Pese a que la cultura popular haya convertido la caza de brujas en un mal que se exportó desde Europa hasta el América, lugar donde tendrían lugar los tristemente célebres juicios de Salem, cabe recordar que en el viejo continente fue donde los castigos y el horror impuesto por la Inquisición se convirtieron en parte de la leyenda negra de Europa. Y en los reinos de Castilla del siglo XVII, esos horrores calarían hondo gracias a los Reyes Católicos.
Serían varios los motivos por los que se introduciría la maquinaria inquisitorial en sus territorios, destacando el ímpetu por querer conseguir una unidad religiosa y el ansia por hacer desaparecer a la minoría judeoconversa. También entendida como una forma de financiación económica, la Santa Inquisición castellana acabaría siendo una de las más duras de todo el panorama europeo, siendo su arsenal de instrumentos de tortura (utilizados para conseguir confesiones de herejes) de lo más variopinto, el cual haría estremecerse de placer al mismísimo Marqués de Sade.
Para su nueva película, el argentino Pablo Agüero construye una historia que pone el foco en un juicio por brujería celebrado en algún lugar del País Vasco en el año 1609. Allí, como si del espacio de una estampa bucólica se tratase, varias jóvenes cantan mientras cruzan el bosque. Esa escena, que podría ser parte de un extracto de momentos costumbristas de época, podría encontrar lo diametralmente opuesta cuando, mucho más avanzada la historia, nos encontremos con las mismas protagonistas escenificando un aquelarre alrededor de una hoguera.
El miedo a la liberación femenina
Como si de una libre adaptación de los textos del antropólogo e historiador Julio Caro Baroja se tratase, lo que este definiría en su obra como 'Las brujas y su mundo', se plasma aquí desde la pura perspectiva de aquellos que sirvieron como mano ejecutora de las órdenes inquisitoriales, haciendo hincapié en los archivos de los procesos en la zona vasca, llevando a cabo una labor antropológica que, en 'Akelarre', viene a ser una clara referencia acerca del empoderamiento femenino y los temores que este empezó a despertar en la comunidad religiosa y entre los varones.
Y siguiendo con las referencias antropológicas a las que está adscrita la propuesta, es lógico que otro de los textos con los que 'Akelarre' está hermanada con 'Calibán y la bruja' de Silvia Federici, obra en la que la historiadora hacía una asociación directa entre la preocupación por los rituales satánicos y las sociedades precapitalistas, donde la mujer (confinada a mantener un trabajo únicamente reproductivo) empieza a tomar parte en la economía.
Lo que planeta Agüero va en perfecta sintonía con ello: en la aldea vasca a orillas del mar de la película, los hombres han partido en sus barcos y las mujeres se han quedado solas en el pueblo. La independencia y libertad de algunas de ellas, es lo que propiciará una denuncia al tribunal de la Santa Inquisición, quienes a harán acto de presencia representando los aspectos más depravados de lo que puede suponer la idea del hombre. Aquí, el recurso cinematográfico que el director se guarda bajo la manga no es el de querer representar de forma fidedigna un juicio por brujería de la época, sino que utiliza el engaño por parte de las protagonistas como hilo que estirar para sostener su trama.
Siendo conocedoras de su situación, las jóvenes intentarán alargar lo más posible los días de interrogatorio, rebelando ante sus historias inventadas acerca de sus encuentros con el Diablo, que el verdadero rostro del horror está escondido tras quienes las mantienen cautivas. Mientras que Arthur Miller rendía tributo a quienes murieron en Salem con 'El crisol' (que tuvo su adaptación homónima en 1996), aquí podríamos estar ante la misma situación aunque extrapolada al territorio vasco, solo que dejando a un lado el espacio judicial y dándole voz a unas víctimas más de la historia, quienes están aquí representadas en Amaia Aberasturi, alzada como la voz de todas esas mujeres que la historia convirtió en mártires.
Nota: 6
Lo mejor: Sus coqueteos con el folk horror, pese a que no sea un título enmarcado en el fantástico y donde no haya espacio para lo sobrenatural.
Lo peor: Que parezca encasillada dentro una formalidad que no le permite ser todo lo visceral que a veces requiere.