Los hermanos Coen no hacen cine para todos los gustos, y es, precisamente, en sus momentos más alejados del gran público cuando ofrecen sus obras más brillantes. Cedieron a la tentación con 'Ladykillers' y 'Crueldad intolerable', que sirvieron para resarcirse en 'No es país para viejos', ganadora de cuatro premios Oscar: mejor película, director, guión adaptado y actor secundario.
Actualmente han vuelto a su senda, acompañados de las facilidades que ofrecen los lustrosos galardones de la Academia, pero si queremos conocerlos en su periodo de mayor lucidez debemos trasladarnos a la década de los 90. Años en los que crearon desde cero algunas de las mejores obras de su carrera.
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'Barton Fink', de Nueva York a Hollywood
Los dos máximos premios de la cuestionable Academia, siempre con deudas pendientes, pueden parecer el cénit de una carrera pero, ¿y los tres principales del Festival de Cannes? 'Barton Fink' ostenta tal honor, habiendo logrado los premios al mejor director y actor y la codiciada Palma de Oro. Con semejante currículum parece extraño que no sea una de las obras más conocidas de los Coen, siendo uno de sus largometrajes donde el entretenimiento alcanza sus cotas más altas. Si eres capaz de apreciar un final no sellado con silicona, disfrutas dejándote llevar por las sensaciones y no necesitas una moraleja que guíe las siguientes horas de tu vida, sin duda, 'Barton Fink' te parecerá de lo mejor de los Coen.
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La cinta es, por una parte, un cúmulo de sensaciones y pequeños detalles. Los Coen retratan a Fink, escritor que busca lo divino y lo humano, como un introvertido neoyorquino que cede ante el lucrativo Hollywood. Decidido a mantener su identidad, se hospeda en un inquietante hotel de Los Angeles, alejado de las grandes estrellas y la grandilocuencia del sector. Este opresivo escenario mina la creatividad del protagonista, incapaz de dar rienda suelta a su imaginación para confeccionar un guión por encargo.
Los Coen nos introducen en el desquiciante ambiente de la habitación de Fink: agudos sonidos, molesta humedad, un mosquito volando a nuestro alrededor,... Y sólo nos sacan de él para reirse de los grandes barones del cine de la época, sultanes de los estudios de verborrea fácil con los que el indefenso Fink es incapaz de interactuar.
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No es sencillo hablar de los delirantes giros de 'Barton Fink', ni necesario cuestionar el por qué de los hechos. Al final, lo mejor, es acompañar al protagonista, sentarse en la arena y relajarse con el sonido de las olas. ¿Realidad o paranoia? Todo es posible.