Los efectos especiales seguirán evolucionando en el mundo del cine a pasos agigantados, pero unos ojos expresivos -de un actor o actriz real- siempre serán el mejor arma de un director. El enfrentamiento entre el desbocado asalto de la tecnología en el séptimo arte y sus herramientas tradicionales es una realidad en la que vivimos desde hace décadas, y uno de los cineastas que han facilitado la construcción de las vías del tren que transporta telas verdes y azules ha sido Robert Zemeckis. El director de 'Regreso al futuro' es uno de los pioneros en ese ámbito y a lo largo de su carrera ha tratado de aportar más avances. Lo cual define su estilo tras las cámaras y hace más atractivo enfrentarse a su nuevo trabajo, 'Aliados', en el que todo se sustenta en dos figuras de carne y hueso.
Marion Cotillard y Brad Pitt son los dos inquebrantables apoyos sobre los que se sostiene Zemeckis en este drama en el que la guerra y el amor quedan entrelazados irremediablemente. Sus dos personajes, espías enviados por el bando aliado, se enamoran en una misión en Marruecos y a partir de ahí las particularidades de un conflicto tan tenso y fatídico como la Segunda Guerra Mundial sirven para agitar el ambiente y generar un terremoto de dudas de identidad y de confianza entre marido y mujer. ¿'Sr. y Sra. Smith'? No, por suerte Zemeckis no cae en el simple juego de identidades puestas en duda que el amor debe salvar, sino que aquí el proceso es mucho más profundo y elaborado. Durante esa primera parte de la película, en la que ambos se conocen, el director rinde su particular homenaje a 'Casablanca', que se extiende a otros eventos determinantes más avanzada la película. Algo difícil de resistir para cualquier cinéfilo, y a lo que se recurre como verdadero homenaje y no como explotación encubierta de las emociones generadas por una obra maestra. 'Aliados' podría ser su ilegítima secuela.
La guerra lleva a sus dos protagonistas al límite emocional humano. Sobre todo es el personaje de Pitt el que va cayendo por esa ladera de las sombras del espionaje enemigo, de no saber con quién se comparte cama. Tanto él como Cotillard brindan un recital interpretativo, surgiendo la química entre ellos en el primer contacto. Una relación que se va forjando ante nuestros ojos de forma lineal, como cuando en los clásicos el amor era algo natural que nacía para ser luchado. La película se sostiene en gran medida sobre el trabajo de Pitt, que tiene una mayor carga de protagonismo. Pero como indicaba al comienzo, es un par de ojos el que atraviesa al espectador y se queda a vivir en su pecho. La mirada inquisitiva de Cotillard deja inerme a cualquiera que se fije en ella, con movimientos y gestos que sustituyen a diálogos que jamás alcanzarían ese efecto. Mientras que el grupo de personajes secundarios se olvida con demasiada facilidad. Quizá la militar homosexual interpretada por Lizzy Caplan sea la más memorable, por lo que reivindica, pero ninguno de ellos tiene la posibilidad de escaparse de la fuerza de atracción generada entre los dos protagonistas.
El desierto que no estaba ahí
Siendo conscientes de las inquietudes tecnológicas de Zemeckis, algún pero tenía que haber en ese sentido en una película que podría prescindir de ellos sin problema. En el bloque de Marruecos, destaca sobre todo lo poco natural que resulta el desierto que ve nacer la relación entre los espías. Y ese problema no es baladí, ya que en general la película no logra componer un ambiente de guerra inmersivo. Las consecuencias del conflicto quedan en segundo plano debido al eclipse que genera la pareja sobre el resto de elementos. El imprescindible entorno no está tan conseguido como la elaboración de los propios personajes. Aunque cabe destacar la tormenta de arena que asola en una escena el coche de Pitt en el desierto, en la que, como sucede en varias ocasiones, el silencio tiene su momento de gloria. Y siempre es una delicia que un director se atreva a no subrayar continuamente con la banda sonora lo que los sonidos del ambiente y los actores nos cuentan con una intensidad brutal.
En cuanto a cómo se refleja la propia guerra sobre el guion, se cae en el maniqueo convencionalismo de etiquetar a buenos y malos con un insultante descaro. El héroe encarnado por Pitt es la bondad hecha ser humano, mientras que los malvados nazis son el generador de odio siempre necesario para justificar tiroteos y asesinatos por parte de los protagonistas. El fondo del conflicto bélico se reduce al máximo, aunque esto le llegue a funcionar a Zemeckis para potenciar el sabor y el impacto de todo lo que le sucede a la pareja. Estamos ante una película made in Hollywood, para lo bueno -la notable factura formal y la inconmensurable labor de las estrellas- y para lo malo -el reducido esfuerzo histórico y la idolatría por los héroes impecables.
Sin duda 'Aliados' es una de las mejores películas de Robert Zemeckis en la experimental etapa en la que se ha sumergido en lo que llevamos de siglo. Probablemente porque centra mayor atención en unos personajes que no necesitan de efectos especiales para emocionar al espectador, sino un buen guion -firmado por el atareado Steven Knight- y una dirección solvente. No será un clásico, pero palpita como si lo fuera.
Nota: 7
Lo mejor: La magia con la que hechiza la película cada vez que Brad Pitt y Marion Cotillard comparten metro cuadrado, fotograma o secuencia.
Lo peor: Ciertas adicciones técnicas de Zemeckis y la dificultad de los personajes secundarios para salir a flote.