El cine rural español está viviendo un momento óptimo. Quizá no es una buena señal si tenemos en cuenta que el cine es un reflejo del mundo real, y el mundo real, al menos en nuestro país, acusa un grave problema con la España vaciada. Sobre ella habló nuestra industria el año pasado con especial hincapié, ya fuese en clave thriller violento con 'As bestas' o en clave drama familiar con antepasados arraigados a la tierra como 'Alcarràs'.
Precisamente, la película de Carla Simón comparte parte de la esencia y el alma de '20.000 especies de abejas', la ópera prima de Estibaliz Urresola Solaguren que también triunfó en la Berlinale y que apunta a ser uno de los fenómenos patrios del año. Sofía Otero recibió de manos de Kristen Stewart el Oso de Plata en el festival de Berlín mientras que el de Málaga le entregaba al equipo la Biznaga de Oro a mejor película y a mejor actriz de reparto para Patricia López Arnaiz.
Con este espectacular recorrido, la cinta de Urresola llega a las salas con el objetivo de remover conciencias y arrojar algo de luz a un momento tan delicado como el de la infancia de un niño o una niña trans. Otero (que debuta en el cine con tan solo 8 años) interpreta a Cocó, una niña que no entiende por qué la gente de su alrededor le llama Aitor. No se identifica con ese nombre, y no se encuentra ni en la mirada de sus conocidos ni en las palabras de su propia madre.
Este punto de partida permite al guion (escrito también por la propia Urresola, lo que le otorga un total control creativo sobre el filme) adentrarse en la mente de Cocó y ver la vida desde los ojos de alguien con 8 años. La percepción de la vida adulta es clara; impera una necesidad por etiquetar, por definir, por encasillar, hasta el punto de hacer especialmente difícil algo tan esencial como conectar con uno mismo, como identificarse. La directora te lo muestra desde un punto de vista honesto y sencillo, sin caer en el efectismo pero pecando por momentos de simplismo, tratando de no desagradar en exceso a nadie.
La otra cara de la moneda es su madre Ane (encarnada por una genial López Arnaiz), que atraviesa una crisis profesional y sentimental que pretende combatir yéndose con Cocó y sus otros dos hijos a la casa del pueblo, al norte de España, donde viven su madre Lita (Itziar Lazkano) y su tía Lourdes (Ane Gabarain). Como ya hiciese de alguna manera 'Cinco lobitos', '20.000 especies de abejas' aborda y redime tres generaciones de mujeres que parecían escondidas, a la sombra, supeditadas a designios familiares o masculinos, y que parecen aflorar a la fuerza tras un detonante inesperado: su hijo no se identifica como tal, y hay que aceptarlo.
Algo muy fácil en un mundo muy complejo
Hay una máxima en el folclore vasco que Paul Urkijo Alijo utilizó como axioma para su 'Irati', y que se menciona en la película que nos ocupa: "Todo lo que tiene nombre, existe". Hace referencia al traspaso de los cuentos y la mitología generación tras generación (mientras se siga nombrando algo, no morirá), pero también para a la búsqueda de tu identidad, de aquello que te define. Para Cocó encontrar un nombre que le gusta es tan difícil como la realidad de los adultos quiera hacerlo. La trama termina por demostrar cómo algo tan fácil como elegir un nombre se puede volver un quebradero de cabeza para un mundo tan cuadriculado y definitorio como es el de los adultos.
No obstante, aunque se elija un prisma infantil para encarrilar la narrativa, '20.000 especies de abejas' no tiene para nada un carácter ingenuo. Se sirve del costumbrismo propio de la vida rural para hacer que sus personajes reconecten consigo mismos y con sus allegados. La apicultura y el cuidado de las abejas de su tía abuela hará que Cocó comience a tender puentes con su alrededor y a ver la vida de otra manera. La de Urresola es una película con una sensibilidad clara, con esa fragancia estival y casi abstracta de verano que se difumina entre nuestras manos, que podría recordar a la tranquilidad de las película de Studio Ghibli mezclada con una espiritualidad de autodescubrimiento rústico de 'Call Me By Your Name'.
En resumen, '20.000 especies de abejas' es la manera de su directora de romper una lanza en favor de la transexualidad, en intentar hacer más llevadera la vida de esos niños y niñas que aún no saben qué serán (ni qué querrán ser) a través de un relato ambicioso, preciosista y conciliador. Un relato que defiende el poder de la elección, de la mirada; un poder autosuficiente y reivindicativo, para hacer que tu ecosistema también tenga que cambiar y no únicamente moldearte tú. Una especie de trato, de pacto tácito, de "quid pro cuo" entre una niña trans y su mundo, así como entre una abeja y las flores.