en el que la historia del guerrero de Cimmeria no existiría de no ser por la introducción antes del comienzo de la película.

Interesante sucesor

Gracias a la importante escena del ataque a su pueblo llegamos a empatizar con el personaje de Jason Momoa pero no terminamos de considerarlo un "héroe". El actor sin embargo cumple lo suficiente con el cometido de Conan, que no es otro que mostrar músculo, parecer amenazador y aprender bien las coreografías de las peleas. El problema no está en el bombón sino en el envoltorio que no termina de ser sugerente para querer probarlo.

Conan el Barbaro
El protagonista vuelve a ser un hombre con "daddy issues" que busca venganza queriendo acabar con el hombre que mató a su padre para hacerse con la máscara de poder y así resucitar a su esposa. En el camino conocerá a la única mujer de sangre pura que es necesaria para el ritual, y surgirá el amor.

Si bien la historia podemos conocerla de la cinta de Arnold Schwarzenegger, al que considero que han encontrado un muy buen sustituto, me reitero en que si somos capaces de verla tras la sangre seremos unos privilegiados. Pero han optado por ofrecer dos horas seguidas de ataque, muchas veces gratuito, muchas veces exagerado y excesivamente gráfico.

Los otros tres personajes clave del reparto también podrían haberse lucido más de haber sido la situación otra. Stephen Lang llena mucho más la pantalla al principio de la película que al final, dejando un agrio sabor de boca cuando su villano podría haber dado mucho más de sí. Rachel Nichols sorprende con lo que parecía la damisela en apuros y es capaz de rebanar un pescuezo si hace falta con mucha soltura. Pero Rose McGowan, con su caracterización sumado a lo bien que se le da hacer de bruja, llega a dejar muy buen sabor de boca con su místico personaje.

Una batalla de dos horas

Pocas escenas se pueden destacar de una pelicula que podría ser una larguísima batalla de dos horas. La escena de sexo está bien rodada, no así ciertos escenarios con sensación de cartón piedra, o peor, de descarado ordenador, que en estos tiempos no se puede permitir. El resto de metraje es un baile muy estudiado de saltos y sangre que en demasiadas veces sube la edad recomendada de forma gratuita, para ofrecer algo distinto a los santurrones personajes de cómic.

Sin embargo, estos tienen una trama en la que apoyarse y cuando quizás muchos pecan de aburrimiento por la escasez de puñetazos, con 'Conan: el bárbaro' han formado tal coágulo que tres cuartos de hora después es imposible no sentir "déjà vus" constantes con la escena anterior, y si acabamos de comer revolvernos el estómago sin ganar mayor interés para la película.

'Conan: el bárbaro' se hace una cinta totalmente prescindible, con escenas de acción que no son malas pero, vista una vistas todas, y personajes que podrían haberse crecido más en una pecera más grande. Una sensación de monotonía y a ratos de cutrez transmiten la sensación al salir de la película que no hemos podido ver más litros de sangre nunca, o que hemos estado viendo una misma escena en modo repetición. Es una pena porque Jason Momoa tiene la energía para hacer un buen Conan, pero un malísimo guión y pocos puntos álgidos terminarán por hacernos olvidar que alguna vez hubo un remake de la película de 1982.