Seamos claros. Que en la precaria situación en la que se encuentra la exhibición y la oferta cinematográfica de este país, nos encontremos con un festival como el Americana Film Fest, es todo un milagro. Un milagro porque durante cuatro días (desde el jueves pasado hasta mañana) este festival surgido del concurso para nuevos emprendedores organizado por Movistar Artsy, va a nutrir a la oferta cultural barcelonesa de una selección del mejor cine indienorteamericano que, por H o por B, no llega a nuestras pantallas. Ese cine norteamericano que habita en los márgenes de Hollywood y con festival propio en Utah que nos permite, en parte, recuperar esa magia de entrar en una sala de cine sin tener demasiada información sobre lo que vamos a ver (ya que, normalmente, son películas de jóvenes creadores) que actualmente, con tanto flujo de información que nos llega por todas partes, se ha perdido.
Y así, en un cine con mucho encanto que lleva 25 años habitando a los márgenes de las grandes cadenas de exhibición en Barcelona (los Cinemes Girona) y ofreciendo siempre ese 'otro' cine que no puede encontrarse en las multisalas, tiene lugar este festival que nos trae títulos tan apetecibles como el premio especial del jurado y el premio al mejor guión de Sundance 2013, 'American Promise' e 'In a world..', respectivamente, o el premio del público en la 58ª Seminici, 'Short Term 12'.
Ayer tuvo lugar la primera jornada oficial del festival con propuestas muy variadas. La jornada empezó un poco fría con el debut en la dirección de los hermanos Alan y Gabe Polsky, 'The motel life', un filme que de no contar en su reparto con Stephen Dorff, Emile Hirsch o Kris Kristofferson, se hubiera quedado en la mitad de lo que es. 'The motel life' nos narra la historia de dos hermanos (Hirsch y Dorff) de clase trabajadora que cargan con el peso de su pasado y vagabundean por la vida en busca de una imposible redención. Dos almas en pena en constante itinerancia que hacen frente a las penurias de su existencia con las fábulas que el personaje de Hirsch le cuenta a su hermano. Sólo se tienen el uno al otro y, precisamente por eso, el filme funciona mejor cuando se rebaja la transcendencia dramática de la narración y oxigena a los personajes dejando fluir su relación fraternal.
La segunda propuesta de la tarde fue 'The retrieval' de Chris Eska. La Guerra Civil estadounidense, la esclavitud, los parajes campestres desolados por las batallas entre bandos y tres personajes. Estos son los elementos con los que juega 'The retrieval' para reflexionar sobre la ética y el legado que dejamos a nuestros hijos. Obviamente el filme tiene un referente temporal claro, pero el debate que lanza es universal. Cuando dos esclavos que sobreviven ayudando a cazar a otros esclavos, emprenden un viaje hacia el norte para entregar a un fugitivo de la justicia de raza negra a una banda de cazarrecompensas, la convivencia entre los tres dará lugar al dilema moral sobre lo correcto de sus acciones. El filme se acerca más a 'La carretera' de Cormac McCarthy que a '12 años de esclavitud' de Steve McQueen y, a pesar de plantear ideas muy interesantes, se le ven las costuras constantemente. La sensación con la que uno se queda al final de la proyección es: ¿Qué hubiera hecho Steve McQueen con un guión y material como el de 'The retrieval'?
Después de estas dos propuestas un tanto frías, el ambiente se empezó a caldear. Eran las 22:30 de un viernes y, a diferencia de las dos anteriores sesiones, la sala estaba a rebosar. Sold out, entradas agotadas para ver 'Drinking Buddies' de Joe Swanberg. Se sentía en el ambiente una sensación contagiosa de buen rollo y de ganas de pasárselo bien, así que todos los asistentes, cerveza en mano cortesía de Heineken, nos disponíamos a ver una película que, precisamente, aborda la rom-com de la mejor manera que uno se puede imaginar: con cerveza en mano.
La película de Joe Swanberg, uno de los principales referentes del subgénero mumblecore, gira en torno a esa zona denominada friendzone en la que dos amigos comparten absolutamente todo, tienen un nivel de conexión que no tienen con otras personas (incluso con sus parejas) y sienten una atracción latente el uno por el otro que no llevan más allá por el miedo a romper esa magia que los une. El filme gira en torno a esa (in)cómoda situación y a la cerveza. Ambos protagonistas (una espectacular Olivia Wilde y el icono indie, Jake Johnson) trabajan en una cervecería de Chicago y afrontan, literalmente, los avatares de la vida con una birra en la mano pero, ojo, la película no se queda en una comedieta romántica del montón.
Mumblecore
Quien ya conozca el mumblecore, sabrá que es un tipo de género hecho por gente joven y para gente joven que se dedica a retratar cámara en mano y con la mayor naturalidad posible las inquietudes y situaciones inherentes a esa difícil etapa de paso entre la adolescencia y la adultez, por lo tanto, son películas que suelen tergiversar los arquetipos a los que el cine de género hollywoodiense nos tiene acostumbrados. Cuando vemos a la preciosa Olivia Wilde ir vestida con converse, llevar mochila y el pelo de cualquier manera, beber cerveza como una cosaca, eructar y hacer bromas infantiles con sus amigos, nos damos cuenta de que no es que no existan mujeres así en el mundo, sino que no estamos habituados a verlas en una película. Si a eso le sumamos que el 90% de los gags funcionan, que los momentos emotivos encajan a la perfección y que se en sus momentos finales se erige como un mayúsculo alegato a la amistad entre sexos opuestos, el resultado es una de las mejores comedias del 2013 que, desgraciadamente, no veremos en nuestros cines. Perfecto colofón para una primera jornada cargada de ilusión. Mañana más.