Ibon Cormenzana, el productor responsable de títulos como 'Blancanieves', 'Abracadabra' o, más recientemente, 'Viaje al cuarto de una madre' y 'El árbol de la sangre', vuelve a sentarse detrás de la cámara con 'Alegría, tristeza', adoptando el rol de director, un ejercicio que llevaba sin practicar más de 10 años, desde el estreno de 'Los Totenwackers' en 2007.
Con 'Alegría, tristeza', Cormenzana recurre a su talento como director, apoyándose en Roberto Álamo ('La gran familia española', 'Que Dios nos perdone') con una interpretación que consigue elevar la calidad de la cinta. El resultado es una película cuyo núcleo es su protagonista, Marcos (Álamo), un bombero que sufre de estrés post-traumático y una rara condición conocida como alexitimia, trastorno que le ha producido un bloqueo emocional, dejándolo incapaz de reconocer sus propias emociones, ni las de los demás.
La auténtica atracción de esta película es la presencia de Álamo, que, a pesar de todo, no sería tan brillante sin el resto del reparto dando vida a una serie de personajes en órbita con el protagonista. Entre ellos, y de manera especialmente destacable, se encuentra Manuela Vellés, en la piel una de sus psicólogas, uno de los personajes más compasivos y bondadosos de la memoria reciente del cine español; y la jovencísima Claudia Placer ('Verónica') que interpreta a Lola, la hija de Marcos. El personaje de Lola funciona como contrapeso emocional para su padre. La actriz, a pesar de su joven edad, ofrece una interpretación que hace sombra a la mayoría de niños actores.
Sin embargo, el peso de la trama no se reparte armónicamente entre todos los personajes. Maggie Civantos ('Vis a vis', 'Las chicas del cable'), a pesar de su gran talento, no tiene el metraje suficiente para poder brillar, aunque su relación con Marcos sea de vital importancia para el desarrolla de la trama. Carlos Bardem interpreta un papel tan pequeño y de tan poca importancia que ni si quiera resulta reseñable, mientras Pedro Casablanc, en la piel del Dr. Durán, tiene un personaje cuyo conflicto y subtrama resultan más interesantes para la audiencia que para el director, que, por alguna extraña razón, decide abandonarlo completamente a mitad de la película.
'Alegría, tristeza', un "drama-thriller" español
Tanto los cambios de tono como la relación de la trama principal con las secundarias resultan confusas, aunque más o menos terminen funcionando dentro de su propio equilibrio. La película, en palabras de Manuela Vellés, tan solo se podría denominar como "drama-thriller". La historia principal se centra en la vida de un hombre con responsabilidades, padre de una hija, pero que no sabe como seguir viviendo. Vamos, un auténtico drama. Sin embargo, en mitad del metraje la audiencia se encuentra con escenas, tres concretamente, que resultan insufriblemente tensas (dicho en el mejor de los sentidos). Cormenzana y el reparto le dan la vuelta a la narración hasta tal punto, que 'Alegría, tristeza' es, en realidad, dos películas distintas en una.
La estructura narrativa no lineal presenta los hechos de forma no cronológica, lo que funciona muy bien a la hora de dosificar la información, dando solo lo que desea cuando lo desea. Lo primero que se le presenta a la audiencia es el estado presente en el que se encuentran los personajes para, mediante una serie de flashbacks, ofrecer pequeñas pistas acerca de lo que ha llevado a Marcos a esa situación, mostrando como era la vida de la familia antes del gran cambio. Es en uno de estos flashbacks donde tiene lugar el mayor giro de guion de 'Alegría, tristeza': la escena en la que se descubre el evento que ha desencadenado el estado mental del protagonista. Un núcleo narrativo que resulta dolorosamente difícil de ver. La tensión va creciendo en la escena y para cuando la audiencia entiende lo que está pasando, se apodera de ellos una sensación de impotencia e inevitabilidad. Porque quien está viendo la película sabe como va a terminar todo, mientras los personajes permanecen ignorantes ante la catástrofe.
Y esa es, con diferencia, la mejor escena de la cinta. Magistralmente actuada, dirigida y escrita, es además el desencadenante que justifica la existencia misma de la película, dando lugar a toda la trama, atrapando a un hombre en un momento de su vida en el que no es capaz de sentir, víctima de la impotencia propia de algo como lo que ha vivido y está viviendo.
En general, la película también tiene bastantes desaciertos. El mayor y más molesto de todos ellos es la inexplicable decisión narrativa de abandonar completamente la subtrama del Dr. Durán (Casablanc). Lo que sucede, además, de una forma dolorosamente obvia. Cuando la segunda revelación más impactante del guion tiene lugar, aclarando el conflicto y motivación reales del médico, Cormenzana decide pasar de forma instantánea a otro núcleo narrativo, haciendo sombra y restando importancia a este giro de guion en una trama muy atropellada, que no deja el tiempo suficiente a la audiencia ni a sus propios personajes para reflexionar acerca de lo que se acaba de contar, lo que actúa en detrimento del peso dramático de la escena, sin aire que respirar, sin lugar para que las emociones se asienten.
En resumen, 'Alegría, tristeza' funciona gracias a las interpretaciones de su reparto, especialmente de su protagonista, además de apoyarse en la creativa decisión de contar los hechos de forma no lineal, distribuyendo la información solo cuando es necesaria. Las escenas de tensión, más propias del thriller que del drama, funcionan como un tiro, aunque den la sensación de estar fuera de lugar.
Aquellos que quieran disfrutar de una historia que da visibilidad y humaniza las enfermedades mentales podrán encontrar algo cercano en 'Alegría, tristeza'. Desde aquí recomendamos llegar a la película sin haber indagado demasiado, para disfrutar de las revelaciones que el guion tiene que ofrecer, lo que, sin duda, mejorará la experiencia y potenciará las emociones que trata de hacer aflorar.
Nota: 6
Lo mejor: Su protagonista, la trama no lineal y dos escenas llenas de tensión.
Lo peor: La decisión de narrar los sucesos de forma atropellada.