Puede que el nombre de Genki Kawamura no sea muy conocido por el público general de Occidente, pero lo cierto es que es más importante en nuestras vidas de lo que nos creemos. Es el productor (y por tanto parcialmente partícipe) de obras maestras del anime como 'Your Name', 'El niño y la bestia' o la reciente 'Suzume', además de guionista de varias películas de la saga 'Doraemon'. Gracias a su colaboración con Makoto Shinkai o Mamoru Hosoda, la cultura de la animación japonesa creció exponencialmente hasta el punto de admirar sus obras desde el prisma europeo y norteamericano.
Ahora, Kawamura salta a la dirección con el largometraje 'A Hundred Flowers' y, además, se estrena haciendo historia. La película fue presentada y premiada en el pasado Festival de San Sebastián con la Concha de Plata a Mejor Dirección, convirtiéndose así en el primer director japonés de la historia en lograr este reconocimiento. Antes de su ópera prima, Kawamura ya se había estrenado en la dirección con el cortometraje 'Duality', que se presentó en el festival de Cannes.
La cinta narra el descenso a los infiernos del Alzheimer de Yuriko (Mieko Harada), cuya mente empieza rápidamente a fragmentarse dejando entrever síntomas claros de demencia. Su hijo Izumi (Masaki Suda) debe ayudarle a pasar este traumático trance mientras él sigue recordando todo lo que su madre está olvidando. La película está basada en la novela del propio director, 'Hyakka', que a su vez está basada en las propias vivencias del director con su abuela senil. La experiencia personal de Kawamura le confiere a la cinta una sensibilidad especial, casi latente, que no logra sortear los obstáculos típicos de películas sobre enfermedades que hemos ido viendo a lo largo de la historia del cine.
La enfermedad como herramienta narrativa
Lo vimos en 'Una mente maravillosa' con la esquizofrenia paranoide o en 'Forrest Gump' con una leve incapacidad intelectual: la enfermedad acuciante en el protagonista le permite, al tiempo que sufre, desbloquear nuevos formatos mentales que afectan a su condición física. De esta manera, el cineasta de turno también puede reflexionar a partir de ellos y crear paralelismos, cosa que Kawamura imprime aquí de manera solvente. A pesar de todo, 'A Hundred Flowers' encuentra a su semejante en 'El padre', el reciente drama psicológico que le valió el Oscar a Anthony Hopkins.
Y es que, la película de Kawamura y la de Florian Zeller comparten similitudes formales. El Alzheimer que asola la mente de, en este caso, Yuriko convierte varias secuencias en un auténtico laberinto que funciona a nivel formal y, de paso, provoca que el espectador se implique al querer descifrar qué diablos ocurre. El director japonés termina de redondear su propuesta visual engarzando los recuerdos que se fragmentan en la mente de la madre con los que se mantienen vívidos en la mente del hijo. Y lo hace a través de diversas actividades como la pesca o tocar el piano, actividades que les unieron un día y que ahora sirven de bisagra para unir dos almas que se necesitan.
No obstante, era de esperar que 'A Hundred Flowers' cayese en las trampas más típicas de los dramas en torno a las enfermedades o discapacidades, ya que por momentos cae en el regodeo o la autocomplacencia, acomodándose en su relato triste y melancólico. La cinta intenta una y otra vez forzar el drama más absoluto sin dar un mínimo descanso al espectador, volviéndose reiterativa en su afirmación de conceptos ya controlados desde el primer momento y repetitiva por correr en círculos en torno a una misma idea.
En resumen, la primera intentona del productor japonés en la dirección se resuelve de manera eficaz y solvente, sin alardes, y contando con un puñado de personajes sin demasiado carisma. Su pausada e interconectada narración le otorgan un punto elegante pero termina tornándose una cinta típica y con clichés del género de sobra conocidos. Con todo, es una decente carta de presentación de Genki Kawamura, al que habría que seguirle la pista de cerca desde ya mismo.
Lo mejor: El juego psicológico en el montaje.
Lo peor: Es algo lacrimógena y sosa.