Érase una vez... Un época en la que Russell Crowe era un fijo en las nominaciones a los Oscar, Ridley Scott generaba material original y Joaquin Phoenix era una promesa pendiente de confirmación. La situación ha cambiado mucho desde aquel año 2000 en el que 'Gladiator' llegó a los cines y arrasó a base de mandobles y discursos épicos.
Su popularidad es tal que diecisiete años después todavía se baraja la posibilidad de prolongar la historia con una secuela, lo cual da buena muestra de la huella que dejó el proyecto en sus implicados. Crowe venía de deslumbrar con su trabajo en 'El dilema' y Scott no le dio respiro para sacar de él una de las mejores interpretaciones de su carrera. Máximo brilla con luz propia en la filmografía del actor, que encontró dura competencia en la inspirada labor de Phoenix como el antagonista Cómodo.
La cinta recaudó 457 millones de dólares, conduciéndola al segundo puesto en la taquilla mundial de su año, tan solo a la sombra de 'Misión Imposible 2'. Casi un año después de su estreno, 'Gladiator' se impuso en la gala de los Oscar ganando cinco de los doce galardones a los que aspiraba, incluyendo los de mejor película y mejor actor. Hoy en día la película sigue golpeando con la misma fuerza, por lo que recordamos las anécdotas más interesantes de su producción:
Curiosidades de 'Gladiator'
Una pizca de soberbia
Cuando a Russel Crowe no le agradaba algo del guion, cogía un bolígrafo y lo modificaba. Así de fácil. Esa situación se daba a menudo, ya que continuamente se mostraba descontento con el trabajo de los guionistas. Llegó a dedicarle esta declaración de amor a uno de ellos: "Tus líneas son una basura, pero soy el mejor actor del planeta y puedo hacer que la mierda suene bien". Palabras nacidas del rechazo de Crowe a la famosa frase "Tendré mi venganza, en esta vida o en la siguiente".
Demasiado viejo para esta...
La brutal exigencia física provocó que otro actor huyera del papel protagonista. Scott le ofreció el rol de Máximo a Mel Gibson, que por aquel entonces contaba 43 primaveras, pero este lo rechazó porque no se veía capacitado para cumplir con los requisitos debido a su edad. Ocho años le separaban de un Crowe con ganas de comerse el mundo y a quien se le pusiera delante en la arena de batalla. Hugh Jackman y Antonio Banderas también fueron candidatos plausibles para hacerse con el papel.
Demasiado cansancio
El británico Oliver Reed murió en Malta de un ataque al corazón cuando todavía quedaban tres semanas de rodaje. Al ser un personaje de vital importancia para la trama, el seguro contemplaba la posibilidad de volver a rodar con otro actor todas las escenas en las que había estado implicado el conflictivo Reed. Pero la filmación había sido tan intensa que Ridley Scott rechazó esa opción y se modificó el guion para reducir al mínimo posible la presencia de Próximo en el tramo restante, y la magia de los efectos especiales hizo el resto.
Al máximo
El rodaje de las secuencias de lucha no fue un quebradero de cabeza solo para los especialistas, porque Crowe se implico a tal nivel que quedó hecho trizas. El actor neozelandés se lesionó en los tendones de ambos bíceps y se rompió varios huesos del pie y la cadera. De hecho, las heridas que se le aprecian en el rostro en la batalla inicial son reales, ya que su caballo le lanzó a las ramas de un árbol. Al menos había cobrado la musculatura suficiente como para levantar su premio Oscar sin que le supusiera esfuerzo alguno.
A gran escala
El diseño de producción fue uno de los fuertes de 'Gladiator'. De su imponente presupuesto, un millón de dólares se dedicó a la construcción de una réplica del Coliseo de Roma. El edificio elaborado con yeso y contrachapado tuvo un tamaño de un tercio de la construcción original, resultado del trabajo de varios meses en Malta, donde se rodó la cinta. El típico recuerdo que se disputan todos los actores al final de la grabación para llevarse a casa.
Muy compasivo
La gran sorpresa de la película fue la portentosa interpretación de Joaquin Phoenix, que combinó atributos de seriedad y de maníaco para construir un personaje enorme. Uno de sus momentos más poderosos tuvo lugar en la escena en interior que compartía con una temerosa Connie Nielsen, que no se podía esperar lo que iba a suceder. Tras recitar un monólogo en el que manifestaba sus intenciones, Cómodo se acercaba a Lulila y le decía "¿No soy compasivo?". Hasta ahí todo iba como señalaba el guion, pero repentinamente Phoenix repitió su frase con un grito que debió resonar en todo el decorado, y que dejó a Nielsen con una genuina expresión de terror. Una improvisación tan acertada como su elaboración del personaje.
La magia del cine
El presupuesto de más de 100 millones de dólares no fue suficiente para cubrir las necesidades de figurantes en las escenas del Coliseo. Scott recurrió a efectos digitales para aumentar el bullicio, pero por si las moscas ordenó recortar 400 figuras de cartón para hacer bulto entre la muchedumbre. Toda una lección de optimización de recursos en un rodaje.
Reacciones opuestas
No todo fue colegueo entre los compañeros de reparto. Crowe hizo muy buenas migas con Richard Harris, que dio vida al emperador Marco Aurelio, pero su relación con Oliver Reed no cuajó tan rápido. El anciano actor británico, que tampoco le puso las cosas fáciles a Scott, no tuvo problema a la hora de expresarle a Crowe el desagrado que le generaba, e incluso le llegó a retarle a una pelea.
Dicho y hecho
Ridley Scott no pudo quejarse a su director de casting. En la mente de Scott Cómodo tenía el rostro de Joaquin Phoenix, y el actor cumplió el deseó del reconocido cineasta al aceptar el rol. Su interpretación del hijo del emperador ha sido tan paradigmática que Jack Gleeson recurrió a ella para dar forma a su insoportable personaje en 'Juego de Tronos', el odioso Joffrey Baratheon. Aunque hay que recordar que para Cómodo también se barajó la posibilidad de Jude Law.
La morriña de Máximo
La melancolía de Máximo quedó plasmada con la descripción de su idílico hogar. Para captar el sentimiento de nostalgia adecuado, Scott le dio vía libre a Crowe para improvisar, y al neozelandés le vino inmediatamente a la cabeza su propia casa en Australia. Así completó las palabras de su personaje, que mentalmente se encontraba en las antípodas, pensando en el orden de la cocina y el olor del hogar de Crowe.