Es demasiado mayor para ser un asesino a sueldo o un mercenario en busca de placeres carnales y redención. A sus 57 años y bajo la dirección de David Ayer, Jason Statham encarna a héroes bélicos retirados en la tierra del sinuoso "sueño americano". En 'The Beekeeper: El protector' es un exagente que se gana el jornal como apicultor en una aislada casa de campo y en 'A Working Man', que se estrena en cines el 28 de marzo, es un honrado jefe de obra con un pasado en las fuerzas especiales británicas. Sin embargo, este cambio solo supone un punto de partida diferente, dado que el resultado sigue siendo el mismo: acción desmedida y pura diversión.

El nuevo tándem de Ayer y Statham (todo indica que les queda mucho por contar juntos) surge con dos obras que combinan en perfecto equilibro lo mejor y lo peor de la filmografía del cineasta ilinés; es decir, las narrativas de masculinidades intensas, siendo 'Corazones de acero' y 'Sin tregua' los ejemplos más representativos, y las violentas y vacías fantasías patrióticas contra el crimen suburbano, como 'Sabotage' o 'Cuenta pendiente'.
En concreto, 'A Working Man' se acerca más a lo peor que a lo mejor, tal vez por tratarse de una adaptación firmada por Sylvester Stallone y el propio Ayer de la saga de novelas 'Levon's Trade' de Chuck Dixon, más aptas para la imaginación que para la gran pantalla. En esta versión cinematográfica, Levon Cade (Statham) trata de vivir una vida sencilla en la que pueda ser un ejemplo para su hija. No obstante, Cade debe volver a su versión letal cuando Jenny (Arianna Rivas), la hija de su jefe (Michael Peña), desaparece. Lo que en un principio parecía un simple secuestro, acaba destapando una conspiración criminal que pondrá en riesgo los nuevos planes de vida de Cade.
Aunque parezca contradictorio, la gracia de este tipo de películas es adelantarse a los acontecimientos. Pueden permitirse ser predecibles siempre y cuando el espectador identifique el momento en el que los malos se han pasado de la raya, porque entonces se sentirá parte de la venganza, concluyendo en una gran catarsis. En 'John Wick' es la muerte del perro; en 'The Beekeeper: El protector' es la muerte de las abejas. Estos puntos de inflexión hacen realidad el mayor deseo de los amantes del género de acción: una justificación para la violencia heroica. ¿Quién se va a sentir mal por alguien que ha matado a un animal indefenso por pura maldad?

Por el contrario, el detonante en 'A Working Man' es el secuestro de la hija del jefe de Cade. La escasa vinculación emocional de Cade con Jenny, la débil cimentación argumentativa y las malas interpretaciones (Michael Peña está irreconocible) hacen que el secuestro no llegue a la satisfacción que brinda un punto de no retorno clásico. Aun así, es lo suficientemente convincente como para esperar que el héroe de la historia sirva y proteja al prójimo como mejor sabe: repartiendo leña.
Tras varias escenas de acción sorprendentemente limitadas, se destapa una conspiración criminal tan grande como ridícula. Entre mafias, rusos y personajes que pasarían desapercibidos en el universo de Batman de Tim Burton, la película se desvía de lo verdaderamente importante, que es la espectáculo. El guion de Stallone y Ayer recae en exceso en acontecimientos insignificantes que apestan a conservadurismo conspiranoico, logrando aburrir, lo que parecía imposible en este tipo de cintas llenas de artificio inflamable.
No es tan profundo
Lo que esperaría de 'A Working Man' es, aparte de toda la pirotecnia, que consiga sacar sonrisas. Por suerte, son muchos los momentos en los que, voluntariamente o no, el carismático Statham, experto en el compás cómico de los remates cursis, transforma una persecución fatídica en una mera anécdota cargada de esperanza y buenos momentos.
No cabe duda de que 'A Working Man' es un espectáculo que no se debe a una gran conclusión, sino al proceso que conduce al clímax. Pero en ese proceso hay tal descontrol que es imposible saber quién es el verdadero antagonista, cuáles son sus objetivos o qué es lo que realmente siente Cade hacia lo que hace. Asimismo, Cade aparece y desaparece sin motivo ni explicación enmarcado con una severidad que podría haberse aprovechado como sentencia clara de la propia naturaleza postmoderna de la película.

Si en 'The Beekeeper: El protector' Statham exterioriza su ternura bajo un caparazón de acero con un simple y ridículo "tú eres la única persona que se ha preocupado por mí", delatando así la irreverencia de la cinta hacia la acritud del héroe cliché hipertrofiado, en 'A Working Man' ocurre todo lo contrario (se nota la pluma de Stallone). Es imposible participar en un juego con las reglas de otro, y 'A Working Man' lo intenta, casi saliéndose con la suya. A pesar de sus defectos, tiene las suficientes virtudes como para mirarla con ojos de resignación. Desde luego, si Ayer y Statham regresan con una cinta de temática similar, seré el primer interesado en verla.