Tras varios retrasos, parece que 'Soom', conocida internacionalmente como 'Breath', llegará finalmente a nuestras salas el próximo 4 de julio bajo el título de 'Aliento'.
La película, protagonizada por Chen Chang, Jung-woo, Park Ji-a y el propio Kim Ki-Duk, cuenta la historia de Yeon, una joven que, al descubrir que su marido tiene una amante, decide visitar a un preso desconocido cuyos continuos intentos de suicidio han sido noticia en la televisión. Chen se queda sorprendido cuando Yeon vuelve a visitarle pero, poco a poco, el preso se abre a la mujer. Yeon le dice a su marido que tiene a otro y éste, celoso, le sigue a la cárcel prohibiéndole que vuelva a ver a Chen. Pero Yeon y Chen están mucho más unidos de lo que cree su marido...
Con títulos como 'La isla', 'Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera', 'Hierro 3' o 'Time', Kim Ki-Duk se ha convertido en uno de los principales referentes del cine asiático para el espectador occidental, y Aliento es una nueva muestra de ello, si bien más de uno puede tener cierta sensación de déjà-vú.
Más de lo mismo. ¿Y qué?
Con 'Aliento', Kim Ki-Duk no altera en lo más mínimo su esquema básico, regresando a esas historias mínimas (en todos los sentidos), donde la música y los diálogos brillan por su ausencia en favor en favor de del poder de la imagen, la metáfora y el lenguaje corporal de sus actores. Del mismo modo que en 'La isla', en 'Hierro 3' o en 'Time', Kim Ki-Duk narra una historia de amor con sus celos y obsesiones, con su impotencia y su ira, llevadas como siempre al extremo.
De este modo, 'Aliento' nos recuerda en buena parte a anteriores obras del director, jugando con las mismas sensaciones, hurgando en la misma herida, valiéndose de unos a priori arquetípicos personajes, pero bellamente poliédricos a pesar de haber sido meramente bosquejados por su creador. Como decía, Aliento narra la historia de dos personajes que nada tienen en común en primera instancia, pero que comparten mucho más de lo que piensan: ambos comparten un mismo silencio, sea éste físico o metafórico, que esconde su culpa y su disconformidad con la vida; los dos comparten esa misma prisión, de barrotes o alianzas, burocrática en cualquier caso, que les recluye en su infelicidad; y ambos comparten también su necesidad de perdonar, ya sea a la pareja o, lo que es más difícil, a uno mismo.
Como también suele ser habitual en la obra del coreano, éste vuelve a jugar tanto con los simbolismos como con la delgada línea que supera la realidad de la ficción, en una historia de amor que resultaría imposible si no hubiera sido aprobada por el propio director, quien interpreta cual semidiós al director de la cárcel que permite las visitas de Yeon a Chen, que concede a la joven la posibilidad de llenar de vida y color una celda y, por ende, un alma, que hasta ese momento había perdido las ganas de vivir. Del mismo modo ocurre con los compañeros de celda de Chen, algunos reales, otros imaginarios, lastres en forma de sentimientos que aparecen y desaparecen en la vida del recluso.
De este modo, podríamos decir que Aliento es una película fuertemente cargada tanto de simbolismos como de sentimientos viscerales, algo común en la obra de Kim Ki-Duk, que repite una misma fórmula para reinventarse a sí mismo. Una vez más.