El género romántico en los años noventa estuvo marcado por 'Antes del amanecer', exquisita producción independiente dirigida por Richard Linklater y protagonizada por unos jovencísimos Ethan Hawke y Julie Delpy. Gracias a la naturalidad de sus diálogos y el buen hacer de sus actores, la película conseguía que nos olvidáramos de su encorsetado aspecto teatral y viviéramos una experiencia única, ideal para aquellas personas que crean en una idea platónica del amor.
En 'Antes del anochecer', Richard Linklater vuelve a abordar por tercera vez a la pareja formada por Jesse y Celine. Pero al contrario de lo que ocurre en la gran mayoría de secuelas que inundan el mercado, el director es consciente que una nueva entrega supone ir un paso más allá, transformar lo antes expuestos, evolucionar la psicología de los personajes en base a sus nuevas vivencias.
'Antes del anochecer' ofrece el mismo continente, pero un contenido completamente diferente. El amor casto e inocente que destilaban los protagonistas paseando por las calles de Viena, comenzó a curtirse en 'Antes del atardecer', hasta llegar a un punto de su relación en el que empiezan a aflorar esas dudas lógicas de la madurez. ¿Estamos haciendo lo correcto?
Desde el comienzo del filme se desvela la duda que dejaba el final abierto de 'Antes del atardecer', presentándonos a los personajes en unas vacaciones estivales en Grecia. Lo que empieza con un tono amable y distendido, con divertidos diálogos entre la pareja y la familia de un escritor que los acoge, junto a momentos más emotivos; acabará convirtiéndose en una cruenta batalla verbal donde los protagonistas ponen todas las cartas sobre la mesa.
Jesse y Celine ya no son unos jóvenes que tienen toda la vida por delante. Se han convertido en una pareja asentada, y con ello, han descubierto la cara amarga de su otro mitad. Se han visto obligados a madurar y a afrontar una serie de responsabilidades que les hace alejarse del ideal que tiempo atrás soñaron ser. Ya se sabe que no hay nada peor para una pareja que el momento en el que llegan a conocerse a la perfección y parece que no queda nada por descubrir. En ese instante, es lógico que echen la vista atrás y se pregunten si has tomado las decisiones acertadas.
Sin concesión al típico final feliz
Richard Linklater firma, junto con los dos actores, un guion perfectamente dosificado que hace de conversaciones banales, en las que todos nos podemos sentir identificados, reflexiones mucho más profundas. En la película también encontraremos referencias a otros aspectos como la muerte, la paternidad o las nuevas formas de amor surgidas a través de las nuevas tecnologías.
Ethan Hawke y Julie Delpy ofrecen una perfecta interpretación, preguntándonos en todo momento cuánto han puesto de ellos mismos en la construcción de los personajes. Lo que en boca de otros intérpretes podría haber quedado artificioso, en ellos resuena con una espontaneidad insuperable.
La película acaba con una preciosa escena final, en la que los personajes descubren qué es lo que les queda: su otra mitad. Pero pese a lo que se pudiera pensar, no estamos hablando de un final feliz, sino agridulce, al no quedar claro si el cariño y el sexo son motivos suficientes para que perdure a lo largo del tiempo su relación. Esperemos que en un futuro podamos reencontrarnos con ellos para desvelar el misterio...