'Buffy, cazavampiros' se estrenaba en 1997 y a punto de cumplir la veintena, SyFy la recupera desde el 1 de febrero para una esperada reposición: las siete temporadas centradas en el personaje de Sarah Michelle Gellar sirvieron de bautismo televisivo para toda una generación, cambiando para siempre lo que significaba ser mujer, ser adolescente, y al fin y al cabo, crecer.
Séis años de emisión en los que vimos madurar a toda la pandilla de Sunnydale, cuestionando sus referentes y los nuestros propios en un torbellino de amor, amistad, acción y mucho sentido del humor. Un revoltijo incendiario de cambios de rol, vida cotidiana y asaltos sobrenaturales bañados en comentarios mordaces y pantalones de campana, un fiel reflejo de lo que fue superar los 90 y lanzarse al nuevo siglo.
Si 'Popular' o 'Las gemelas de Sweet Valley' nos entretenían las mañanas de los sábados consiguiendo que medio país quisiera madurar en la soleada California, Buffy logró hacerse universal, y sin perder ni un ápice de frescura, retorcer las claves juveniles para servir de auténtico revulsivo: todos los clichés de la televisión que había funcionado en años pasados al servicio de una cantera de actores que bajo un guión excepcional, supieron actualizarlos sin tomarse a sí mismos demasiado en serio.
Repasamos las claves de la ficción de Joss Whedon que siempre dejó con ganas de más y que elevó a sus protagonistas a la categoría de estrella. Al menos en nuestras carpetas de instituto. 7 motivos por los que si algo aparentemente tan banal logró poner una interrogación en nuestra adolescencia, es porque deberías volver a verla. O tú, verla por primera vez y dejar que cuestione la tuya.
1 Porque cambió las reglas de género
Buffy es rubia, guapa y sexy, como todos los personajes femeninos de los 90. El caso es que aquí ya sonaban los primeros compases de "Wannabe" en cada esquina, y ser mujer por fin no era competir por el amor del capitán del equipo de baseball: Sarah Michelle Gellar supuso la ruptura del frívolo estereotipo al encarnar a una adolescente que ha de enfrentarse a su destino -nada menos que salvar a la humanidad- mientras avanza por el camino hacia el mundo adulto.
Cuestiones como a soledad, la familia, el valor de la amistad, la seguridad en uno mismo, y sí, también las artes marciales, compusieron un retrato que invertía las normas de héroe-salvador-y-chica-a-la-que-salvar. Aquí la que repartía era ella y la que decidía era ella, vestida como le daba la gana y cuestionando lo que le daba la gana. Todos queríamos ser Buffy.
2 Porque nunca abandonó el sentido del humor
Se puede matar vampiros a golpe de estaca, morir, resucitar, querer a tu familia, forjar una personalidad y ayudar a que los de tu alrededor también construyan una, despedirse de seres queridos, y siempre, dejar espacio para el humor. La ligereza de los diálogos daba un aire real a la ensaladilla de mitología y amor sobrenatural, a dones, Destinos -así, con mayúscula- y el más allá. Ironía y rapidez mental para dar un paso hacia atrás y guiñar un ojo al espectador: amigo, somos igual que tú, solo que entre examen y examen, salvamos vidas.
3 Porque se atrevió con un capítulo musical
La sublimación de este saber reírse de uno mismo llegó en forma de capítulo musical, una locura surrealista que se convirtió en historia de la televisión. Imagínate, después de cinco temporadas, el equipo se embarca en un delirio cantado que eriza la emoción del espectador; varias claves para la trama general aparecen entre giros de baile y antes del final, el temazo que resume la serie: "Through the Fire" comienza con la protagonista en solitario hasta explotar en un canon coral de todo el grupo de amigos. Épico.
4 Porque supo mirar a la actualidad del momento
Seguramente ahora la cazavampiros tendría un móvil de última generación que localizaría la horda de demonios de turno en un santiamén; pero en aquel momento los cambios tecnológicos comenzaban a aparecer, y ellos investigaban sobre internet, los beepers (ya, ya, lo sabemos) mientras recuperaban el valor de la historia, la memoria y la potencia mitológica. Siempre con mucha cazadora de piel de imitación, tops atados al cuello, tacón ancho y pantalón de campana con el ombligo al aire. Una adolescente y un supuesto bibliotecario mezclando libros inmemoriales con ordenadores y manicura francesa.
5 Porque de su reparto salieron estrellas
Probablemente para cualquiera nacido después de 1990, Alyson Hannigan sea Lily en 'Cómo conocí a vuestra madre', pero para nosotros es Willow, la increíblemente poderosa bruja y amiga de Buffy que decidió dar el salto a la gran pantalla campamento de música mediante con 'American Pie'. Y sí, Michelle Trachtenberg bordó una tramposa Georgina Sparks en 'Gossip Girl', pero mucho antes fue Dawn, hermanísima y llave de portales dimensionales. Capítulo aparte merece David Boreanaz.
6 Porque nos presentó a David Boreanaz
O Ángel (suspiro), el único vampiro con corazón que nos convenció de que dentro de todo mal siempre hay una escapatoria, siempre hay una dualidad a la que enfrentarse y que nada ha de ser perfecto o universal. El actor, que además protagonizó un spin-off sobre su personaje en la serie, adquiriría la profundidad poco comunicativa y el encanto personal que luego hicieron que la doctora Bones aprendiera a levantar la mirada del microscopio. Y nosotros lo que eran los pectorales.
7 Porque se atrevió con una protagonista gay
Tratar con normalidad cuestiones como la orientación sexual o la salida del armario, normalizar el amor homosexual y hacerlo motor de una de las tramas más potentes de la historia no era tan habitual en la ficción juvenil de aquellos años. Los guionista trajeron la relación de Willow y la aparentemente frágil Tara, y con ella dieron la réplica femenina al Jack (Kerr Smith) de 'Dawson Crece', los dos pilares de todo adolescente gay que empezó a sentirse normal viendo la televisión.
"¿Sabías que algunas de las estrellas que vemos ya no existen? En el tiempo en el que su luz llega hasta nosotros, mueren." Inolvidable.
