'A escondidas' fue presentada en el pasado Festival de Málaga con una recepción crítica un tanto tibia. Y es que el debut en la dirección de Mikel Rueda, director vasco que hasta ahora solo había trabajado en el campo del cortometraje, juega siempre en esa liga de películas frías y un tanto confusas, que no por ello no han de tener ciertos toques de genialidad, para contarnos el despertar sexual de dos jóvenes muchachos que se encuentran en dos mundos muy diferentes, pero a la vez cercanos.
La película comienza presentándonos a sus dos protagonistas de una forma pausada y relajada. Por un lado, un marroquí ilegal que vive en un centro de refugiados con el constante miedo de ser deportado, por otro, un adolescente de clase media que tiene dificultades para afrontar los sentimientos que están aflorando en su interior. Ambos se encuentran y comienzan a alternar encuentros fortuitos en los que la amistad y cierta atracción comienzan a aflorar entre juegos "heterosexuales" y confesiones mutuas.
Llama la atención que lo que a priori es más difícil, mantener durante todo el metraje el interés por una historia sencilla y mil veces vista en otras producciones, sea lo que mejor se le dé a su director. La plasmación de la confusión adolescente y sus eternas preguntas a través de esta historia de amor prohibido e inesperado, se sostiene fácilmente gracias a una dosificación constante y creíble de las emociones de Ibra y Rafa, sus juegos de miradas y la naturalidad en sus diálogos, todas ellas manifestaciones desarrolladas en situaciones cotidianas y cercanas para cualquier adolescente.
Pero como pasa con la gran mayoría de debutantes, la necesidad de marcar un estilo apremia, y el camino de la trascendencia y el embrollo es el más fácil de tomar. Ciertas decisiones artísticas son más que discutible, como ese montaje que juega de manera poco clara por descolocar al espectador durante los primeros minutos y que luego se resuelve de forma poco sorprendente.
El tema de la inmigración y cómo afecta a la vida de Ibra es otro de los lastres que arrastra la película. Rueda no consigue crear interés por este aspecto tan importante para la resolución de la historia, tirando siempre de situaciones manidas y rocambolescas que pierden su efectividad antes de lo esperado. Cuando los encuentros de Rafa e Ibra se pierden entre papeleos burocráticos y trapicheos al borde de la legalidad, la genialidad también desaparece para dar paso a la mediocridad.
El culmen de esta situación llega con su atropellado final. Mientras que la historia de amor se desarrolla de forma pausada, la necesidad de darle salida cuanto antes y colgar el cartel de 'The End' motiva que en los últimos minutos reine una ligera sensación de desconcierto, provocada por una situación previsible y mal ejecutada. La aparición de ciertos símbolos más que evidentes para subrayar la relación entre los dos protagonistas tampoco eran necesarios, como el tema del colgante o la curación de las heridas.
Dos nombres a tener en cuenta
Pese a las evidentes limitaciones presupuestarias hay que destacar el buen trabajo técnico de todo su equipo. La fotografía granulada, conseguida con un rodaje en 16 mm, otorga una mayor naturalidad al acabado final y casa perfectamente con el tono buscado. Por otro lado, la música, aunque pretendidamente "moderna", también juega un papel importante y están muy bien seleccionados los temas.
En el apartado actoral destacan los debutantes Adil Koukouh y Germán Alcarazu, quienes soportan con solvencia todo el peso de la trama, mostrándose en todo momento muy naturales y emanando una gran complicidad. Aunque sus personajes no tengan ningún tipo de peso, Ana Wagener y Álex Angulo dan todo lo que se espera de ellos y logran captar la atención del espectador en las pocas secuencias en las que aparecen.
