Debo comenzar advirtiendo que no puedo ser del todo objetivo con la crítica de 'Anvil: la historia de una banda de rock', pues soy seguidor (uno de los cuatro que hay desperdigados por el orbe, supongo) de Lips y compañía desde hace ya bastantes años.
Por suerte, el documental dirigido por Sasha Gervasi resulta ser una pequeña maravilla más allá del apego que uno pueda tener a esta banda de metal canadiense, cosa que han demostrado, sin ir más lejos, los muchos premios que ha obtenido en diversos festivales, entre los cuales cabría destacar el Independent Spirit Award.
'Anvil: la historia de una banda de rock' es un film sencillo, cercano, que a pesar de enternecernos en no pocos pasajes, trata de eludir siempre el simple docudrama, enfatizando la faceta humana por encima de la artística de dos amigos que en ocasiones parecen actuar todavía como los adolescentes que fueron antaño. Y es que 'Anvil: la historia de una banda de rock' es una oda en toda regla tanto a la persecución y consecución de los sueños como a la amistad, un canto al tesón, a la ilusión, a la esperanza, a la inconformidad.
La historia de Lips y Rob posee el llamado encanto del looser, nos ofrece secuencias en las que el sueño adolescente de convertirse en estrella de rock descubre su cara oculta y sumerge tanto a sus protagonistas como al propio espectador en el desespero, en la rendición y, por qué no, en la vergüenza ajena, para después levantarse una vez más, dispuestos a recibir un nuevo golpe por parte de la realidad.