La Segunda Guerra Mundial continúa siendo una fuente de narración de historias y es la manera en la que se aborda lo que hace que, actualmente, un filme destaque, como sucedió con 'El hijo de Saúl' o 'El profesor de persa'. En el caso de 'Adiós, señor Haffmann', el contexto convierte a la historia en una fábula moral que muestra las costuras del comportamiento humano ante situaciones extremas. Dirigida por Fred Cavayé, el director se atreve con la producción de época y un tono de thriller que evoca a sus primeros trabajos para la gran pantalla.
Cavayé lleva al cine la obra de teatro homónima de Jean-Philippe Daguerre, que hurga en la herida del colaboracionismo en la Francia ocupada por los alemanes, uno de los episodios más oscuros de la Segunda Guerra Mundial para un país que fue ejemplo a través de De Gaulle y su espíritu de la Resistencia. No obstante, lo hace a través de un relato concreto, que expone cómo el saqueo que vivió la comunidad judía fue aprovechado y cómo sacó a relucir envidias que estaban enterradas bajo un halo de falsa modestia.
El planteamiento es sencillo: un joyero de origen judío que vive en Montmartre con su esposa y sus tres hijos se ve obligado a huir con su familia cuando el ejército alemán comienza a ocupar Francia y amenaza con llegar a París. Al ser un negocio familiar, toda una vida de trabajo artesano, Haffmann se ve obligado a tener que hacer una falsa compraventa con su asistente para evitar que los nazis clausuren y expolien la joyería. Sin embargo, aunque su mujer y sus vástagos logran escapar a la zona franca, él se queda prisionero en un París asediado por los nazis, lo que le obliga a tener que ocultarse en el sótano de su propio negocio, para disgusto de su asistente.
Un certero retrato de los instintos primarios en situaciones extremas, con un reparto de actores sublime
El trato de cesión es un supuesto que Cavayé, quien firma el guion junto con Sarah Kaminsky, aprovecha para mostrar cómo en una situación límite, las miserias comienzan a surgir. Lo que comienza como un gesto de apoyo del empleado a su jefe termina derivando en un autoritarismo de una persona acomplejada y con sentimiento de inferioridad que aprovechará de forma viciada su poder para explotar a quien se ganó su prestigio con el sudor de su frente. Ese autoritarismo, Cavayé lo aprovecha para sacar a relucir los instintos primarios en una fábula moral sublime que sabe aprovechar su esencia teatral.
Y sabe sacar provecho a sus orígenes teatrales al basar su punto fuerte en su trío de actores, así como ampliar el escenario de un salón con anexo a todo un edificio que es la joyería y las dos calles que se cruzan frente a ella, las emblemáticas rue Berthe y rue Androuet. El escenario se amplía para, paradójicamente ahondar en la sensación de prisión. Aunque quienes elevan al filme de categoría son sus actores. Daniel Auteuil brilla con uno de sus personajes más honestos y entrañables, junto a él, un acertado Gilles Lellouche que va sacando poco a poco el diablo que lleva dentro. La tercera en discordia, Sara Giraudeau, muestra cómo su personaje, que comienza asustadizo y naíf, termina cogiendo fuerza interior, con el que guion aprovecha para evidenciar que momentos como el vivido, no solo crean traidores y cobardes, sino también héroes.
'Adiós, señor Haffmann' es un ejercicio cinematográfico de esencia y ejecución clásica que sobresale gracias a un buen control del tiempo, una narración rápida que va de menos a más, un reparto de actores sublime, una escenografía cuidada, un aspecto técnico notable y que tiene muy claras sus intenciones sobre cómo, citando al sueco Ruben Östlund, ante "situaciones extremas, el ser humano nunca deja de sorprender". Un largometraje hecho para su deleite en la gran pantalla que recuerda que el espectador maduro y con deseo de disfrutar de un relato con aroma a tradicional, sigue teniendo su hueco en las salas.
Nota: 8
Lo mejor: Su diseño de producción y sus tres actores protagonistas.
Lo peor: Aunque va in crescendo su ritmo y va siendo más thriller, al inicio le cuesta un poco arrancar.