Tras el maremoto que ha sido el movimiento Me Too, la autora francesa Karine Tuil publicó 'Les choses humaines', en la que cuestionaba, desde la templanza y con una mirada transversal, el consentimiento sexual y cómo la percepción de este ha ido evolucionando socialmente, hasta el punto de provocar una serie de debates éticos y morales que encuentran su punto de fricción con el sistema judicial, el cual se muestra impasible al ceñirse a la complicada interpretación de los hechos, lo que invita a una conversación aún mayor sobre un problema del que se ha apropiado la política.
Una novela que puso, finalmente, al estado de derecho en el centro y que obtuvo el Premio Goncourt, así como también el Femina, además de ser finalista del galardón Interallié. Una obra que pone en tela de juicio el maniqueísmo de la opinión pública y el sensacionalismo que Yvan Attal se ha atrevido a llevar a la gran pantalla con 'El acusado', que se presentó fuera de concurso en la Selección Oficial del 78 Festival de Venecia y fue nominada al César al mejor guion adaptado.
Attal, quien escribe el guion junto con Yaël Langmann, habitual colaboradora de su filmografía al haber coescrito el libreto de 'Buenos principios' y 'Una razón brillante', sabe llevar al lenguaje cinematográfico la profundidad social e intelectual que Tuil perfiló en su novela, la cual estuvo libremente inspirado en el Caso Turner, sucedido en la Universidad de Stanford en 2016. La autora transformó el asunto en una espinosa versión de los hechos, en la que el protagonista pasa a ser un universitario galo, hijo de uno de los periodistas y presentadores de televisión más famosos de la sociedad francesa y de una reconocida y de una controvertida ensayista que es conocida por formar parte del feminismo radical, que es acusado de violación por la hija del nuevo novio de su progenitora, la cual es hija de un profesor de literatura de y una mujer judía muy beata.
El filme, en un claro tono de tenso thriller, tiene el difícil objetivo de mostrarse distante ante la acusación, al ser una propuesta que narre las versiones de ambas partes, la de la denunciante y el denunciado. Attal mantiene el profundo humanismo del libro original, dándole una incómoda profundidad sobre cómo detrás de ciertas acciones, se esconden personas con sus virtudes y sus defectos. Es más, aquí cobra especial sentido el título original tanto del libro como de la cinta. Attal y Langmann traen mesura a una historia que invitaba al tremendismo y que expone el polémico sensacionalismo del que se ha convertido presa un delito tan grave como es la agresión sexual.
El estado de derecho, el único que debe esclarecer los hechos
El cineasta acierta en no mostrar los hechos, dejando a la interpretación del público el fallo final de lo sucedido, como si fuese un jurado popular al que se le presentan las versiones de los hechos y que recuerdan la importancia de ceñirse al sistema judicial para dirimir si ha habido delito o no. En ese sentido, Attal sigue la senda de Christian Vincent con 'El juez', en la que Fabrice Luchini dejó una frase que bien puede aplicarse a 'El acusado': "No se está para saber la verdad, sino para implantar la ley, aquello que la persona debe o no debe hacer".
En esa línea, Attal deja en evidencia cómo la percepción del consentimiento sexual ha evolucionado dentro de la propia opinión pública y cómo los movimientos feministas actuales han servido para reflejar esa fricción entre diferentes generaciones y de cómo un tema tan íntimo sigue estando tan expuesto ante la sociedad. El cineasta es muy claro ante la aparente irrupción de las áreas grises que hay entorno a ello, exponiendo así la importancia de que sea el estado de derecho el que esclarezca los hechos.
Quizás, desde esta perspectiva, quede muy en evidencia el discurso del progenitor del protagonista, encarnado por Pierre Arditi, un septuagenario que representa cómo su perfil de seductor deja en evidencia a una generación de varones que ha utilizado su posición para sacar provecho de las mujeres, a las que se las tenía en consideración intelectualmente hablando, aunque no por ello se entraba en el terreno del delito sexual, sino en un complicado juego de fascinación y poder, el cual queda reflejado en la influencia del progenitor a su vástago.
Pero 'El acusado' también abarca cómo el supuesto delito pone frente al espejo la teoría y su difícil puesta en práctica cuando se trata de un asunto personal. Aquí se ve con el personaje de la madre, encarnado por Charlotte Gainsbourg (pareja de Attal y progenitora real del actor principal), la cual vive un dilema ante defender la versión de su hijo y provocar que toda su carrera se vea comprometida, o seguir sus propias ideas. A ello se le suma la posición social, de una denunciante de clase media frente a un denunciado que vive de manera privilegiada.
Un largometraje que mira con seriedad un tema de rabiosa actualidad
En ese cruce de acusaciones, sus dos jóvenes protagonistas deslumbran. Primero toca destacar a Ben Attal, hijo del director y de Gainsbourg. Aunque ya había tenido experiencia como intérprete, 'El acusado' es su primer trabajo protagónico. Attal hijo le da una profundidad muy humana a un personaje que nunca llega a ser un arquetipo. Un perfil que explora la psique de un niño bien que lo ha tenido todo y al que se le ha permitido todo por no dedicarle tiempo real a su educación y cuidado.
Aunque la que se convierte en un auténtico descubrimiento es Suzanne Jouannet, la cual debuta en el cine con este papel. La actriz tenía el reto de profundizar en cómo la sexualidad, la intimidad, es percibida de forma diferente dependiendo del sexo. Su personaje deja en evidencia cómo las imposiciones morales, la opinión de la sociedad o la religión influyen directamente en la manera en la que las féminas afrontan su propia sexualidad. Esto, por supuesto, añade una capa más a un filme que logra ser una excepción dentro de un tema que necesita una conversación más serena, especialmente al haber sido apropiado por intereses políticos.
'El acusado' es, quizás, el largometraje más redondo de Yvan Attal, quien ya demostró mano para la comedia inteligente con 'Una razón brillante'. Un filme que expone la importancia del imperio de la ley y del estado de derecho y de cómo este también debe tener en cuenta la evolución propia de la sociedad. Película brillante, de esas que recuerda la importancia de un debate sereno.
Nota: 8
Lo mejor: Lo incómoda que resulta al no posicionarse con ninguna de las partes.
Lo peor: Tiene ciertas subtramas que, aunque en la novela tenían lógica, a la hora de pasarlas al cine, desconcentran sobre la trama principal.