Está claro que se hicieron varias cosas mal en 'Liga de la Justicia', pero la quinta película del Universo Extendido de DC siempre será recordada, especialmente, por el bigote de Henry Cavill. Desde su estreno, la cinta dirigida por Zack Snyder fue el objetivo de una avalancha de memes debido a la desastrosa edición que hicieron con él en postproducción, lo que hizo que se grabase en la memoria de los cinéfilos como uno de los peores efectos de VFX que se han realizado en la gran pantalla.
Recientemente, Paramount compartió varias imágenes sacadas directamente de 'Misión Imposible: Fallout', la nueva entrega de la saga de acción para la que el actor tuvo que dejar que su bigote creciera. Tal fue la indignación de los fans de la película de DC que utilizaron una de las imágenes para desatar su ira, aunque, eso sí, en forma de memes. Pues bien, ahora, un usuario ha demostrado que con un ordenador barato y un software gratuito, se podría haber conseguido un mejor resultado que el obtenido con el presupuesto millonario de 'Liga de la Justicia'.
El software utilizado para ello no es otro que FakeApp, un programa conocido por ser utilizado para crear deepfakes, es decir, vídeos eróticos con famosas. Pues bien, el usuario ha conseguido con tan solo una inversión de 500 dólares, lo que cuesta el ordenador que ha usado, quitar el famoso bigote con un resultado bastante más satisfactorio que el obtenido en la película de Warner Bros.
Agua pasada
Como se suele decir, lo hecho, hecho queda, por lo que ahora es mejor disfrutar de la actuación del actor en el regreso de Ethan Hunt: 'Misión Imposible: Fallout'. La nueva película, protagonizada por Tom Cruise, llegará a los cines el próximo 3 de agosto y hace unos días, con motivo de la Super Bowl, pudimos ver un primer avance.
Misión imposible, de peor a mejor
'Misión imposible 2'
Resulta difícil decidir cuál es peor, o mejor dicho, cuál más cargante, si la primera o la segunda entrega de 'Misión imposible'. Vamos a concederle ese 'honor' a la que realizó John Woo, Misión Imposible 2 (2002), porque es aún más ridícula en su desmesura y en su pretenciosidad. En especial, su exasperadamente dilatada última media hora, que puede aspirar a ser el pasaje más desquiciadamente exagerado de una película de acción. Y eso que en los noventa abundan múltiples ejemplos, desde Mentiras arriesgadas a Eraser (Eliminador) pasando por películas protagonizadas por Jean-Claude Van Damme, Sylvester Stallone, Bruce Willis o la misma Saga Bond protagonizada por Pierce Brosnan. Condensa los defectos de aquella nefasta década para el cine de acción: meros alardes como fuegos de artificio en forma de acrobacias y piruetas, en este caso ralentizadas (en las que no pueden faltar como complemento, siendo una película de Woo, alguna que otra paloma), en peleas (incluidas patadas al modo oriental), tiroteos y persecuciones automovilísticas o en motocicleta (Hunt en posición de sidecar con su propia moto deslizándose sobre el pavimento no tiene desperdicio). Los cuerpos son meras masas elásticas a la par que acorazadas que como pueden resisten golpes o caídas. La primera hora resulta digerible quizás porque esperas que saque algún partido de la variante que realiza de Encadenados de Alfred Hitchcock, con hombre enamorado que envía a realizar una misión a la mujer que ama con el hombre que estuvo enamorado de ella (incluida secuencia en hipódromo). Debía tener envidia de las recurrentes referencias al cine de Hitchcock que realizaba De Palma. Pero queda también en vana cita de la que no sabe extraer su potencial. Eso sí, ya anticipa los horrores de la última media hora con esa coreografía de coches a la carrera y en colisión y cortejo al ritmo de taconeo de flamenco.
'Misión imposible'
Brian de Palma quería desmarcarse de la serie en 'Misión imposible' (1996). De hecho, los productores invitaron a Reza Badiyi, el director que más episodios había rodado de la serie, para que estuviera presente en el rodaje como asesor, pero De Palma, amigablemente, tras decirle cuánto admiraba la serie le dijo que no pretendía para nada inspirarse en la serie, así que para que ninguno se sintiera incómodo, Badiyi abandonó el set y no retornó jamás. También habían ofrecido a los actores de la serie que intervinieran, aunque la finalidad es que murieran todos en el primer acto.Martin Landau, uno de los actores protagonistas de la serie, declararía, años después, que declinó la invitación porque le parecía que el planteamiento de la película no tenía nada que ver con el de la serie. Esta tendía a los juegos de inteligencia mientras que la película era ante todo una película de acción. Lo poco que quedaba de la serie era su aprecio por los gadgets tecnológicos y las máscaras, nada extraño en un cineasta como De Palma al que le gustan tanto los trucajes y jugar con las falsas apariencias. De hecho, se puede decir que uno de los escasos atractivos, aparte de su sombría iluminación, es el hecho de eliminar a las primeras de cambio a buena parte del equipo que realizan las misiones imposibles. Después, no queda sino la suma de una serie de tracas que intentan animar un inconsistente trayecto dramático en el que ni los personajes ni el propio juego interesa demasiado. Intenta ser una película de James Bond aunque con ciertas ínfulas de seriedad, o cierta sombría severidad, que pretende remedar la densidad de ciertas películas de espías de los 60, algo habitual en De Palma, quien intenta aparentar lo que no puede ser.
'Misión imposible: Nación secreta'
Misión Imposible: Nación secreta (2015), de Christopher McQuarrie, tiene sus cualidades, y más que defectos, limitaciones. Sus estimulantes cualidades provienen de que sigue la estela de Skyfall(2013), de Sam Mendes al explorar las sombras de las agencias gubernamentales con perspectiva crítica. Sus limitaciones provienen de que no es 'Skyfall'. Carece de la densidad de la obra de Mendes en la exploración de la sombra o del Doble, del reverso siniestro, que se reflejaba en la elección de espacios o en la correspondencia de elecciones formales. También es verdad que McQuarrie no es Mendes, aunque sea un estimable cineasta, como ya había demostrado en Jack Reacher. En 'Misión imposible: Nación secreta' lo más interesante proviene del personaje que se desmarca de ese patrón, el personaje fluctuante, difícil de perfilar, el personaje que no se sabe muy bien para quién trabaja, qué quiere y qué desea, y a quién será leal, en qué medida será fiable, en qué grado su modo de actuar es simulación. Su apellido no deja de ser elocuente, Ilse Faust (Rebecca Ferguson). Es el personaje ambivalente en un cenagoso juego en el que los contrincantes pertenecen a las agencias gubernamentales, como la lid en 'Skyfall' también era un enfrentamiento interino, entre los monstruos sublevados y la madre creadora. Una maraña de apariencias en la que están involucrados aquellos que se presupone que son aliados, como quienes se montan su propia fiesta para animar el tablero geopolítico. Esa nación secreta del subtítulo en que se convierten los juegos de poder, las subterráneas dinámicas de las instituciones gubernamentales, con su creación de falsos monstruos ajenos, ignoradas por el ciudadano medio sin saber de qué modo influyen en sus vidas. De nuevo, Hitchcock salta a la palestra, como influencia, en este caso con la secuencia climática de El hombre que sabía demasiado, en la excelente secuencia del intento de atentado durante la representación de una opera en Viena.
'Misión imposible III'
El hombre saltimbanqui acróbata de la segunda entrega se convierte en Misión imposible III (M:I-3)(2006), de J.J. Abrams, en un hombre más mundano que salta pero puede que alcance el otro lado por poco o que por pelos no se precipite en el vacío. En 'Misión imposible III', Hunt sigue siendo un eficaz hombre de acción pero parece que se magulla más, que puede cometer torpezas o ser superado en ocasiones. También como en la anterior combina la motivación personal con la profesional cuando se pone en juego la vida de la amada, pero ambas difieren mucho al respecto. En la anterior todo resulta más operístico y grandilocuente. En cambio, esta destila una desolación que remarca la impotencia y la vulnerabilidad, como ya evidencia su introducción con la vida en juego de la mujer que ama, encarnada por Michelle Monaghan (y que se extiende a la misma representación de la violencia). De entrada, Abrams nos baja a ras del suelo a un agente que parecía pertenecer a otro universo paralelo, más abstracto también, el de las correrías excepcionales de los agentes, y nos lo presenta como un hombre común y corriente que disfruta de una fiesta con una pareja y unos amigos. De hecho, ha abandonado la acción y se dedica a la instrucción. Lo anómalo, la propuesta de una misión, irrumpe como si fuera una invitación desde el otro lado del espejo. De hecho, hay alguna referencia que otra a la obra de Lewis Carroll. En especial, esa pata de conejo que se persigue como si fuera el Arma definitiva pero que permanece en incógnita incluso al finalizar la película, en un uso más agudamente irónico de la referencia hitchcockiana que sus dos precedentes, en este caso el célebre McGuffin. O no importa la excusa que pone en marcha en la trama, sino lo que se dirime en el trayecto, en este caso la colisión entre la vida de agente y una relación sentimental estable. Por otro lado, Abrams logra sí materializar lo que las otras dos obras no consiguieron, o no quisieron conseguir, aproximarse a la sustancia de la serie, ese juego de inteligencia en el que importa el cómo se realiza 'una misión en la que se entra y sale sin que nadie se entere', como apuntaba Martin Landau, y que queda reflejado en la magnífica secuencia del Vaticano.
'Misión imposible: Protocolo fantasma'
Fue una afortunada elección el haber encomendado la cuarta entrega, Misión Imposible: Protocolo Fantasma (2011) a quien, como Brad Bird, en el terreno del largometraje, había transitado hasta ese momento la animación, con las excelentes Los increíbles y Ratatouille. Apropiado porque quizá, valga la paradoja, para dotar de cuerpo y vida, y equilibrar, a una serie de acciones tramadas sobre el exceso, superando los límites de lo inconcebible, y a la vez hacer sentir que los personajes son vulnerables, se hacía necesario un cineasta que en ese universo en el que lo inusitado parece más posible, el de la animación, había jugado con lo 'increíble' de un modo proverbial. Logra, además, armonizar el apunte cómico, a través del integrante del equipo encarnado por Simon Pegg, sin suscitar ningún cortocircuito que distancie del conflicto dramático de las situaciones. Hay largas set pieces admirables, sobre todo cómo modula y mantiene la tensión, como quien afila un cuchillo, en la doble reunión del intercambio de documentos y diamantes de Dubai (en la que previamente juega con habilidad con lo extraordinario, con la ascensión por la superficie de cristal, o en su culminación, la persecución entre la tormenta de arena). Pero sobre todo destaca, en una narración de fulminante ritmo sin desmayo, la afinada dosificación con la que va dotando de gravedad a la acción (en la que las caídas o riesgo de caídas, o personajes sostenidos sobre el vacío, es una constante), con enriquecedores giros como el nuevo ángulo dramático que aporta el personaje que encarna Jeremy Renner (el segundo componente del grupo), o con apuntes que van densificando, o dotando de centro a la tormenta, como la idea de la pérdida y la retribución que afecta tanto al cuarto componente, encarnado por Paula Patton, como al mismo Hunt, y que deriva en un final de efectiva catarsis que 'recupera' el 'cuerpo' de lo que parecía perdido (la mujer que Hunt ama).
'Misión Imposible: Fallout'
Que Christopher McQuarrie, director y guionista de esta sexta entrega, haya alcanzado la cumbre de la saga haciendo todos los guiños posibles para los fans a la vez que presenta la mejor acción, un tono humorístico perfecto, el ritmo más trepidante y los ya conocidos personajes alcanzando su punto álgido; no está lo suficientemente aplaudido ni de lejos. Con 'Misión Imposible: Fallout' somos testigos de que aprovechar los recursos de una franquicia para hacer una entrega de calidad no solo es posible, sino que puede dar como resultado una película de sobresaliente. Un Tom Cruise más entregado que nunca y un Henry Cavill inspirado en la piel del villano, que camina esa fina línea entre los ja jas y la amenaza como si la hubiese inventado él, son tan solo dos de los puntos fuertes de esta propuesta que además de venir con escenas impresionantes se las arregla para encajar el mejor drama personal en medio de la amenaza. No le falta nada. Una maravilla.