El estreno en España de '120 pulsaciones por minuto' nos lleva a recorrer la historia del cine en busca de otras películas que han hecho del activismo su bandera, que han salido con su cámara a la calle para respirar o reconstruir ese deseo de cambio. Aunque como es lógico, más que a la historia del cine, debemos atender también a la Historia en mayúsculas, de la que el séptimo arte siempre se ha nutrido en gran medida, reflejando sus transformaciones y momentos históricos trascendentales.
Probablemente más que ningún otro caso, las películas que se han detenido en los movimientos sociales y en el activismo se agarran a una sensación de urgencia, de compromiso y vigencia respecto al tema en cuestión, ya sea tiempo atrás por la importancia de difundir esas imágenes, o en la actualidad con el fin de trazar alguna metáfora sobre el presente a partir de ellas. "Hay que tomar parte en la práctica que transforma la realidad", podíamos escuchar en La Chinoise' de Jean-Luc Godard, el cineasta más revolucionario que siempre estuvo a la contra de la revolución. Por eso, como puede resultar lógico, son aquellos países con un pasado más tumultuoso los que han dejado más obras de carácter activista. No nos extraña que la mayoría de títulos comprometidos y revolucionarios provengan de Francia (Mayo del 68), Estados Unidos (Segregación racial), Chile (Golpe de estado del 11 de septiembre) o la Unión Soviética (Revolución de octubre).
Hablando del cine español, encontramos que a propósito del 15-M no fueron pocos los documentales que trataron de capturar el espíritu del movimiento, entre ellos el ya fallecido Basilio Martín Patino, que con 'Libre te quiero' entregó su última película, una carta de amor a la revolución. También documentales recientes como 'ReMine: El último movimiento obrero', acerca de la huelga minera en Asturias, 'Del poder', sobre la represión policial, o 'No estamos solos', que recopila el auge de los movimientos sociales durante la crisis, han promulgado un ideario activista, de pasar a la acción. Aunque a la hora de conjugar urgencia y un discurso intelectual aún no se han alcanzado los logros de la obra de Pere Portabella durante la transición. En concreto su 'Informe general', que a lo largo de cuatro horas ahonda en las manifestaciones, reivindicaciones sindicales y violencia policial durante el final del franquismo.
De la revolución soviética al París de los noventa
A continuación, nos adentramos brevemente en diez largometrajes de ficción que se han hecho eco de movimientos sociales y hechos históricos que han ayudado a configurar nuestra historia reciente, de 'Sufragistas' a 'La huelga', de Pinochet a 'Selma', que siempre estuvo (y sigue estando) en juego tanto en las calles como en la gran pantalla.
Cine y activismo en 10 películas
'120 pulsaciones por minuto' (Robin Campillo, 2017)
El director de origen marroquí Robin Campillo plasma sus recuerdos y vivencias como integrante de Act-Up París en esta "película-mani-fiesta" ambientada a principios de los noventa, cuando la epidema del SIDA se encontraba en su peor momento. '120 pulsaciones por minuto' combina a la perfección una función pedagógica sobre el VIH, su discurso activista extrapolable al presente y un componente festivo que traslada mediante salidas nocturnas que convierten la película en toda una experiencia audiovisual. Una celebración de la vida que no duda en mirar a la muerte, y a su conclusión invita a participar de su espíritu combativo, de su reflexión asamblearia y de su sentimiento de hermandad.
'Sufragistas' (Sarah Gavron, 2015)
Cuesta creer que un tema como el sufragismo apenas hubiera sido tratado en el cine hasta la fecha. Casi tanto como que todavía haya países en los que los derechos de las mujeres sigan puestos en duda. La película dirigida por Sarah Gavron no pudo llegar en un momento más oportuno, con la sociedad cada vez más comprometida con el feminismo, demostrando su vigencia a través de los actos y la insumisión de las primeras sufragistas británicas.
'Sufragistas' traza un convincente retrato de una época no tan lejana en el tiempo, aunque centra demasiado sus esfuerzos en la dramática historia personal de su protagonista, una lavandera interpretada por Carey Mulligan de la que asistimos a su progresiva involucración en el movimiento, en lugar de trazar un discurso colectivo que hubiera sido capaz de avivar el debate con mayor contundencia.
'Selma' (Ava DuVernay, 2014)
Hablamos de una película cuyo calado fue tan grande en la sociedad norteamericana que su lucha terminó simbolizando los últimos años de la presidencia de Obama. Que su desarrollo sea errático y la dirección de Ava DuVernay caiga constantemente en efectismos termina siendo lo de menos. Las iluminadoras palabras de Martin Luther King y el hecho de recuperar la marcha de Selma a Montgomery de 1965, en la que tras cruzar el Puente Edmund Pettus los activistas afroamericanos del movimiento por el sufragio recibieron un brutal ataque por parte de las fuerzas del estado, no solo ayudó a avivar el debate sobre el racismo en Estados Unidos, una lacra aún latente, sino que supuso plasmar en imágenes y devolver su relevancia a una de las mayores injusticias del Siglo XX, aún no reconstituida.
'Güeros' (Alonso Ruizpalacios, 2014)
Aunque 'Güeros' pueda ser vista como un retrato generacional de la relación entre dos hermanos, cuenta como telón de fondo con una huelga en la Universidad de Ciudad de México durante los años noventa que logra que la propuesta trascienda. Con una estética muy personal, rodada en blanco y negro y en formato 4/3 para recalcar la atemporalidad de sus imágenes, entre masivas manifestaciones y acaloradas asambleas universitarias sus protagonistas descubrirán el amor y encontrarán sentido a las palabras ética y compromiso. Para finalmente, y entre otras lecciones, aprender que el primer paso para conquistar su futuro está en las calles.
'No' (Pablo Larraín, 2012)
La cuarta película de Pablo Larráin está repleta de conquistas, la principal de ellas se debe a filmar en U-matic 3:4 para adquirir el formato visual y la estética del vídeo publicitario gracias al que el NO ganó el plesbicito chileno de 1988, que permitió la llegada de la democracia y el fin de la dictadura de Pinochet.
Esa decisión consigue lo más difícil, trasladarnos a la época a la perfección. Una época de incertidumbre, de represión y de miedos que se aborda con hondura, nostalgia y complejidad, trasmitiendo cámara en mano la humanidad de su lucha. Contando además con una doble ironía, nunca una respuesta negativa trajo tanta felicidad y por primera vez vimos a los publicistas como los buenos de la película.
'Mi nombre es Harvey Milk' (Gus Van Sant, 2008)
Ganadora del Oscar a la mejor interpretación para Sean Penn y al mejor guion original para Dustin Lance Black, activista a favor de los derechos LGTBI, con 'Mi nombre es Harvey Milk' Gus Van Sant llevó al mainstream la historia real del primer político abiertamente homosexual elegido para ocupar un cargo público en los Estados Unidos.
Con su habilidad estética puesta al servicio de un guion comprometido y abiertamente explícito en cada una de sus batallas, el director de 'Elephant' nos traslada a la atmósfera del San Francisco de finales de los 70, siendo capaz de entregar un biopic que al mismo tiempo que sabe seguir sus convenciones para no alejarse del gran público, es capaz de sortear cualquier demagogia o manipulación emocional para reivindicar la vida de su protagonista de forma genuina y políticamente activa.
'Offside' (Jafar Panahi, 2006)
Jafar Panahi rodó esta valiente crítica al lugar que ocupa la mujer en la sociedad iraní poco antes de ser condenado por "actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el estado". Una pena que le impide viajar al extranjero y dirigir películas durante 20 años, aunque desde entonces haya encontrado distintas fórmulas para evadir la justicia y seguir haciendo cine.
'Offside' probablemente no sea la mejor película de su filmografía, pero sí la más directa y urgente, al estar filmada en vivo durante un partido clasificatorio de la selección de fútbol de Irán para el Mundial de Alemania. Su argumento es tan sencillo como demoledor. Desde la revolución islámica de 1979, las mujeres tienen prohibido asistir a los partidos de fútbol masculinos, supuestamente para protegerlas de las injurias y del comportamiento vulgar de los aficionados. Haciendo caso omiso a esta prohibición, varias chicas jóvenes se disfrazan de hombres y adquieren sus entrada para ver el partido, pero son detenidas en las instalaciones del estadio. La relación de complicidad que establecen con los guardas, su mensaje de sororidad y el liberador final celebrando el resultado en la calle, consiguen que este necesario alegato por la igualdad sea también una oda al fútbol como elemento transformador de la sociedad.
'La comuna' (Peter Watkins, 2000)
Peter Watkins fue un adelantado a su tiempo, capaz de mezclar documental, ciencia ficción, cine bélico y de anticiparse a la existencia de los realities a lo largo de su obra. Existen pocos cineastas más visionarios y menos reconocidos por el gran público. Aunque se dio a conocer en todo el mundo con el cortometraje 'El juego de la guerra', un falso documental sobre la explosión de una bomba nuclear en el Reino Unido por el que ganó el Oscar en 1965, el resto de su filmografía no ha sido muy divulgada, quedando reducida a pequeños círculos cinéfilos y de festivales. Algo sorprendente cuando su alcance y relevancia no pueden ser más actuales.
El dispositivo que utiliza Peter Watkins en 'La comuna', su última película hasta la fecha, consiste en apropiarse de las formas televisivas para documentar el rodaje del propio docu-drama sobre el movimiento insurreccional que gobernó la ciudad de París del 28 de marzo al 28 de mayo de 1871, instaurando un proyecto socialista y autogestionado. Rodada a lo largo de dos semanas en una fábrica abandonado a las afueras de París, la propuesta nos enfrenta a personajes del siglo XIX mirando a cámara o hablando a través del micrófono para las televisión comunal, mientras que las declaraciones de los actores y sus personajes se entremezclan para traer a la actualidad aquel levantamiento insurgente y utópico en toda su dimensión, a lo largo de seis horas que se antojan la piedra rosetta del cine político del siglo XXI.
'La clase obrera va al paraíso' (Elio Petri, 1972)
Su evocador título es solo la primera y cruel ironía de este mazazo directo a la yugular que retrata las duras condiciones de una fábrica en la Italia de los setenta y el surgimiento de un movimiento sindicalista que afectará de forma muy distinta a sus trabajadores. Por difícil que parezca creerlo, se trata de un película política que pone en duda cualquier esperanza y la posibilidad de una toma de conciencia, pero en clave de thriller psicológico, dado que que reflexiona acerca de su discurso obrero impactando al espectador mediante los mecanismos del sonido y del montaje, con una fuerza visual y un ruido constante que transmite el desasosiego de los trabajadores con extrema crudeza. Además de una altura intelectual marxista pocas veces vista en el cine social.
'La huelga' (Sergei M. Eisenstein, 1925)
El primer largometraje dirigido por el cineasta soviético Sergei M. Eisenstein demuestra su inquietud por plasmar en imágenes los ideales de la revolución bolchevique, filmando escenas de masas con una enorme fuerza visual y carga simbólica, algo que según él mismo llevaría a cabo de forma más perfeccionada si cabe en 'Octubre' y 'El acorazado Potemkin'.
Con la exaltación de los valores y los derechos del trabajador como punto de partida, la constante dialéctica que establece el montaje entre los burgueses zaristas y el proletariado, enfrentados en plena huelga, llega a su punto más álgido en una revuelta final que es sofocada masacrando a los insurgentes, algo que Eisenstein decide mostrar, o más bien no hacerlo, a través del sacrificio de una res en un matadero como terrible elipsis.