"¿Es rara, no? La nostalgia..." puso Fernando León de Aranoa en boca de Candela Peña allá por 2005. Todos le dimos la razón a Caye, aquella princesa que sentía nostalgia por las cosas que no le habían sucedido y por las que (seguramente) nunca le sucederían. Quizá por tratarse de trenes pasados o bien por no atreverse a dejar atrás el andén. La melancolía es incontrolable y eso es algo que Woody Allen sabe muy bien. A sus 80 años, puede que lleve 75 de ellos pensando en todo lo malo que está por venir y lo bueno que no llegó. Siempre en tono de comedia, sátira, con judíos de por medio, dinero, amor, música... Sin embargo, 'Café Society', tan igual como las demás, es diferente. Sin duda la más nostálgica.
Presentada en la 69 edición del Festival de Cannes, su cuadragésima séptima película, que se dice pronto, conmueve como no nos tiene acostumbrados su director. Rebosa ternura desde el momento en que comienzan los créditos a ritmo de la música y aparece ese inconfundible "Written and Directed by Woody Allen" al que, en cada cita anual, miramos con sorpresa y emoción a pesar de tratarse de la misma fuente y el mismo fondo negro (exceptuando alguna excepción como 'Bananas'). Que enternezca como pocas veces se debe a la libertad que se ha concedido el director para contar esta historia que es en realidad un refrito de todas las anteriores llevado a la gran pantalla con la maestría que solo concede la experiencia.
Si una cosa es indiscutible, es que no hay otro como Allen: un (gran) director incapaz de faltar a su cita anual, pero sobre todo, uno de los mejores guionistas del séptimo arte. Cuando nos enfrentamos a sus películas, debemos hacerlo siendo conscientes de que vamos a pasar una hora y media siendo testigos de una sucesión de hechos y situaciones relacionadas con cada una de sus anteriores obras. Ya sean películas, o piezas teatrales. ¿Qué sería de Woody Allen sin su existencialismo?
Precisamente este es el motivo de las bajas en sus filas. Sin embargo, con 'Café Society' viene a demostrar que su cerebro sigue igual de brillante, creando diálogos absurdos que esconden el sentido de la vida. El sinsentido. Porque el ser humano no se rige por pautas, es irracional. Como los personajes que nos presenta a caballo entre la Meca del Cine en su época dorada, y el Nueva York natal del director. Un triángulo amoroso que se convierte en cuarteto para terminar demostrándonos que, en el fondo, aunque hagamos parecer que tomamos decisiones, solo dejamos escapar oportunidades para sentir la felicidad.
De sus últimos trabajos, al que más nos evoca es a la ensoñadora 'Midnight in Paris', por aquello de la nostalgia a lo que no se tuvo y tendrá, como le ocurría a Owen Wilson, alter ego de Allen en la cinta. A pesar de ello, nada más se le parece. Sin tener en cuenta los pilares básicos (amor, suicidio...) de su filmografía, claro. Esta es mucho más agridulce, tierna e incluso conformista en su resolución. Rozamos la felicidad con la punta de los dedos, pero no nos atrevemos a agarrarla. Como Bobby y Vonnie, dúo protagonista de los enredos amorosos que tejen el hilo conductor de la cinta.
Un hilo conductor que es narrado por el propio Woody Allen, que no ha perdido la oportunidad de convertirse en el narrador de su obra. Tomándose la libertad de realizar pequeños flashbacks y de presentarnos historias secundarias que bien podrían no haber sucedido, pero que están presentes de inicio a fin, como la trama de la familia judía. ¿Era necesaria?, puede que no, pero Jeannie Berlin y Ken Stott destacan como patriarcas de ella, cargando a sus espaldas con algunos de los diálogos más cómicos (de los pocos que encontramos). Cómicos y surrealistas, que nos hacen sentir cerca del genio que escribió 'Annie Hall' o 'Un final made in Hollywood'.
Salto al digital
"Es mejor malo conocido que bueno por conocer", pero si vamos reinventar hagámoslo con paso firme debió pensar antes de dar el salto al digital. Es por ello que decidió tirarse a la piscina con Vittorio Storaro, maestro de la dirección fotográfica que ha dado el mismo paso gracias a 'Café Society'. Sin embargo, nadie diría que son primerizos pues crean un mundo de luces y sombras doradas que sintonizan con el lujo que asaltaba Hollywood durante los años 30. Los mismos tonos que, conjugados en primeros planos, ensalzan el amor y las inquietudes que sienten los personajes.
La magia creada entre ambos se sospecha durante todo el metraje, pero es en el plano final cuando no queda ninguna duda de que estamos ante dos genios inagotables de talento. Nunca antes dos planos encadenados seguidos de un travelling circular dijeron tanto en la gran pantalla, dejándonos conmovidos y atrapados por la cantidad de sentimientos que esconden las miradas silenciosas.
Kristen Stewart, el alma del café
Otro de los grandes talentos de Woody Allen suele ser el acierto del reparto, creando gran expectación al anunciarlo y dejándonos perplejos al ver el resultado. Kristen Stewart, la joven de la que aún muchos son incapaces de reconocer su talento, se convierte en el alma de la cinta desde su primera aparición. La intérprete da vida a Vonnie, una enigmática secretaria en una de las majors más importantes. El público se enamora de ella a la misma velocidad que lo hace Bobby, a quien da vida Jesse Eisenberg.
Los dos jóvenes actores vuelven a demostrar su química en la gran pantalla. Si por separado uno de ellos se convierte en un joven Allen con tendencia al tartamudeo, mientras que ella eclipsa jugando a la ambigüedad de una musa discreta, cuando se juntan entendemos la elección tomada por el director. Ambos actores están respaldados por Steve Carell, Blake Lively o Corey Stoll entre otros, quienes también ofrecen unas grandes interpretaciones.
Un sádico cómico
"La vida es una comedia escrita por un cómico sádico", escuchamos en 'Café Society', quizá una de las películas menos cómicas del director. Su ritmo pausado acompañado de una banda sonora idónea, deja menos espacio a los chistes, aunque los hay. Y es en ese preciso instante en el que nos estamos riendo del surrealismo de la vida, que pensamos ojalá Woody Allen no deje de escribir nunca (aunque sean refritos). Por este motivo, no estamos frente a la obra cumbre de su filmografía, pero sí ante una de esas que perdurarán en la historia del cine.
Nota: 9
Lo mejor: Que Woody Allen siga siendo capaz de sorprender y conjugar los mismos temas de forma diferente.
Lo peor: Que nos neguemos sin razón a ver con buenos ojos las últimas obras del cineasta.