Si quieres ser Spider-Man tienes que sentirte responsable por la pérdida de un ser cercano, si quieres ser un Hulk tienes que estar dispuesto a que te consideren un monstruo y, si quieres ser un Hombre Hormiga debes afrontar que tu vida va a estar llena de malas decisiones. Para ser un héroe marvelita es importante (aunque no indispensable) estar marcado por la tragedia o los remordimientos, de tal forma que tu carrera esté guiada por la redención (casos de Viuda Negra o Soldado de invierno) o lastrada por continuas luchas internas (¡esos problemas de alcoholismo, Tony!).
El de Ant-Man es un caso paradigmático a este respecto. Todos ellos: Hank Pym, Scott Lang y Eric O'Grady. Los tres personajes que han llevado su manto han sufrido lo indecible, muchas veces por su propia mano y otras tantas por la desgracia que suele acompañar al modo de vida del superhéroe. Que si la creación de Ultrón, que si violencia doméstica, que si la muerte de un familiar... Con ese currículo, normal que sea un personaje vilipendiado entre el plantel de héroes.
Y especialmente Hank Pym, del que poca gente parece recordar que fue uno de los miembros fundadores de Los Vengadores en las viñetas. De poco sirve que seas una de las mayores mentes del planeta y que siempre estés buscando el progreso de la humanidad cuando en tu Debe tienes la creación de uno de los peores villanos a los que se han enfrentado tus amigos (hablamos, cómo no, de Ultrón) y tienes la mano muy ligera.
Desde el momento en que Jim Shooter y Bob Hall lo ilustraron dándole una bofetada a Avispa en 1981 (el guionista argumentaría luego que por un malentendido), lo condenaron al ostracismo. La misma carrera del personaje iría dando tumbos a partir de entonces, divorciándose de su esposa, pasando tiempo en la cárcel, sufriendo problemas emocionales, haciendo de villano... y mientras, los lectores, no parecían echarle de menos. Mark Millar, en su etapa al frente de los Ultimates (la versión de Los Vengadores que ha servido de base para sus contrapartidas cinematográficas), fue incluso más allá de lo llevado a cabo por Shooter y Hall, convirtiendo la bofetada en un episodio de violencia doméstica mucho más terrorífica.
Con estos antecedentes... ¿quién se atrevería a trasladar a Hank Pym al cine? La respuesta, como sabemos, tuvo una doble vertiente, convertir a Pym en un mentor, ya retirado del servicio activo, y cediendo el protagonismo a Scott Lang, un "obrero" al que tampoco le han faltado los problemas.
Entre pillos anda el juego
Tanto Scott Lang como Eric O'Grady recurrieron al robo para hacerse con el traje de Ant-Man, aunque con fines bien distintos. Mientras este último lo hizo para salvar el pellejo después de dejar morir a un amigo, Lang lo hizo para salvar la vida de su hija.
Experto en electrónica, Scott Lang tampoco ha sido ajeno a la prisión, donde pasó una temporada por robar (para mantener a su familia, eso sí) y, ya convertido en Ant-Man, ha pasado por los más diversos equipos del Universo Marvel: Vengadores, 4 Fantásticos, Defensores... Siendo el más "heroico" de los tres, Lang también es quien más ha sufrido, pues, además de vérselas con problemas económicos y luchas por la custodia de su hija, ha tenido que enfrentarse a la muerte de esta a manos del Doctor Muerte. Circunstancia esta que ha marcado profundamente al personaje en sus últimas aventuras (aunque ya sabemos lo duraderas que son las desapariciones en la vertiente comiquera del Universo Marvel).
Y si Scott Lang (sobre todo el cinematográfico) encaja en el canon de antihéroe, el de ese perdedor que en los momentos importantes siempre decide hacer lo correcto y con quien nos podemos identificar, O'Grady es un tipo despreciable. Sin paliativos.
Creado por Robert Kirkman (sí, el hombre detrás de The Walking Dead), este hombre hormiga es un desgraciado, pero no en los mismos términos que los otros dos, sino porque tiene por lo general muy malas intenciones y tiende a convertir en desgraciados a cuantos le rodean. Es un agente de SHIELD que aprovecha un ataque de HYDRA al helitransporte para hacerse con el traje y desaparecer con él, aprovechando para cometer todo tipo de pillerías y delitos. Desde saquear y robar a espiar a la mismísima Capitana Marvel (cuando aún se llamaba Ms. Marvel) en la ducha. Hace lo que, muy en el fondo, muchos estaríamos tentados en el caso de tener esa tecnología a nuestro alcance.
Amantes a las que deja embarazadas y abandona, amigos a los que traiciona, compañeros a los que desfigura la cara, otros a los que engaña vilmente... todo a su paso es destrucción, pero en ocasiones tiene arranques de heroísmo y logra aplacar su naturaleza egoísta, y no son pocas las veces que intenta luchar contra ello, sabedor de que siempre terminará haciendo daño a quienes le quieren y confían en él.
Después de todo, nadie dijo que ser un superhéroe fuera fácil. Menos aún cuando eres Ant-Man.