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CRÍTICA

'Altamira': El poder del arte para cambiar la historia

Crítica de 'Altamira', de Hugh Hudson. Antonio Banderas protagoniza una película que reivindica la belleza e importancia de nuestro patrimonio.

Por Pedro J. García Más 1 de Abril 2016 | 13:27
Redactor y crítico pop. Me apasiona la animación y veo series por encima de mis posibilidades.

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La Cueva de Altamira es uno de nuestros tesoros nacionales más preciados. Sin embargo, no todo el mundo conoce la tumultuosa historia detrás de este increíble descubrimiento. Hugh Hudson, el veterano director de 'Carros de Fuego' y 'Soñé con África', la reconstruye junto a Antonio Banderas en la película 'Altamira', bajo el auspicio de los descendientes directos de los descubridores de la cueva, la familia Botín. El actor malagueño produce y protagoniza un drama histórico que nos invita a contemplar las célebres pinturas prehistóricas a través de los ojos de asombro de una niña y nos hace comprender el alcance de esta revelación desde la mirada del siglo XIX.

Antonio Banderas protagoniza Altamira

Para ello nos trasladamos a la costa de Cantabria en el año 1879. Allí, una niña de nueve años, María Sautuola (Allegra Allen), y su padre, Marcelino (Antonio Banderas), señor de la alta sociedad cántabra y arqueólogo aficionado, realizan por azar un descubrimiento que cambiará para siempre la historia: unas pinturas prehistóricas increíblemente bien conservadas en una cueva cercana al mar. Los bisontes al galope que adornan las rocas y forman parte de nuestro inconfundible imaginario artístico no solo afectan a las vidas de la familia Sautuola al poner en duda la fe de la devota mujer de Marcelino, Conchita (Golshifteh Farahani), sino que ejercen un gran impacto en la sociedad santanderina de la época.

Por un lado, la Iglesia Católica considera que la afirmación de que los bisontes de Altamira son obra de salvajes prehistóricos es un ataque contra la verdad de la Biblia, y por otro, los círculos científicos, liderados por el prehistoriador Émile Cartailhac (Clement Sibony), dudan de la autenticidad del hallazgo y acusan a Sautuola de haber cometido fraude falsificando las pinturas. La desaprobación de estos organismos hace que Sautuola tenga que cerrar la cueva y se embarque en una lucha para obtener el reconocimiento y recuperar la dignidad perdida por las acusaciones. La cruzada de un hombre y su familia contra toda una corriente de pensamiento para otorgar a la Cueva de Altamira la importancia que le pertenece en la historia y en la evolución de la humanidad. Cueste el tiempo que cueste.

Altamira de Hugh Hudson

Filmada en scope sacando provecho de los hermosos paisajes naturales de Cantabria y rodada en parte en el lugar real del descubrimiento, 'Altamira' posee voluntad de película intemporal, de suntuoso drama de época como los de antes. A esta sensación contribuye el hecho de que la película haya sido rodada casi íntegramente en inglés con un reparto proveniente de diferentes nacionalidades. Sin embargo, esto puede chocar al principio, sobre todo para el espectador español que se acerque a la historia real de los Sautuola para verla en versión original. La elección de rodar en inglés puede encontrar su justificación en la nacionalidad británica del director, así como en la proyección del film en el mercado internacional y su valor como posible pieza de soporte al turismo de nuestro país. Pero otorga a la película un halo de telefilm que le resta empaque considerablemente y obliga al espectador a hacer un esfuerzo extra para aceptar que los personajes de la iraní Golshifteh Farahani o el inglés Rupert Everett (casi irreconocible como el Monseñor que se enfrenta a los Sautuola) son en efecto españoles; un problema que sigue lastrando el cine de época de Hollywood y cuyo ejemplo debería haber servido para no cometer el mismo error aquí.

Un relato de mujeres

Es habitual en el cine histórico que las películas estén protagonizadas por hombres. Pero 'Altamira' no es solo la historia de Marcelino Sanz de Sautuola, sino también la de las mujeres que formaban su familia, su esposa y su hija de nueve años. En este sentido, el film de Hugh Hudson da cuenta del lugar del hombre en la vida profesional e investigadora a finales del siglo XIX, sobre todo en las estupendas secuencias de los simposios científicos, pero eso no impide que adopte constantemente la perspectiva de los personajes de Conchita y María, a las que desarrolla plenamente, incluso más que al personaje de Banderas.

Rupert Everett y Golshifteh Farahani en Altamira

La dialéctica entre ciencia y fe que vertebra la película adquiere mayor afectación cuando se trata a través de Conchita, una mujer que emprende un interesante viaje de autoconocimiento, atormentada por lo que el descubrimiento de su marido conlleva con respecto a su relación con Dios y la Iglesia. Además, tanto ella como su hija viven en una sociedad que las encasilla en los roles tradicionales femeninos, desde donde intentan salirse de los moldes que se les ha reservado para ellas. Así, 'Altamira' puede presumir de ser una película ciertamente feminista, un relato que no solo habla de la evolución del ser humano a través del descubrimiento científico y el arte, sino también del avance de la mujer a los albores de un nuevo siglo. Las inquietudes artísticas de Conchita (excelente pintora y pianista) y el afán inquisitivo de la pequeña María (a la que su padre estimula con la idea de convertirse en una científica en el futuro), hacen que 'Altamira' posea un mayor aliciente para los espectadores de hoy en día, más allá de su valor como documento histórico.

Cambiando la historia

'Altamira' es la crónica de un descubrimiento que cambió la forma de entender a nuestros antepasados, que nos enseñó que el ser humano poseía un espíritu creativo y artístico mil años antes de lo que se pensaba. El guion, escrito por Olivia Hetreed ('La joven de la perla') y el prolífico director de fotografía José Luis López-Linares, nos invita a reflexionar sobre esta cuestión, así como también presenta otros dilemas sobre el pensamiento moderno y la necesidad de luchar contra los dogmas de la iglesia, demostrando así una destacable riqueza temática: Ciencia contra fe, fe contra razón, el papel de la mujer en la sociedad, la paternidad, el aprendizaje y el conocimiento, la relación entre la reputación y la hipocresía, entre la iglesia y el pueblo, la fuerza transformadora del arte...

Antonio Banderas como Marcelino Sanz de Sautuola

No obstante, en ocasiones 'Altamira' parece más un vídeo institucional o una pieza audiovisual diseñada para su exhibición en un museo de historia que una película. Quizá su mayor problema sea que, a pesar de su ambición a la hora de extraer los grandes temas que subyacen del descubrimiento, no hay (o no parece haber) demasiada historia para llenar un largometraje (no en vano dura apenas hora y media), y la película acaba sabiendo a poco, aspirando a cine con mayúsculas para quedarse en capítulo de serie española. Claro que sería injusto no reconocer a la película su mérito artístico, especialmente en lo que se refiere a su ambientación (debidamente complementada con la música compuesta por Mark Knopfler) y las escenas con las que el film nos sumerge en la cueva para que la contemplemos como si fuera la primera vez. En ellas, los bisontes cobran vida a través de potentes trances oníricos vividos por la pequeña Allegra Allen, que se convierte en el corazón de 'Altamira' y conquista con su naturalidad y rango de emociones.

En definitiva, más allá de su calidad como pieza cinematográfica, debemos alegrarnos de la existencia de 'Altamira' sobre todo por el vacío que llena y la función educativa que desempeña. La de Hudson es una película que ya venía haciendo falta, que invita a celebrar nuestro patrimonio en el cine y reivindica la belleza e importancia de uno de los mayores tesoros de nuestra historia.

Nota: 6

Lo mejor: Las ensoñaciones en las que los animales de la cueva cobran vida y la voz de Irene Escolar.

Lo peor: Su aire a producción europudding o capítulo de serie española.

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