Aún con la resaca y el buen sabor de boca que nos dejó 'Drinking Buddies', empezaba una segunda jornada del Americana Film Fest con una propuesta radicalmente opuesta al filme de Joe Swanberg y, quizás, la más interesante de todo el festival, el documental 'American Promise'.
Mientras tanto, a 2.000 Km. de Barcelona, la Berlinale otorgaba a Richard Linklater el galardón a mejor director por 'Boyhood', un filme que relata 12 años de vida de un muchacho desde su niñez hasta la adolescencia rodado en 39 días desde 2002 hasta 2013, y es que es inevitable pensar en este magno proyecto de Linklater al ver 'American Promise'. El documental de Joe Brewster y Michèle Stephenson parte de la misma premisa creativa que el filme de Linklater para ahondar en la sociedad estadounidense y su sistema educativo. Durante 13 años de vida, Brewster y Stephenson siguieron el día a día de dos familias afroamericanas de clase media neoyorquina en el proceso de educación de sus hijos, Idris y Shaun. Hasta los 13 años, fueron juntos a la misma escuela. Una escuela privada de Nueva York donde la mayoría de estudiantes son de raza blanca. A partir de los 14 años, Shaun, por un problema de aprendizaje, debe abandonar la escuela y acudir a una escuela pública mientras Idris sigue su educación en la privada.
Nada extraordinario, nada fuera de lo común, simplemente el esfuerzo diario de dos familias normales por conseguir la mejor educación para sus hijos. Un proyecto fascinante a nivel fílmico ya que, al rodarse a tiempo real durante un periodo de 13 años, se convierte en un proceso orgánico que crece con sus protagonistas y se dirige hacia donde sus vidas les lleven. De esta manera, la premisa del documental es la educación en los EEUU, pero poco a poco se transforma en una interesante radiografía sobre la sociedad estadounidense: desde las entrañas de la persecución del sueño americano hasta el racismo, pasando por las diferencias entre la educación pública y privada.
En definitiva, un sensacional documental imprescindible no sólo para entender la sociedad norteamericana, sino para entender la nuestra propia. ¿Se imaginan un documental de este tipo en España? ¿Se lo imaginan? Pasemos página.
Las 20:00 de un sábado y se notaba el ambiente caldeado. No era para menos, dos de los platos fuertes del festival se proyectaban a continuación, el premio a mejor guión de Sundance 2013, 'In a world...' de Lake Bell y el premio del público en la 58ª Seminici, 'Short Term 12' de Destin Cretton. La cara y la cruz de la jornada. Vayamos por partes.
'In a world...' hace referencia a las tres primeras palabras con las que Don LaFontaine, una leyenda dentro del gremio de actores de voz estadounidenses que prestó su voz en más de 5.000 tráileres cinematográficos, empezaba a relatar los tráileres y que se convirtieron en todo un cliché al otorgar un carácter épico cualquier cosa que narrase (ver vídeo). El filme de la debutante Lake Bell se trata de una comedia sobre el mundo de los profesionales que ponen la voz en off en los tráileres, en la que ella interpreta a la hija del más importante actor de voz de la industria en su lucha por hacerse un nombre dentro del impermeable gremio lleno de voces masculinas.
Que la película siga la estructura narrativa del género más clásico no es un inconveniente, de hecho, la película no sólo es un homenaje a la industria cinematográfica y una defensa a ultranza de la mujer dentro de ella, sino que también es una reivindicación de la comedia más convencional y genuina. El mayor inconveniente es que algunos personajes, situaciones e interpretaciones sobrepasen, ligeramente, esa fina línea que separa el histrionismo con la sobreactuación. Salvando esos momentos puntuales, el filme se ve con agrado y si Lake Bell sigue el camino que ha trazado, puede llegar a coronarse como la sucesora de Greta Gerwig como reina geek del indie USA.
Si 'In a world...' fue la cara, sin lugar a dudas, 'Short term 12' fue la cruz. Como el típico chico de clase que adopta la pose de rebelde y rompe constantemente con las reglas para llamar la atención pero que en el fondo es un bonachón, el filme de Destin Cretton es una amalgama de los peores tics del indie más irritante. Un cine que quiere romper con Hollywood y acaba cayendo de lleno en sus mismos mecanismos. La historia de una veinteañera que trabaja como supervisora en un centro de acogida para adolescentes problemáticos, se ve venir desde el minuto 1. Cámara en mano, imagen (hiper)estilizada, personajes con traumas que arreglar, contexto dramático aderezado con toques de humor supercool..., el filme parece un conjunto de lo que se supone que el indie debe ser y, por ello, todo resulta artificial. Pura pose estilística para acabar siendo lo mismo de siempre contado de la misma manera de siempre.