Este fin de semana llega a nuestras pantallas 'Ágora', quinto largometraje de Alejandro Amenábar tras los filmes 'Mar adentro', 'Los otros', 'Abre los ojos' y 'Tesis'.
En esta ocasión, el cineasta español -aunque nacido en Chile- vuelve a rodar en inglés, en la que sin duda es su mayor producción hasta la fecha, recuperando, desde su particular visión, el cine clásico -o incluso el peplum- de la época de mayor esplendor de las majors para narrarnos una historia de dualidades, en la que ciencia y fe, racionalismo y religión, se ven enfrentadas bajo el marco histórico de los últimos días de la mítica biblioteca de Alejandría. Amenábar se sirve de dicha época para reflejar el eterno conflicto prometeico de la búsqueda del conocimiento absoluto, focalizando la acción en la figura de la desconocida astrónoma y matemática Hipatia y el convulso período en el que vivió, durante el cual el paganismo fue derrocado por el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano.
Bien es cierto que cualquier análisis simplista puede ver en 'Ágora' un enfoque abiertamente hostil hacia la Iglesia Católica, si bien Amenábar se limita a reflejar la lucha por el poder de los diferentes líderes religiosos y los consecuentes integrismos, enfrentándolos con el espíritu empírico y laico de su protagonista, cuyo particular conflicto interno radica en la lucha entre antropocentrismo y heliocentrismo, amén de ser una mujer en un mundo de hombres. Para evitar mayores suspicacias, el cineasta español trata de escindir en todo momento la religión de su institucionalización -conflicto perfectamente reflejado en el personaje al que encarna Ashraf Barhom-, contrastando la barbarie promovida por la segunda con las virtudes samaritanas de la primera, al mismo tiempo que vincula disputas religiosas y filosóficas a través de su común reflejo en la vanidad humana.
Entrando ya en un apartado netamente técnico, cabe decir que 'Ágora' transcurre de un modo irregular, en un filme escindido claramente en dos mitades, donde la primera busca de manera exclusiva situarnos en contexto y recrear con la mayor fidelidad posible la vida en la mítica Alejandría, mientras que la segunda aborda de manera mucho más directa y exhaustiva los diferentes frentes abiertos, resultando mucho más atrayente para el espectador.
Quizá por ello 'Ágora' adolezca de cierta falta de ritmo y nervio -sobretodo en su primera mitad-, adquiriendo un paulatino in crescendo a medida que el film avanza y ahonda de manera definitiva en los conflictos internos de sus personajes. Tampoco ayuda a su visionado una banda sonora excesivamente megalómana y el quimérico afán de su director por hallar la equidistancia perfecta entre el entertainment y el mensaje -abiertamente laico-, en un film que, a pesar de su aséptica sensación inicial y de su exceso de formulismos y formalismos, mejora considerablemente una vez se ha dejado reposar.