Se cumplen 22 años del estreno en España de 'Pena de muerte', protagonizada por Sean Penn y Susan Sarandon, que ganó el Oscar a mejor actriz por su interpretación de la religiosa Helen Prejean, célebre por compartir en un libro su reveladora experiencia en el corredor de la muerte. Una efeméride que llega en pleno debate alrededor de la prisión permanente revisable en nuestro país, una especie de cadena perpetua por la cual el condenado solo puede recobrar la libertad tras superar una serie de plazos pasados los años. Lo que irónicamente nos recuerda a las sucesivas denegaciones del tercer grado penitenciario que sufría el personaje de Morgan Freeman en 'Cadena perpetua'.
Mientras la mayoría de juristas y catedráticos inciden en la necesidad de derogar la prisión permanente revisable, que sitúa a España entre los países con las condenas más altas de Europa, el Gobierno no ha esperado a la resolución del Tribunal Constitucional y ha decidido aprobar un anteproyecto de Ley para ampliarla como respuesta al clamor popular que han despertado crímenes como los de Diana Quer. Y aunque la película dirigida por Tim Robbins sea un alegato en contra de la pena capital, que no olvidemos sigue siendo legal en la mayoría de estados norteamericanos y que todavía se aplica en países de todo el mundo a los que no nos convendría equipararnos, la humanidad de su mensaje es extrapolable a la hora de establecer una reflexión sobre el sentido de la justicia en nuestra sociedad. Además de para recuperar una serie de títulos carcelarios imprescindibles.
'Pena de muerte' se adentraba con la sensibilidad precisa para abordar las consecuencias de un crimen múltiple y el dolor irreparable que causaba en la sociedad. Y lo hacía desde un aparentemente contradictorio punto de vista, el de la misercordia hacia el asesino. Estableciendo una equidistancia intachable, la película nos recordaba que la redención era posible y que en ningún caso la muerte asistida del culpable conseguía paliar la pérdida de seres queridos. Al igual que el cine bélico es por definición antibélico, el cine carcelario se debe a su condición humanista, no puede evitar señalar el valor de libertad del individuo y la importancia de la vida humana hasta sus últimas consecuencias.
Basadas en hechos reales
Una temática que se ha reflejado a lo largo de la historia desde múltiples ópticas, destacando las vivencias en los campos de prisioneros durante la Primera y Segunda Guerra Mundial. Películas como 'La gran evasión' (John Sturges), 'Traidor en el infierno' (Billy Wilder) o 'La gran ilusión' y 'El cabo atrapado' (ambas de Jean Renoir) intentaron arrojar algo de esperanza al sinsentido bélico y el confinamiento con tanto sentido del humor como lucidez.
Así que por supuesto, el subgénero carcelario se ha nutrido de historias basadas en hechos reales. Desde grandes fugas y epopeyas como 'Papillon', de la que está en marcha un remake; a historias mínimas como la del médico encarcelado por atender al asesino de Lincoln y que John Ford inmortalizara en 'Prisionero del Odio'; o la del joven norteamericano Billy Hayes, que traficaba con heroína y acabó sufriendo las torturas de una prisión turca en la explícita 'El expreso de medianoche'. Y por último, sin irnos más lejos, el caso de Salvador Puig Antich, la última persona ejecutada por Garrote Vil durante el franquismo, en la película protagonizada por Daniel Bruhl, que en cambio no ha envejecido demasiado bien. Las que sí han resistido el paso del tiempo son estas diez películas imprescindibles gracias su rigor formal, su enfoque narrativo o su valor humano.
El cine de cárceles en diez películas imprescindibles
Hunger (Steve McQueen, 2008)
El conflicto del IRA ha sido ampliamente tratado, en particular la situación de los presos de Irlanda del Norte. Recordaremos títulos emblemáticos como 'En el nombre del padre', 'Agenda oculta' o 'The Boxer'. Pero a la hora de elegir una película que condense ese momento clave del pasado reciente del Reino Unido, la de Steve McQueen se distingue por sus decisiones radicales al abordar la historia real de Bobby Sands, que como muchos otros presos entró en huelga de hambre para denunciar a nivel internacional su situación en contra del gobierno de Margaret Thatcher.
'Hunger' es un ejercicio extremo de depuración narrativa. El director de 'Shame' renuncia a situar el contexto histórico y abandona cualquier intento de dramatización convencional para lograr una aproximación física y casi espiritual al día a día en la cárcel. Dividida en tres partes claramente diferenciadas, la huelga de un grupo de presos, la larguísima conversación de Bobby Sands con un párroco resuelta en largos (y escasos) planos fijos, así como su posterior deterioro físico, del que no se omite ningún detalle. Una decisión que puede ser cuestionable por su morbosidad y crueldad, pero que confirma el rigor de la propuesta.
Feliz Navidad, Mr. Lawrence (Nagisa Oshima, 1983)
Que por culpa del cine de Hollywood estemos más habituados al punto de vista de los aliados en los campos de prisioneros nazis, no significa que no existan películas japonesas sobre el internamiento de soldados durante Segunda Guerra Mundial. Una de las primeras fue 'The Thick-Walled Room', con la que Masaki Kobayashi ahondaba en las consecuencias de la contienda a través del trauma psicológico de los militares japoneses que fueron condenados por su propio país como criminales de guerra.
Más estimulante resulta en cambio la propuesta de Oshima, que adapta la novela autobiográfica de Sir Laurens Van Der Post y que se nutre el choque de culturas como clave sobre la que fundamentar su visión sobre el ser humano. Las rígidos códigos de conducta de los soldados japoneses contrastan con la personalidad de los soldados europeos, cada uno con su propio mecanismo de superviviencia. Un extrañamiento que acentúa la dirección, impregnando de melancolía el devenir del argumento, que estrecha lazos imposibles de imaginar entre convictos y captores. La ecléctica e inspirada banda sonora de Ryuichi Sakamoto y la presencia tan particular de David Bowie o Takeshi Kitano hacen el resto.
La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967)
Cincuenta huevos duros. Una secuencia mítica de la historia del cine y el reto por el que Cool Hand Luke pasa a ser una figura mística (el paralelismo con Jesucristo es evidente) para sus compañeros de prisión. Pero 'La leyenda del indomable' es mucho más que una sucesión de escenas icónicas y la actuación inolvidable de Paul Newman, la película de Stuart Rosenberg captura con hondura y tristeza el espíritu de hermandad entre un puñado de presidiarios obligados a realizar trabajar forzosos en la calurosa Florida.
En su reparto figuran George Kennedy, Dennis Hopper o Harry Dean Stanton, dando vida a varios de los presos, almas necesitadas de dignidad que encuentran en la rebeldía, el inconformismo y el ansia de libertad de Luke un espejo en el que mirarse. Que la película se estrenara en plena Guerra de Vietnam ayudó a que se convirtiera en el símbolo de una generación desengañada.
Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994)
La mejor película de la historia del cine según los usuarios de IMDB no podía faltar en esta lista. Una consideración sin lugar a dudas desmedida, pero que demuestra la conexión que 'Cadena perpetua' tiene con el público. Su mayor virtud reside en una narrativa de estructura clásica, aunque impregnada de pequeñas historias que añaden otra dimensión al conjunto, que gracias al uso de la voz en off y del punto de vista del relato empatiza inmediatamente en el arduo tránsito a la libertad de sus protagonistas.
Pero no es casualidad, hay que reconocer a Frank Darabont que con su impecable ambientación de época supiera recoger una herencia de cine carcelario y transmitirla a través de la cinefilia, no en vano la Gilda de Rita Hayworth es fundamental en la trama. El director de 'La milla verde' aplica paso a paso todas las lecciones que ha aprendido del subgénero, en la que probablemente sea la película carcelaria más sólida y rica en su construcción dramática. Algo a lo que el detallista relato de Stephen King también ayuda, hasta conducir a una conclusión (para algunos catártica y para otros almibarada) que sublima los sentimientos de amistad y libertad fraguados durante el metraje.
Pena de muerte (Tim Robbins, 1995)
Aunque la vida en la cárcel queda al margen durante el metraje, la película se sitúa precisamente en el punto de vista de la hermana Helen Prejean para mantener una equidistancia que provoca sugerentes reflexiones sobre la pena capital. Tim Robbins adaptaba sus memorias sin caer en paternalismos ni mensajes complacientes, con una elegancia en la puesta en escena que mantenía la distancia emocional precisa entre los personajes de Sean Penn y Susan Sarandon. Una distancia que paulatinamente se va resquebrajando, gracias entre otras decisiones a la sutil fotografía de Roger Deakins, que mediante el uso de los reflejos de sus rostros en los cristales de la sala de visitas les unía espiritualmente.
¿Qué nos diferencia de un asesino? ¿Puede un criminal sentir arrepentimiento? ¿Puede llegar a sanarse el dolor de las víctimas? La muerte nos iguala, quizás ese sea el mensaje de la película, que no escatima la recreación de los crímenes mediante flashbacks, no huye de la representación de las víctimas y da voz a su tormento. 'Pena de muerte' es una película que interroga al espectador, que cuestiona nuestras convicciones más profundas del mismo modo que su protagonista, que duda de sus creencias cuando sufre el rechazo de la sociedad por apoyar a un condenado a muerte. Pero es a partir de ellas desde las que construye un alegato por una sociedad más justa, cimentada en el amor y el perdón para dar sentido a nuestra existencia.
El día de los tramposos (Joseph L. Mankiewicz, 1970)
Probablemente por su proximidad al teatro, en definitiva una prisión es un espacio restringido en el que encerrar a un grupo de actores/prisioneros, el cine carcelario y la comedia han estado siempre muy unidos, pero nunca tan bien resueltos como en esta ocasión. Joseph L. Mankiewicz redobló la apuesta uniendo comedia, western y cine carcelario, un cóctel que todavía sigue sorprendiendo fuera capaz de afrontar con tanta eficacia y modernidad.
'El día de los tramposos' es una película fuera de su tiempo. En los setenta el cine del oeste comenzaba a entrar en una lenta decadencia. Ya no era el género exitoso en taquilla de antaño y palidecía ante la llegada del Nuevo Hollywood, aunque grandes maestros como Mankiewicz se empeñaran en demostrarnos lo contrario. Kirk Douglas es un "crooked man", un forajido y pendenciero que idea un plan para escapar de la cárcel y recuperar el botín de su último atraco. Lo extraordinario es cómo, sin dejar de ser un entretenimiento, juega con la información del espectador a la perfección y desde la levedad de su argumento es capaz de plantear dilemas morales o representar con dignidad a colectivos habitualmente marginales en el western, como los esclavos afroamericanos y chinos.
¡Quiero vivir! (Robert Wise, 1958)
El cine carcelario se ha nutrido de casos reales en la gran mayoría de ocasiones, pero pocas veces lo ha hecho con la franqueza, el compromiso y la dignidad con la que Robert Wise retrató la vida de Barbara Graham, que fue injustamente condenada a la cámara de gas, marcada por su condición de ex-prostituta, por las malas compañías y por vivir su vida libre de ataduras.
Lejos de la sensiblería y la dulcificación de 'El hombre de alcatraz', que edulcoraba la historia real de Robert Stroud, un convicto peligroso que la película de John Frankenheimer convierte en un afable ornitólogo, Robert Wise quiere a su protagonista con sus contradicciones. La primera mitad de la película presenta su depreocupada y conflictiva personalidad sin juzgar su modo de vida, sus fiestas y correrías nocturnas por las que sería sentenciada en primer lugar por los medios de comunicación y por una sociedad conservadora y cargada de prejuicios; y en segundo por una aplicación de la ley desmedida.
Pero hay dos decisiones en concreto que elevan la propuesta y confirman la maestría de Robert Wise tras las cámaras. El uso de la música, dado que la banda sonora está compuesta en su mayoría por notas de piano y temas jazzísticos. La misma música que ella escucharía de fiesta es la que le acompaña entre rejas, reflejando su forma de vivir. Y por último, instantes antes de la ejecución, que Wise filma con enorme delicadeza y dolor, en el camino a la cámara de gas se le cae un zapato de tacón y la cámara se detiene a filmar cómo el párroco se agacha para volver a colocar el zapato en su pie. Un gesto de dignidad que realza su persona y modo de vida hasta el último momento.
Fuga de Alcatraz (Don Siegel, 1979)
Don Siegel es uno de los grandes artesanos que ha dado la historia del cine norteamericano. Maestro de maestros como Clint Eastwood, no era esta la primera ocasión que se adentraba en el cine carcelario, en los años cincuenta dirigió 'Motín en el pabellón 11', una película de bajo presupuesto y más próxima en sus postulados al cine de serie B, en la que daba una lección de economía narrativa. Con un reparto de caras desconocidas y un planteamiento mínimo, seguía de forma estoica la resistencia de los presos en el interior de la cárcel y su negociación con las autoridades, arrojando una demoledora conclusión sobre el sistema.
Luego vendrían 'La invasión de los ladrones de cuerpos' y otros clásicos por los que se le recuerda. 'Fuga de Alcatraz' seguramente sea el último de ellos. Inspirada en la historia real de tres convictos que se fugaron de la infausta prisión californiana y de los que nunca se encontraron sus cuerpos, Siegel encuentra un equilibrio perfecto entre la dramatización del día a día de los reclusos y el ejercicio puramente audiovisual. Conforme avanza el metraje la película se centra exclusivamente en el desarrollo del plan de fuga, sin prácticamente diálogos, en base al montaje y la detallista planificación de la puesta en escena, creando una tensión narrativa espectacular por su sencillez.
Un condenado a muerte se ha escapado (Robert Bresson, 1956)
Robert Bresson obró uno de esos raros milagros que se producen en la historia del cine. Consolidó su estilo con esta película, protagonizada por un prisionero francés durante la ocupación Nazi, con todo lo que ello conlleva, aunque se desmarca de cualquier otra película carcelaria o de la Segunda Guerra Mundial ya desde su título, tan abstracto y bello, que amenaza con adelantar el argumento. A través de su voz en off y de una rigurosa puesta en escena que sigue mediante largos planos detalle el día a día en prisión, la película adquiere un calado trascendental, convierte su fuga en algo espiritual en lugar de narrativo.
La evasión (Jacques Becker, 1960)
Obra emblemática del cine francés, la película de fugas carcelarias por excelencia, además de film póstumo de su extraordinario director, Jacques Becker, que falleció poco después del rodaje. 'La evasión' comienza rompiendo la cuarta pared, uno de los presos que protagonizó la fuga real en la que se inspira habla directamente a cámara para introducir la historia, que él mismo protagoniza. Un joven acusado de intentar asesinar a su esposa entra en una celda de la que sus cuatro miembros han preparado un plan de fuga.
Pese a partir de preceptos similares, si la puesta en escena de Bresson pocos años atrás utilizaba el plano detalle, movía la cámara y alargaba la duración de los planos para alcanzar una idea trascendental de la experiencia cinematográfica, Becker busca el máximo realismo y el rigor temporal en el seguimiento a la fuga, llegando al punto de filmar en plano fijo todo el proceso. Si hay que cavar una agujero y se tarda cinco minutos en hacerlo, el plano dura cinco minutos. Es un ejemplo de su meticuloso estilo ejercicio de estilo, que no desdeña ni mucho menos el componente humanista y trágico del suceso, con un final memorable.