En 2014, aunque en España fue en 2015, causó una sensación entre la crítica y el circuito independiente 'Mandarinas', una coproducción de Estonia y Georgia que logró una nominación al Oscar a la mejor película internacional representando al primer país (su primera candidatura en la historia de estos premios). Considerada una de las joyas del cine europeo actual, su director, el georgiano Zaza Urushadze, consiguió poner en primera línea a una industria creciente, la de las antiguas repúblicas soviéticas, cuya mirada está más aunada hacia Europa.
Desafortunadamente, Urushadze falleció en diciembre de 2019 a los 54 años, víctima de un infarto. Sin embargo, antes de su muerte, el realizador pudo dirigir su último proyecto, su testamento cinematográfico: 'Anton, su amigo y la Revolución Rusa'. Basada en la novela homónima de Dale Eisler, el cual participa también en la elaboración del guion, al cofirmarlo junto con Urushadze y Vadym Yermolenko. Inspirándose en un hecho real y familiar, Eisler narró uno de los momentos más desconocidos del triunfo de los bolcheviques durante la Revolución Rusa y cómo esto acabó desembocando en la Primera Guerra Mundial.
Siguiendo el espíritu de la novela, el filme tiene como punto de vista principal a dos niños -el mentado Anton y su amigo Yasha, uno católico y el otro judío-, que ven cómo la colonia alemana de Odesa, en Ucrania, está siendo invadida por el Ejército Rojo. Lo interesante de la película, es que no romantiza la conquista bolchevique, es más, da visibilidad a la otra cara, la del oprimido y asesinado por el comunismo en sus albores, pues Trotski es el principal líder aún, antes de tener que huir de Stalin.
Un filme que ofrece otra mirada a la Historia
Lejos de la mirada de otras películas históricas -e icónicas- como 'El acorazado Potemkin', 'Doctor Zhivago', 'Octubre' o 'Siberiada'; 'Anton, su amigo y la Revolución Rusa' narra un suceso concreto, de esos que casi nunca se nombra en los libros de Historia. Ese punto es el interesante, provocando sorpresa en el público, pues esta vez son las colonias germanas las oprimidas y las víctimas, así como también los religiosos cristianos. El poder conocer a la otra parte ayuda a completar esos episodios desconocidos de la Historia contemporánea, formando una idea más global de lo que fue la Revolución Rusa y la Primera Guerra Mundial.
Ahora bien, aunque esa perspectiva es esencial, el filme no logra explotar su tono del todo bien. En ese sentido, hubiera ayudado a que se centrase únicamente en la perspectiva infantil, como sucedió con 'El año que dejamos de jugar' o 'La lección de alemán', o, por el contrario, abrazase del todo su objetivo de ser un testimonio colectivo, como 'Land of Mine. Bajo la arena' o la serie gala 'Una aldea francesa'.
El quedarse entre medias, provoca que su trama quede encorsetada en una puesta en escena demasiado clásica, lo que empaña un buen diseño de producción, obra de Volodimir Filíppov y Olga Svitlíjna; una correcta dirección de fotografía, de Mijaíl Petrenko, y unas estupendas interpretaciones, con los niños Nikita Shlanchak y Mikita Dziad a la cabeza. No obstante, el servir de otra mirada, hace de esta experiencia, una oportunidad cinematográfica de profundizar en una historia desconocida para el público mayoritario y crea debate, lo cual es todo un logro.
Nota: 6
Lo mejor: Conocer la historia de la invasión y exterminio de las colonias germanas por parte de los bolcheviques.
Lo peor: Su parte final tiene giros sin sentido, lo que termina de empañar completamente el resultado completo del filme.