Han pasado 20 años desde que vimos a Neo dudar por primera vez entre la pastilla roja y la azul. Es un buen momento para revisionar 'Matrix', la película con la que Lily y Lana Wachowski revolucionaron la industria cinematográfica. Puede que su estética, efectos especiales o incluso su trama no nos parezcan hoy en día tan relevantes, pero hay muchos motivos por los que seguir rindiendo homenaje a esta joya de la ciencia ficción que simboliza la distopía del cambio de siglo.
La cinta tuvo un gran éxito en la primera temporada de premios del nuevo milenio, alzándose con cuatro Oscar y dos BAFTA, todos ellos en categorías técnicas, y en general recibió críticas favorables, algo que descendió gradualmente con 'Matrix Reloaded' y 'Matrix Revolutions', la siguientes entregas de lo que finalmente se convirtió en una trilogía de culto. Además de los tres largometrajes centrales, la saga tiene su convergencia transmedia con 'Animatrix', la precuela formada por cortos antológicos de animación. El argumento de la película estrenada veinte años atrás nos sitúa en la vida de Neo (Keanu Reeves), un programador y hacker que lleva toda la vida buscando la grieta en el sistema, hasta que descubre la existencia de Matrix, una simulación virtual o ilusión colectiva en la que se basa el mundo que creía conocer. Morfeo (Laurence Fishburne), hacker y capitán de la nave Nabucodonosor, le hará partícipe de la profecía que le erige como salvador de una humanidad dominada por las máquinas, sintetizadas en la figura del Agente Smith (Hugo Weaving) y sus seguidores. Acompañado de Trinity (Carrie-Anne Moss) y otros rebeldes que han escapado de Matrix, Neo se enfrentará a toda suerte de dilemas éticos y morales en dicho recorrido.
La revolución técnica, estética y visual
Si hay algo por lo que el público, incluso quienes no han visto la película, recuerda 'Matrix', es la imagen de Neo suspendido en una postura imposible mientras esquiva un arsenal de balas. Este efecto visual, conocido como 'bullet time' o tiempo bala, consiste en aparentar que se congela la acción a la vez que la cámara se mueve alrededor de la escena. La técnica ya se había utilizado antes en cintas como 'Jumanji', pero la película la popularizó y la digitalizó en las secuelas. Casi todas las escenas de acción se filmaron al final, pues Hugo Weaving se lesionó el primer día de rodaje, aunque los actores ya llevaban unos meses entrenando con Yuen Woo-Ping, coreógrafo de las producciones asiáticas de acción; las artes marciales, que hasta entonces se habían visto en Hollywood como parte de películas de segunda fila, pasaron a ser mucho más valoradas, así como el trabajo de los dobles de acción.
A los revolucionarios efectos especiales y a las originales secuencias de lucha hay que sumar un inconfundible estilo visual creado por Owen Paterson, el diseñador de producción que tiñó los planos de una fluorescente luz verde que emulaba los monitores de ordenador. Algo que además se complementaba con la inolvidable estética cyberpunk de los personajes, ideada por Kim Barrett: color negro, gafas de sol, cuero y tejidos sintéticos. El estilo fue imitado tanto en la pasarela como en otras cintas como 'X-Men', y parodiado hasta el infinito.
Ante tal despliegue técnico y visual, rodar 'Matrix' no fue precisamente barato: Warner solo estaba dispuesta a dar 10 millones de los 80 necesarios para una producción de ese calibre, pues las Wachowski eran unas desconocidas que solo habían dirigido un thriller negro de bajo presupuesto, 'Lazos ardientes'. Tras ver la primera escena, en la que se usaron por completo esos 10 millones para rodar la lucha entre Trinity y los agentes, la productora estuvo dispuesta a destinar todo lo necesario. Un acierto, pues la película acabó recaudando más de 463 millones y sentando cátedra en la ciencia ficción, a la altura de clásicos como 'Blade Runner'.
El subtexto filosófico
Pese a lo contingente que sea la puesta en escena de un filme, y más en el caso de un blockbuster futurista, 'Matrix' no hubiera sido ni la mitad de revolucionaria si no fuera por su trabajado guion. El argumento da un gran salto en un género que hasta entonces se había centrado en la conquista espacial, y al que las hermanas Wachowski dieron una nuevo enfoque: Internet, realidades virtuales, videojuegos y universos distópicos. 'Star Wars: Episodio I - La amenaza fantasma', que se estrenó ese mismo año, palideció ante un argumento tan innovador. Lo cierto es que la trama está claramente inspirada en 'Ghost in the Shell', un anime de 1995 donde hay ciertos aspectos idénticos a los del filme, como la lluvia digital.
'Matrix' se olvida de amenazas alienígenas y batallas por controlar el espacio para mostrarnos una distopía gobernada por máquinas, un mundo donde se presenta el debate entre determinismo y libre albedrío que se remonta a la tradición filosófica y religosa. ¿Es posible referenciar a Platón, Descartes, Putnam y Baudrillard en una misma cinta, alineados a su vez con mitología religiosa? Las hermanas Wachowski lo hicieron, prueba de ello es cómo el filme ha sigo analizado reiteradamente desde la perspectiva semiótica, filosófica, religiosa y socio-política. Estamos hablando de un argumento que se atreve a mezclar exégesis cristiana, un mito del Redentor, ontología de ciencia ficción de Philip K. Dick, misticismo, religiones orientales, profecías oraculares, telequinesia y metafísica matemática godeliana. Bajo todas esas capas de referencias, Matrix es esencialmente un mito sobre la condición existencial humana, apoyado en relatos tan antiguos como la mitología hinduista que habla de la ilusión de la "Maya", e inspirado directamente en debates metafísicos modernos, como la Teoría del cerebro en una cubeta de Putnam.
Como apuntan desde The Guardian, la maleabilidad de Matrix es su cualidad más definitoria. El filme aboga por la libertad, pero los espectadores pueden tener diferentes ideas sobre el significado del término; Slaloj Zizek, uno de los autores de 'The Matrix and Philosophy', señala que la cinta funciona a modo de Test de Rorscharch, pues cada uno puede ver su filosofía escogida en ella: existencialismo, nihilismo, posmodernismo, y un largo etcétera. "No hay cuchara", dice Neo, es el individuo el que decide si quiere la pastilla roja o la azul, y eso da pie a que el filme apele tanto a la comunidad transgénero como a la extrema derecha.
A grandes rasgos, hay dos formas de entender la cinta: primera, el mundo que conocemos es una mentira; segunda, el mundo que conocemos es modificable. La primera es una idea más limitada y pesimista, y ha dado pie a conceptos como el de 'Redpilling': la pastilla roja de 'Matrix' sirve como símbolo para una corriente que se articula alrededor de la alt-right estadounidense, abarcando desde partidarios de Donald Trump hasta valedores de los supuestamente menoscabados derechos de los hombres, que consideran que el feminismo es, como Matrix, una mentira que envuelve la sociedad. El subforo de Reddit, 'The Red Pill Right', lleva años difundiendo la idea de una conspiración feminista en contra de los hombres blancos, y la metáfora de la pastilla roja ya es parte de la derecha trumpiana gracias al supremacista blanco Richard Spencer, tal y como referencia Hector G. Barnés en El Confidencial. Incluso en 2015 salió a la Luz un documental titulado 'The Red Pill: A Feminist's Journey into the Men's Rights Movement', donde una periodista relata su recorrido desde feminismo hegemónico hasta convertirse una mujer preocupada por la igualdad "real" de ambos géneros.
Resulta cuanto menos irónico que la idea presentada por dos directoras que siempre han promovido la diversidad y cuya visión se correspondería con la segunda forma de entender el filme, haya terminado por ser utilizada como metáfora en contra de los valores progresistas, pero es el riesgo que corre una película cuando trasciende a objeto de culto: sus referencias se funden en la cultura popular, y pueden ser usadas con fines muy distintos a la idea original. Tal vez, si las Wachowski hubieran previsto a dónde podía llevar su vaga definición de libertad, hubieran dado otra vuelta al guion, como sí hicieron en 'Sense8'; la lucha social enfocada desde valores progresistas se representa tan claramente no puede dar pie a segundas lecturas.
La historia personal
En la esencia del subtexto filosófico de Matrix está lo que muchos fans ven como una alegoría personal de vida de las cineastas: Lana Wachowski transicionó en 2012, seguida por Lily en 2016. El simbolismo es fácil de encontrar: Thomas Anderson y su doble vida, en la que tiene otro nombre escogido, su sentimiento vago pero certero de que hay algo que no cuadra. Matrix sería una metáfora del género binario, los agentes que persiguen a Neo simbolizarían la transfobia: "Señor Anderson", llama el Agente Smith a Neo, negándose a apartarlo de la Matrix para que así conozca su verdadera identidad. Incluso la pastilla roja podría ser una metáfora de la terapia hormonal: "Bienvenido al desierto de lo real", dice Morfeo a Neo. Muchos seguidores han señalado que, en los 90, la prescripción de estrógeno tenía el mismo color rojo. Bajo esta lectura, 'Matrix' sería una película bastante personal y optimista hacia el futuro, alejada de los filmes tecnófobos de aquella época: descubrir la realidad de la Matrix hace ver a Neo que existen otros caminos donde puede convertirse en él mismo; "Recuerda, te estoy ofreciendo la verdad, nada más".
No todo el mundo comulgará con la idea de que 'Matrix' es verdaderamente una obra maestra, pero es un hecho probado que sus influencias siguen presentes dos décadas después del estreno. Su revolución técnica y visual, las diferentes lecturas a luz de su potente y ambiguo mensaje, la distopía de imaginar realidades virtuales cuando aún utilizábamos internet por cable; existen motivos de sobra para homenajearla. Numerosos filmes, desde 'Kill Bill' hasta 'Origen', pasando por 'Watchmen' y 'Oblivion', beben directamente de esta cinta. Incluso la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos posee un ejemplar de su libreto por su "gran importancia histórica y cultural". Poco más que añadir sobre una de las últimas películas de culto rodada en el siglo XX, que supo adelantarse a sus coetáneas para convertirse en una obra que permanecerá durante mucho tiempo en la cultura popular.