'Cinema Paradiso', la más célebre obra del realizador italiano Giuseppe Tornatore, ha regresado a los cines españoles este fin de semana con motivo de su veinticinco aniversario. La película es uno de los más sentidos homenajes al cine que se han rodado en su historia y hace de la nostalgia su arma para emocionar al espectador gracias entre otras cosas a un prodigioso desenlace y a una inolvidable banda sonora del maestro Ennio Morricone. Repasamos a continuación, y a partir de varias de las citas más célebres del film, los ingredientes que hacen de este film un clásico para enamorarse del cine.
Historia de aprendizaje
La vida no es como la has visto en el cine, la vida es más difícil
La película nos muestra en su inicio la relación del pequeño Toto (Salvatore) con Alfredo, el encargado del cine del pueblo en el que el joven se cuela para experimentar el placer del cine, que le resulta algo cercano a la magia. La entrañable relación enriquecerá a ambos, convirtiéndose Alfredo en algo parecido a un padre para Toto, al que terminará por enseñarle el oficio de proyectar cine, además de convertirse en su particular consejero vital.
Carta de amor al cine
Aquí eres como un esclavo. Ves cien veces la misma película porque no tienes otra cosa que hacer. Te pones a hablar con Greta Garbo y Tyrone Power como un bobo
'Cinema Paradiso' es ante todo un gran homenaje al cine y a la magia de los clásicos, que a mediados del siglo XX eran recibidos por una audiencia inocente y de mirada limpia con un enorme entusiasmo. El efecto casi mágico que las películas tenían sobre los espectadores más jóvenes, es retratado en los obnubilados ojos del pequeño Toto en cada sesión del Paradiso. Vista hoy, cuando el cine es un espectáculo a menudo banalizado y el ritual de acudir a las salas parece en creciente decadencia, resulta aún más conmovedor observar el entusiasmo por el incomparable arte de contar historias en imágenes.
Romance agridulce
Hagas lo que hagas ámalo, como amabas la cabina del Paradiso cuando eras niño
Ya convertido en un adolescente, Toto (interpretado en esta etapa por Marco Leonardi) mantiene una relación cercana a lo paternofilial con Alfredo, que lo aconseja citando ejemplos del cine clásico, algo que no le servirá en exceso en su relación amorosa con Elena, la hija de un banquero con la que entablará una fallida relación, rota por la desaprobación de su padre. Las desesperadas cartas enviadas por Salvatore a Elena tras la marcha de esta con su familia, no tendrán respuesta pese al entusiasmo del joven.
Elogio de la nostalgia
El progreso siempre llega tarde
El accidente que sufre Alfredo debido al material inflamable de las películas que proyectaba lo dejará invidente e incendiará además el Paradiso, que será más tarde será reconstruido. La película elogia las habilidades de los antiguos proyeccionistas y a la vez refleja las oscuras artes de la censura, que 'secuestraba' los besos o las frases más subidas de tono de las películas estrenadas. Tornatore lo narra en un tono costumbrista, que ensalza el encanto de la inocencia de aquellos tiempos, mientras se mofa sin excesiva gravedad de los evidentes puntos oscuros del periodo que refleja.
Melodrama crepuscular
Tarde o temprano llega un momento en el que hablar y estar callado es la misma cosa
El film arranca con el protagonista frente a la demolición del viejo cine, convertido ya en un afamado cineasta que rememorará los momentos vividos en aquel recinto y en compañía del entrañable Alfredo. En cierto modo, la película ejerce de obituario de una forma de entender el cine (y también la vida), regalándonos un final de antología que hará emocionarse a no pocos espectadores que aún desconozcan esta inmortal obra, que tienen de nuevo la oportunidad de descubrir como mandan los cánones, en la oscuridad de una sala de cine y en pantalla grande.