Se dice que una amistad encuentra su mayor cualidad en comprender y ser comprendido. Pero si alguien de repente quiere romper esa amistad contigo, ¿Qué hacer? ¿Resignarse y pasar página? ¿Tratar de convencer o persuadir? De este tema, entre muchos otros, trata 'Almas en pena de Inisherin', la nueva película de Martin McDonagh. Tras su paso el año pasado por los festivales de Venecia y Toronto, donde cosechó algún que otro premio, la cinta se postula como uno de los grandes nombres en la carrera hacia los Oscar de este año. Por lo pronto, 'Almas en pena de Inisherin' llega a las pantallas de cine españolas con intención de igualar, al menos, el éxito en taquilla con el éxito en críticas, que ha sido tremebundo.
El director angloirlandés comenzó a ser conocido a finales de los años 90 por sus violentas y grotescas obras de teatro hasta que, en 2004, dio el salto al cine. Se estrenó con el corto 'Six Shooter', que le valió el Oscar a mejor cortometraje. Desde entonces, dirigiría solo tres películas, 'Escondidos en Brujas', 'Siete psicópatas' y 'Tres anuncios en las afueras', siendo esta última la que le valió el verdadero reconocimiento de público y crítica a nivel mundial. Sin embargo, gracias a estas tres obras ha logrado labrarse un estilo propio, donde aborda temas tremendamente serios y profundos a través de la comedia negra, el drama sociorural y la bajeza humana. Además, le ha permitido contar con una serie de actores fetiche que se asoman recurrentemente en sus trabajos, como es el caso de Woody Harrelson, Sam Rockwell o los dos protagonistas de 'Almas en pena de Inisherin'.
Para su nueva película, McDonagh ha recuperado a las dos caras principales de su ópera prima, Colin Farrell y Brendan Gleeson, que interpretan a Pádraic y Colm, dos amigos de toda la vida que una mañana encuentran su relación sumida en una catástrofe. Colm ya no quiere ser amigo de Pádraic, y eso le supone al segundo un apocalipsis porque no entiende su vida sin cambios y, sobre todo, no entiende su vida sin su amigo. A partir de esta sencilla e inequívoca premisa, la película toma unos derroteros sorprendentes cuando Pádraic trata de recuperar su amistad y, al no conseguirlo, Colm le planta un ultimátum. Esto traerá consecuencias no solo a la pareja de examigos, sino a toda la isla y, en especial, a la hermana de Pádric, Siobhán (Kerry Condon), y al joven con problemas del pueblo, Dóminic (Barry Keoghan).
Cine contradictorio
Si pusiésemos lo nuevo de McDonagh en una balanza, quedarían el drama y la comedia en el más absoluto de los equilibrios. 'Almas en pena de Inisherin' es una dramedia en todo su esplendor, en el más estricto sentido de la palabra. Apoyada en unos inmensos Farrell y Gleeson (que si no están nominados al Oscar sería una nueva tropelía de la Academia), la película discurre tan libre como atenaza, tan hilarante como metafísica, tan depresiva como esperanzadora. Se trata, al igual que ocurría con sus anteriores trabajos (especialmente con 'Tres anuncios en las afueras'), de una especie de cine negro contemporáneo y contradictorio que abarca tanto la comedia negra como el melodrama más clásico y tradicional.
No se trata solo de un choque de tonos, sino que Pádraic y Colm se adentran en una pequeña guerra de entendimientos, de filosofías, que termina por resultar nefasta para ambos. Colm, un viejo violinista, está más preocupado por componer y trascender musicalmente que por tirar su tiempo por la borda malgastándolo en una conversación banal que no es más que cháchara vacua. Sin embargo, esa cháchara vacua es todo lo que tiene Pádraic, un granjero solitario y limitado que ve su mundo irse al garete cuando su colega de toda la vida le dice algo dolorosamente simple: "Ya no quiero ser tu amigo". Es en este feroz contraste donde la película encuentra su razón de ser, su poseía vital.
Y es que, en un mundo totalmente globalizado e interconectado, 'Almas en pena de Inisherin' viene a defender la cercanía física, el cara a cara, la introspección, el análisis de la soledad. La diminuta y simple vida de dos amigos irlandeses que viven en una remota isla perdida de la mano de dios se ve sacudida por el sacrificio artístico y musical de uno de ellos, que podría recordar a las 'Whiplash' y 'La ciudad de las estrellas: La La Land' de Damien Chazelle en cuanto a temática, pero con un enfoque totalmente distinto. No obstante, McDonagh aboga por construir un mensaje que confronta: las pequeñas cosas, los gestos amables, es lo que verdaderamente vale la pena, y lo que trasciende. Como diría Bilbo Bolsón: "No hay nada malo en celebrar una vida sencilla".
La importancia del momento y el lugar
Otro de los puntos a favor de 'Almas en pena de Inisherin' es su brutal naturaleza. Aunque se trata de un lugar inventado, se inspira mayormente en Inishmore, una isla de la bahía de Galway, al oeste de Irlanda del Norte. Los apabullantes paisajes, unidos a una preciosa música de Carter Burwell, sirven para darle una personalidad extraordinaria y majestuosa al escenario de la película. El pintoresco e íntimo pueblecito puede parecer muy acogedor, muy exótico, pero su apartada situación geográfica y sus escasas posibilidades comerciales o laborales acrecentan todavía más el desesperado sentimiento de vacío existencial que asola las almas de todos los habitantes. Desde las más instruidas, como son las de Colm y Siobhán, hasta las más desafortunadas, como las de Pádraic o Dóminic, todas las personalidades terminan por sentir hastío, por ahogarse en una sociedad sin futuro, apaciblemente aburrida. Aunque, en la isla de al lado, a un tiro de piedra, aún podía escucharse en 1923 el pleno apogeo de la Guerra Civil Irlandesa (justo después de la Guerra de la Independencia Irlandesa) como telón de fondo bélico, subrayando todavía más esta guerra fratricida tanto a pequeña como a gran escala, y dibujando cierta nostalgia que podría parecer autobiográfica si consideramos la nacionalidad irlandesa de los padres del director.
Sin embargo, 'Almas en pena de Inisherin' se aleja completamente de cualquier tipo de biopic escrito por sí mismo, ahora tan de moda entre los directores hollywoodienses que hasta ha alcanzado a Steven Spielberg con su próxima 'The Fabelmans'. Pero, aunque no cuente su vida, McDonagh sí que logra captar de manera brillante una ambientación perfecta, muy precisa y concisa, que recuerda en intenciones a 'Fue la mano de Dios' de Paolo Sorrentino o, precisamente, 'Belfast', de Kenneth Branagh, más cercana a esta por razones evidentes. En cuanto a temática, tiene muchas reminiscencias cómico-rurales a 'El hombre tranquilo' de John Ford, en lo que respecta a hombres incapaces de entenderse de otra forma que no sea emborrachándose o golpeándose, aunque también trata la crudeza social de un modo similar a 'This is England': una cuadrilla de hombres brutos, gañanes, simplones, pero al mismo tiempo honestos, sinceros, sin un ápice de maldad.
En resumen, Martin McDonagh repite su fórmula tragicómica que tanto le funcionó en 'Tres anuncios en las afueras' pero añadiéndole unos tonos claroscuros latentes también en sus otras dos películas. Una verdadera maravilla, reflexiva y risible, que nos lanza un mensaje necesario y, al mismo tiempo, se aleja de los convencionalismos que le asegurarían un mejor puesto en la carrera de premios. Una de las mejores películas del año.
Nota: 8.
Lo mejor: El impresionante duelo actoral Farrell-Gleeson, la ambientación irlandesa y el subtexto psicológico contradictorio.
Lo peor: Algunas reacciones de un personaje en concreto pueden resultar demasiado exageradas y eso lastra la reflexión final de la película.