A favor: Vuelta a los 90'
Por Adrián Peña
'Asalto al poder' es un filme extemporáneo. Como Barnabás Collins en el último filme de Tim Burton, 'Sombras tenebrosas', pertenece a una época distinta a la que le ha tocado vivir. 'Asalto al poder' es un actioner de los 90' estrenado en el 2013. Raro, ¿verdad? Pues no es nada descabellado afirmar que se trata de un blockbuster de acción que se rige por unos códigos mainstream que ya forman parte del pasado. Si uno disfrutó viendo brillar en todo su esplendor aquella década cinematográfica en la que 'Air force one', 'La jungla 2 (Alerta roja)' o 'Con Air (Convictos en el aire)' eran éxitos de taquilla, no tardará más de diez minutos de 'Asalto al poder' en percibir el encanto que caracterizaba a aquellos filmes. Quienes crecieron con los robots de Michael Bay, las ilusiones de Christopher Nolan o el krav-maga de Jason Bourne, 'Asalto al poder', quizás, les resulte ofensivamente ingenua y musculosamente bochornosa.
En mitad de una época en la que el blockbuster de acción hollywoodiense ha adquirido una cinética endiablada, ha ido acortando paulatinamente su distanciamiento lúdico en pos de un acercamiento más dramático y reflexivo, ha moldeado sus tramas en busca de la máxima veracidad posible y ha difuminado sus códigos con los del sci-fi o el thriller, sorprende encontrar en la cartelera una película de 150 millones de presupuesto que hace gala de un diseño de personajes tan arquetípico, un escenario tan inverosímil como delirante y una ingenuidad lúdica limítrofe a la autoparodia que hace volar por los aires (literalmente) el orden moral preestablecido para, luego, restablecerlo de la manera más descarada posible.
Sin lugar a dudas, si 'Asalto al poder' es un espectáculo de primer orden es porque se recrea en su autoconsciencia de producto de entretenimiento de tamaño estratosférico y nos brinda estampas tan memorables que pueden disfrutarse tanto por su espectacularidad como por su inherente hilaridad. Los personajes, como sus motivaciones personales, son tan planos y simples que pelean, disparan y corren de un lado al otro dando toda la importancia al movimiento, a la acción propiamente dicha, y ese es el verdadero espíritu de los actioners de los 90'. Más allá de las similitudes temáticas y argumentales que su historia pueda evocar, 'Asalto al poder' recupera con encanto la base conceptual de las películas de acción de aquellos años, que no es otra que la sublimación de la narración mediante la acción pura servida con un fino toque de humor. Ni más ni menos. De ahí que los nexos narrativos se reduzcan a una serie de conflictos dramáticos muy toscos cuya única función sea concatenar una escena de acción tras otra en busca de un carrusel de set-pieces tan apabullante como deleitoso. Algo que, por otra parte, debe estar en el ADN de todo actioner y que parece que hayamos olvidado (o despreciado).
Llegados a este punto, nos debemos preguntar quién es el responsable de la película y, cuando descubrimos que la persona detrás del proyecto, tanto en la producción como en la dirección, es Roland Emmerich, todo empieza a cobrar sentido. Con clásicos como 'Independence day' o 'Soldado universal', el director alemán fue uno de los directores más icónicos de los 90' y uno de los principales partícipes en la creación de ese imaginario al que 'Asalto al poder' apela. Por lo tanto, como conocedor de esa manera de hacer cine, parece haber decidido apuntarse a la tendencia que tímidamente han iniciado últimamente ciertas productoras independientes como di Bonaventura Pictures ('El último desafío') o Nu Image ('Objetivo: la Casa Blanca' y la saga de 'Los mercenarios') y llevarla a un nuevo estadio. Esas producciones, más que intentar recuperar ese cine de videoclub y gimnasios de barrio de los 80', le rendían un homenaje póstumo desde el anacronismo, en cambio, Emmerich, recupera la esencia de los 90' actualizándola a los tiempos actuales. Por ejemplo, la elección de Channing Tatum (con su cara de ponerse a bailar en cualquier momento) como protagonista principal, más allá de una estrategia comercial, sirve para acercar a las nuevas generaciones aquel personaje que, como John McClane, siempre se encuentra en el peor lugar y en el peor momento. Por otro lado, claro es el guiño a Obama al elegir a Jamie Foxx para interpretar al presidente de los EEUU y, de manera más anecdótica, existen diferentes referencias a temas actuales como Wikileaks, el Medio Oriente o los blogs en internet.
Definitivamente, 'Asalto al poder' apela a la memoria sentimental de un servidor. Va directa al lugar donde más le duele a un cinéfilo, a la nostalgia de aquella época adolescente de expedición e iniciación cinematográfica que siempre se tiende a glorificar y a recordar con tremendo agrado. Una placentera sinfonía de explosiones y persecuciones orquestada por un Emmerich que se me antoja como el maestro de ceremonias más oportuno para este blockbuster tan inoportuno.
Nota: 8/10
En contra: Lo rompo todo y no dejo nada
Por Adrián Lavado
A la nueva película de Roland Emmerich no se le puede negar altas dosis de entretenimiento. Desde la infancia, el ser humano tiene una especial predilección por destruir y romper todo a su paso. Por ello, no es de extrañar que una vez nos hacemos mayores y hemos sido adoctrinados en eso de las buenas costumbres tengamos que dar rienda suelta a nuestra frustración a través de la ficción. Y qué mejor forma que ver sumido en el caos uno de los símbolos más importantes del gobierno más poderoso (y odioado) del mundo: la Casa Blanca.
Eso es lo que ofrece, única y exclusivamente, 'Asalto al poder', la última película del especialista en estos menesteres Roland Emmerich, pues todo lo demás que no sea ver saltar por los aires la casa del presidente es completamente inverosímil, insustancial e incluso paródico. Y esto se convierte en un grave problema si tenemos en cuenta que la película supera las dos horas de metraje.
No se le puede negar a Emmerich una gran habilidad para las escenas de acción, que con ayuda de una estupenda recreación de la Casa Blanca; ofrece un festival de explosiones, peleas, tiros y escombros que hará las delicias de los seguidores de la acción más elemental. Las secuencias están bien planificadas y los rápidos, pero fluidos cambios de planos, ayudarán al espectador a situarse perfectamente en la acción.
La película está guiada por un hombre que hace todo por impresionar y demostrarle su valía a su hija; la susodicha, que no es más que la típica empollona, en este caso presentada como una fanática de la política; y el Presidente de los Estados Unidos más enrollado y surrealista que se ha visto en la gran pantalla. Acompañándolos encontramos a unos villanos de catálogo con motivaciones de manual y una fémina que representa toda la parafernalia institucional.Con semejante descripciones es lógico que al final acabemos agradeciendo que estén la gran mayoría del tiempo ocupados en otros menesteres que no requiera abrir la boca. Para más colmo, una serie de chistes y gracietas intentarán amenizar la velada, pero más que servir como alivio cómico consiguen romper de forma brusca con el tono conseguido.
Procedan de donde procedan los villanos, los estudios de Hollywood parecen tener la necesidad imperiosa de mostrar una y otra vez el absurdo patriotismo del pueblo americano. Sino no se entiende la mitad de diálogos y reacciones sonrojantes que tienen algunos de los personajes. Como momento apoteósico, encontramos esa escena en la que la joven valiente defensora de la patria enarbola una bandera sobre su cabeza.
Channing Tatum luce como nadie marcando pectorales, pero no consigue estar a la altura de otros héroes de acción de menor envergadura pero mayor carisma. Eso sí, el actor se muestra mucho más convincente en las escenas íntimas que mantiene con su hija en la ficción. Jamie Foxx se desmelena y muestra su cara más divertida, dejando bien claro que ha aceptado el papel para evadirse y pasárselo bien. El resto de secundarios cumplen con su cometido, destacando una Maggie Gyllenhaal que se toma su trabajo tan en serio, que parece estar actuando en alguno de los últimos trabajos de Kathryn Bigelow.
Lo peor de todo es que una vez acabado el visionado y pese a la cantidad de escenas espectaculares, ninguna de ellas llega a tener la fuerza como para grabarse en la retina y generar el impacto que la anecdótica destrucción de la Casa Blanca en 'Independence Day' causó 16 años atrás.
Nota: 4/10