Supone un gran problema cuando se debe analizar y "criticar" una película que no está destinada al público que debe asumir esta responsabilidad. ¿La analizamos por sus fines comerciales? ¿Por su calidad narrativa? Probablemente sea una de las sagas de animación favoritas de los niños hoy en día pero el éxito de 'Alvin y Las Ardillas' es algo que no comprenderé nunca.
Comenzó siendo una novedad. Ya dejábamos la animación tradicional de lado para crear historias en las que las imágenes generadas por ordenador y la realidad se combinaban con infinitas posibilidades, capaces de transmitir y mostrar unos nuevos mundos y relatos como nunca se había hecho antes. En este caso, un grupo de ardillas privilegiadas con el don de la música que saltan a la fama gracias al que se convertiría en su "padre", Dave, interpretado por Jason Lee.
Dirigida por Walt Becker, 'Alvin y las ardillas: Fiesta sobre ruedas', nos encontramos con que las Ardillas han pausado su carrera, viviendo apartados de la fama y que, por culpa del nuevo trabajo de Dave, deben quedarse en casa mientras él se va a Miami. Previamente, estos simpáticos roedores habrían conocido a Samantha (Kimberly Williams-Paisley) y a su hijo Miles. Este muchacho adolescente, al más puro estilo bully guaperas, se convertirá en la pesadilla de Alvin, Theodore y Simon. Es por eso que, cuando descubren por accidente un anillo de compromiso en la maleta de Dave, las ardillas no tardarán en planear cómo impedirán la pedida de matrimonio de Dave durante su viaje a Miami.
Con este plan en marcha, las ardillas junto al que se convertiría en su hermanastro, se embarcarán en la aventura que promete el propio título de la película, recorriendo de costa a costa los Estados Unidos. Tras un aterrizaje de emergencia debido a los altercados que estas traviesas ardillas provocan sin mala intención (¡Que hasta el mítico John Waters tiene un cameo especial con unas referencias que sólo quienes hayan seguido su carrera entenderán!), un agente de la seguridad del aire los detiene prohibiéndoles volver a subir en avión. Esto no les detiene, por lo que tras fugarse tendrán que ingeniárselas para viajar hasta su lugar de destino y seguir con el plan inicial. El agente Suggs, interpretado por Tony Hale, comenzará a seguir a las Ardillas por todo el país, tras jurar vendetta.
Aguafiestas
Obviamente no vamos a negar que intenta ser graciosa ya que en ciertos momentos lo consigue. Pero es una gracia poco innovadora y que sigue la misma linea que el resto de las películas de la saga: las Ardillas en problemas, intentar salir del paso mientras cantan canciones del momento con esas voces tan características con el fin de intentar enmendar cada una de sus travesuras y hacer las paces con su dueño/padre/manager/mejor amigo. Una fórmula que está demostrado que funciona para el público al que está destinada esta película y que no tiene la capacidad de hacer un juicio crítico sobre ella.
Es por eso que es tan fácil apostar por este tipo de producciones, ya que aunque sea al principio una gran inversión, la recaudación va a ser más alta de lo normal por el simple hecho de que tras cada niño que quiera ver la película, detrás habrá un padre obligado a sentarse a su lado durante esta hora y media. Un dos por uno en toda regla que consigue los datos que consigue recaudar este tipo de largometrajes de animación.
Tuvo dificultades para posicionarse en la taquilla norteamericana cuando se estrenó, coincidiendo con 'Star Wars: Episodio VII - El despertar de la fuerza' en el primer fin de semana. Aun así, era la mejor opción de ese fin de semana para quienes optaran por una temática más familiar que la película de J.J. Abrams. A día de hoy, sigue siendo la película menos taquillera de toda la saga y se puede entender el porqué. No por la calidad de su mensaje o de su falta de innovación, sino porque cuatro años después de la última entrega es una apuesta sin sentido.
Talento desaprovechado
Detrás de esas voces chirriantes de las Ardillas y de sus compañeras de aventuras las Chipettes, encontramos a grandes nombres de la comedia estadounidense como son Justin Long, Matthew Gray Gubler, Christina Applegate o Anna Faris cuyo talento se ve desaprovechado al ocultarse ante algo tan ya pasado de moda como es este tipo de modulación de voz. Con las nuevas tecnologías, las típicas apps de modulación de voz se hicieron famosas entre los pioneros de los nuevos teléfonos inteligentes y muchas personas sucumbieron a este tipo de programas para reírse de cómo sonarían sus voces según la apariencia que tomara.
Se entiende, entonces, que se apostara por una película infantil que recogiera todas estas novedades y que, seamos realistas, no estuvo tan mal el resultado. Pero como nos tiene acostumbrados la industria cinematográfica estadounidense: si algo funciona, se debe explotar hasta que no se pueda más. Y las últimas gotas de imaginación las encontramos, lamentablemente, en esta cuarta entrega de 'Alvin y las ardillas'. No sirven las canciones del momento, cameos y coreografías imposibles para hacer viable una película tan predecible y simplona.
Las películas de animación han dado pasos de gigante en los últimos años, regalándonos historias increíbles con una calidad digna de cualquier película de acción real, gracias al trabajo de grandes profesionales del sector. Apostar por este tipo de historias, que fallan al aportar valores a la audiencia infantil, supone también desaprovechar oportunidades únicas para enseñar a la par de divertir a las generaciones venideras. Y seguramente 'Alvin y las Ardillas: Fiesta sobre ruedas' no supondrá el fin de esta saga, pero debería. Por el bien de todos debería. Pero de nuevo, no se puede "criticar" una película que no está hecha para ser criticada.