Ha llovido mucho desde que 'El diario de Bridget Jones' se convirtió en un fenómeno cinematográfico. La adaptación de la novela de Helen Fielding fue adorada por la crítica, arrasó en taquilla, condujo a Renée Zellweger a su primera nominación al Oscar y grabó su nombre en la historia de la comedia romántica.
No pudo decirse lo mismo de su secuela, 'Bridget Jones: Sobreviviré', que en 2005 dejó una continuación rutinaria que perdió frescura y fue duramente criticada. Sin embargo, no impidió que la franquicia siguiera grabada en el corazón de los espectadores y que, a pesar del paso del tiempo, película tras película continuara despertando pasiones, como ya demostró 'Bridget Jones' Baby' en 2016 y como vuelve a ejemplificar 'Bridget Jones: Loca por éll', su nueva entrega.
En este punto, cuando ya hemos visto al personaje de Zellweger pasar por todo tipo de enredos, cabe preguntarse qué más puede aportar para mantener nuestra atención. Seguir exprimiendo triángulos amorosos carecía de sentido, sobre todo tras el final de la última película, donde Bridget vivió su final feliz formando una familia con Mark Darcy, no obstante, esta cuarta entrega, que adapta el último libro de la franquicia escrito por Helen Fielding, apuesta por un giro abrupto de los acontecimientos que da más sentido que nunca a realizar una continuación.

Y es que la vida siempre es impredecible, y Bridget, como cualquiera de nosotros, se ve asolada por los múltiples baches que esta le pone de frente. Tras el éxtasis del final de 'Bridget Jones' Baby', debe afrontar el duro golpe de la muerte de Mark Darcy y replantearse todo su mundo, lo que le será difícil de sobrellevar con la crianza de sus hijos de por medio o los recuerdos de su pasado.
Como consecuencia, estamos ante la versión más humana del personaje, ante una Bridget más identificable que nunca. La saga, gracias a las imperfecciones, tropiezos y cercanía del rol de Zellweger siempre se ha caracterizado por situaciones en las que era fácil verse reflejado, pero siempre a través de la ligereza de sus enredos. En esta ocasión, aunque el factor cómico se mantiene intacto, la historia adquiere un mayor poso, adentrándose en temas de más madurez con mucho filo.
El duelo, la conciliación familiar o las trabas de envejecer son algunos de los temas que salen a la palestra en una historia que nos enseña que, a pesar de los golpes duros, la vida sigue y puede venir cargada de grandes sorpresas. Todo ello apoyado por las habituales peripecias cómicas de la saga y un nuevo triángulo amoroso con Chiwetel Ejiofor, que da vida al estricto profesor de los hijos de Bridget; y Leo Woodall, quien interpreta a un joven veinteañero que cae rendido ante Bridget sin importarle la diferencia de edad.
Una mezcla emocionante de drama y comedia
Uno de los méritos de 'Loca por él' está en cómo se mueve entre estas dos vertientes, entre la profundidad del drama y los enredos cómicos más alocados. Es una mezcla dispar, pero gracias a la ligereza con la que presentan los temas y a la naturalidad con la que fluyen, con pequeñas pinceladas que acarician los puntos dolorosos sin meter el dedo en la yaga, se consigue una armonía perfecta entre la risa y la lágrima.
Renée Zellweger, quien entrega su actuación más compleja como Bridget Jones, también ha tenido mucho que ver. Es notorio que tiene al personaje muy interiorizado, traduciéndose en un control muy medido de cada situación. A fin de cuentas, siendo Bridget su personaje más longevo y reconocido, no sorprende que cada tragedia y anécdota las sienta desde lo más profundo de su ser. De ahí que en pantalla todo luzca tan real.

También hay que destacar el trabajo del director Michael Morris, que se une a la franquicia tras dirigir la aclamada cinta independiente 'To Leslie'. Su experiencia en una cine más pequeño e íntimo le ha dado ventaja para abordar la complejidad de esta secuela, para indagar en los sentimientos de Bridget con naturalidad sin que esto choque con los elementos clásicos de la saga. Aunque eso sí, no todo es perfecto, porque el guion tiene agujeros que es difícil pasar por alto.
El concepto de la película se define y ejecuta con maestría, pero el relato avanza a trompicones. No hay una historia bien estructurada a la que aferrarse, haciendo que las situaciones transcurran sin una lógica definida. Es, por ejemplo, el caso de los vaivenes amorosos entre los personajes de Ejiofor y Woodall, que en muchas ocasiones sientes que no tienen calado real, por no hablar de que están muy lejos de lo que sentimos antaño con Hugh Grant y Colin Firth. De hecho, el regreso de Grant tampoco sale bien parado, ya que, aunque despierte una amplia sonrisa verle de nuevo por estos lares, no dejan de ser un par de instantes anecdóticos (aunque divertidos, eso sí).
En realidad, el problema viene motivado por un metraje innecesariamente largo. Su duración de 130 minutos es excesiva para una comedia de estas características, siendo inevitable que se pierda entre secuencias estiradas sin razón. Aunque, en el fondo, no supone un problema grave. Al fin y al cabo, la parte emocional y el ingenio de sus situaciones cómicas consigue imponerse, dejándonos la que posiblemente sea la entrega más madura y divertida de Bridget Jones.
Y es que el nuevo contexto Bridget, afligida por la muerte de Mark Darcy y superada por las responsabilidades de la maternidad, nos deja una mezcla de comedia y drama completamente irresistible, sobre todo en lo que refiere a sus muchas reflexiones vitales. Una de esas películas que a uno le animan los días más depresivos gracias a un mensaje de superación tan real y emocionante.