¡Cuidado SPOILERS!
Tras 'Prometheus' Ridley Scott ha decidido iniciar una nueva saga dentro del universo de 'Alien', que con 'El octavo pasajero' marcó el inicio de su carrera como director. Aquella historia sobre un terrorífico extraterrestre que ataca sin compasión a la tripulación de una nave espacial se convirtió en una de las películas de ciencia ficción más influyentes de la historia del cine, sirviendo de inspiración para numerosas películas de terror espacial además de generar su propia franquicia de videojuegos, cómics, novelas y, cómo no, secuelas y precuelas como ante la que nos encontramos.
Para situarnos, 'Alien: Covenant' no es solo una secuela de 'Prometheus', sino una continuación directa que no termina nunca de funcionar como una película independiente, pero que además resulta prácticamente imposible de comprender sin tener presente su predecesora y haber visto el cortometraje 'El cruce', un prólogo de casi tres minutos que explica los acontecimientos sucedidos entre los diez años que separan las expediciones de las naves Prometheus y Covenant.
En la nave Covenant viajan 2000 colonos y cien embriones rumbo a Origae-6, el planeta elegido para establecer un nuevo asentamiento humano gracias a sus similitudes con la Tierra. Durante los trabajos de reparación de la nave, la Covenant intercepta un mensaje de radio de un planeta cercano que solo puede provenir de un humano. Parte de la tripulación baja hasta la superficie del planeta en busca de la fuente del mensaje y establecer si ambientalmente podría ser un nuevo mundo habitable para los humanos. Aunque al principio parece un lugar ideal, pronto dejará de serlo.
Mientras 'Prometheus' trataba de la búsqueda de una raza superior al ser humano y el origen de la vida, 'Covenant' nos habla sobre los límites de la creación, es por ello que argumentalmente lo realmente interesante de la película recae sobre los hombros de David, el único personaje que continúa como hilo conductor de esta nueva etapa de la saga, una inteligencia artificial que quiere destruir a sus amos y convertirse en una deidad. Si los Ingenieros crearon a los humanos y los humanos a los androides, los androides crearán a los Alien que destruirán al resto de especies, convirtiendo a David en el único Dios creador de vida.
A diferencia de su predecesora, 'Alien: Covenant' abandona el exceso de trascendencia y la rigidez formal con una cantidad abundante de secuencias de terror. En aquella los Xenomorfos quedaban tan relegados a un segundo plano que ni siquiera aparecían, pero en 'Covenant' entran en acción prácticamente desde el inicio. Las intenciones según el propio Scott no son otras que aterrorizar al espectador, pero lejos de alcanzar una terrorífica atmósfera de tensión que nos recuerde al filme original, recurre a mayores escenas de acción y gore que no tienen prácticamente nada nuevo que aportar.
Como decíamos, los aliens no se hacen esperar, al poco de pisar este nuevo planeta dos de los miembros de la tripulación son infectados por las esporas del patógeno y de su boca y espina dorsal empiezan a brotar estos terroríficos seres en las escenas más desagradables y explícitas de la película. A continuación, Scott articula una cascada de huidas y tiroteos que podrían haber hecho de 'Alien: Covenant' una digna secuela de acción y la auténtica película de terror espacial que muchos fans estaban esperando.
Sin embargo, los planes de Scott son mucho más ambiciosos. Lejos de asumir una gozosa condición de "exploit" de la saga, decide continuar explorando con excesiva trascendencia los orígenes del Xenomórfo, la terrible criatura alienígena que hacía la vida imposible a Sigourney Weaver, en una senda iniciada en 'Prometheus' con unas aspiraciones filosóficas y teológicas de las que el director y sus guionistas, John Logan y Dante Harper no consiguen estar a la altura. 'Alien: Covenant' nunca termina de funcionar ni como película de terror ni como reflexión sobre el sentido de la vida humana.
David, el protagonista absoluto
Como punto a favor debemos conceder que el auténtico antagonista esta vez no sea el Alien, redefinido como un engendro de laboratorio que se mueve por instinto y usa al ser humano como huésped para su evolución genética; sino David, el androide interpretado por Michael Fassbender, que se desdobla además en otro personaje: Walter, otro robot idéntico a él que forma parte de la tripulación de la Covenant. Su diferencia de caracteres y dilemas éticos roban el protagonismo a Daniels (interpretada por Katherine Waterston), el clásico personaje femenino fuerte, obstinado y valiente heredero de la Teniente Ripley, pero el binomio encarnado por Fassbender es demasiado fascinante, y solo un actor de su talla sería capaz de crear al complejo y narcisista David y enfrentarlo con destreza al inocente Walter. Gracias a los personajes de Fassbender la película nos hace reflexionar sobre la moral y la lucha por la vida, una lucha incluso más voraz que la de los humanos que se enfrentan al Xenomorfo y cercana al planteamiento sobre los límites de la identidad que propone 'Blade runner'. El resto de personajes, y esto no debería ser una sorpresa, son más accesorios e irán cayendo uno a uno a manos de los aliens. Como dato curioso, la tripulación de la Covenant está formada por matrimonios, una interesante elección de guión para que los personajes teman tanto por su vida como por la de sus parejas y cada muerte tenga un valor dramático añadido.
En resumen, si os sentisteis decepcionados por la falta de monstruos de 'Prometheus' no temáis, que en 'Covenant' hay vísceras y escenas de acción de sobra. Ridley Scott está en un periodo creativo que garantiza un acabado técnico impoluto y un gran espectáculo, pero la complejidad de intentar aunar dos narrativas tan dispares se le queda grande, lo que finalmente nos hace preguntarnos si el director de 'Blade Runner' sabe realmente hacia dónde se dirige con esta nueva serie de películas.
Nota: 6
Lo mejor: Fassbender por partida doble
Lo peor: No funciona como una película independiente y además de 'Prometheus' es necesario ver el cortometraje 'El Cruce' para entender la historia.