Todas nuestras acciones tienen una consecuencia, tanto en nuestro futuro como en el de los que nos rodean: cada decisión que tomamos tira una pieza de dominó que dibuja un camino, una trayectoria irrevocable e irreversible. Dos adolescentes y un veterano agente de la ATF dan buena cuenta de ello en '600 millas', ganadora en el pasado Festival de Berlín a la Mejor Ópera Prima.
La historia es la de dos muchachos que se dedican al tráfico de armas en la frontera entre México y Estados Unidos. Lo hacen como quien comercia con chucherías, de forma despreocupada, temeraria, como si fuera un juego para ellos; sin embargo, un día, se cruza en sus vidas un agente que se encuentra investigando este tipo de negocios y sus vidas no volverán a ser las mismas: uno de los jóvenes consigue escapar pero el otro tendrá que viajar junto al agente hasta un lugar en el que un futuro incierto espera a ambos.
Podría ser una road movie divertidísima pero lo cierto es que '600 millas' es una denuncia incómoda y muy veraz a un suceso que ocurre cada día a miles de kilómetros de aquí. Ripstein combina el ritmo lento y apacible en los diálogos con la crudeza y el frenesí de la violencia a la que asistimos en una cinta que no deja indiferente.
Historia interesante, ritmo poco acertado
Quizá sólo me ocurra a mí pero hay ciertas películas que cuentan con tramas muy interesantes pero lo hacen de una forma tan contemplativa, tan lenta y sin ritmo que consiguen sacarme de la historia. En '600 millas', pasa un poco esto. Ripstein quiere que estemos con los protagonistas en todo momento y tengamos la sensación de que no nos perdemos nada de esas horas que pasamos con ellos; por ello, rueda cada secuencia en un solo plano, sin montaje, sin contraponer siquiera a los personajes en los diálogos.
De este modo, cada momento que elige que veamos lo presenciamos sin cortes y eso tiene un lado bueno y uno malo: el bueno es que permite a los actores brillar como si lo hicieran sobre las tablas del teatro, como si no tuvieran escapatoria a sus personajes; el malo, es que todo es excesivamente largo, dilatado, pueden pasar minutos y minutos en los que no pasa absolutamente nada, sólo un muchacho llorando en una esquina mientras otro mira al vacío. Puede que haya espectadores que puedan resistir este tipo de tempo pero, sin duda, habrá otros que desistan pese a lo interesante de la propuesta.
Aún así, '600 millas' tiene un arranque estupendo en el que describe a los personajes en dos escenas, en dos diálogos perfectos, cotidianos, que podríamos escuchar cualquier día en la calle. Es tan realista que podría parecer que están improvisados. Y esa facilidad para mostrar las relaciones entre personajes es quizá lo que hace que se salve del hastío y nos mantenga atentos hasta el final: hemos entrado tan por el aro con los personajes que no podemos evitar preguntarnos qué es lo que les va a pasar.
El viejo maestro y el joven aprendiz
El grueso del relato, la parte central, sólo encontramos en escena a dos personajes: un joven nervioso, inexperto, fuera de sí, interpretado por un fantástico Kristyan Ferrer; y el agente de policía que guarda la última carta, que sabe que es el amo de la situación incluso cuando se sabe perdido y al que le da vida un Tim Roth comedido pero que muestra su indudable talento en cada intervención.
Esta extraña pareja es la que se ha puesto a las órdenes del primerizo Gabriel Ripstein al que, sin duda, le auguramos una buena filmografía. La decisión de rodar cada secuencia en un solo plano marca un estilo distinto a la cinta y dota de originalidad a una historia que podría ser mucho más común de haberla rodado de otro modo; además, cuando se trata de mostrar la acción y la violencia, sorprende y lo hace sin concesión, como una tempestad que cierra una ventana de golpe: es como si asistiéramos a una partida de ajedrez en la que, de repente, alguien pega un puñetazo a la mesa y todas las fichas caen sin entender nada. En ese aspecto, en el de los cambios de ritmo, es absolutamente brillante.
'600 millas' podría describirse como un thriller de carretera en el que dos actores brillan ante su naturalidad y un director muestra sus credenciales con una historia de denuncia mostrada desde un nuevo punto de vista, original, intimo, cocido a fuego lento y con un puñetazo en las entrañas final que se te grabará en la mente durante días.
Nota: 6
Lo mejor: El duelo interpretativo de Ferrer y Roth. Las sorprendentes escenas de violencia.
Lo peor: Un ritmo, en ocasiones, demasiado lento.