El Universo DC ha sido, sin duda, un viaje. La franquicia basada en los personajes de la editorial de cómics cierra diez años de historia con uno de sus años más prolíficos, pero también más complicados. 'Aquaman y el reino perdido' es la cuarta película de este universo que llega a los cines este año, la última antes del Gran Reinicio que están montando los nuevos jefes del cortijo, Peter Safran y James Gunn.
El personaje de Jason Momoa fue una de las mayores sorpresas de esta década de héroes y villanos. Presentado brevemente en 'Batman v Superman', en la Navidad de 2018 llegaba a los cines su primera película en solitario. Nadie fue capaz de predecir que se convertiría en el título más taquillero del universo DC, superando los mil millones de dólares.
La idea con 'Aquaman y el reino perdido' era repetir fórmula, con James Wan de nuevo en la dirección y Momoa encabezando el reparto. El principal objetivo del cineasta era expandir el worldbuilding de Atlantis, y eso en gran medida lo consigue. Pero por el camino se olvida de qué hizo funcionar la primera entrega, además de mostrar otros problemas consecuencia de los cambios de guardia en DC y en Warner Bros.
La película es una entrega absolutamente independiente de la franquicia. No hay cameos, no hay menciones a un universo mayor, y por supuesto ningún otro metahumano parece preocupado por la crisis a escala global que se desencadena. Aquaman compagina su día a día entre reinar Atlantis y criar a su hijo junto a Mera (Amber Heard). Pero su archienemigo Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II) sigue empeñado en vengarse. Cuando pone a prueba su plan, Aquaman tendrá que pedir ayuda a quien menos lo esperaba para plantarle cara: su mediohermano Orm (Patrick Wilson).
Como ya ocurría con la primera 'Aquaman', James Wan se lo ha querido pasar muy bien rindiendo homenaje a un montón de géneros distintos. La secuela quiere ser sobre todo un buddy movie (película de colegas), pero pasa de una sitcom familiar a un pulp, se convierte en 'Star Wars', 'Viaje al centro de la Tierra' y también regresa a 'El Señor de los Anillos'. Sin embargo, lo que en la primera era una montaña rusa muy bien diseñada y se movía de set piece en set piece con fluidez, aquí es un viaje a trompicones en el que el salto de unas cosas a otras es bastante abrupto.
El principal problema que acarrea la secuela es que se le nota el exceso de manos detrás. 'Aquaman y el reino perdido' ha acumulado movimientos de fecha y reshoots, y por el camino ha habido cambios de guardia muy importantes en la empresa matriz, Warner, y el propio estudio, DC. Solo ellos saben qué ocurrió en montaje y en las salas de reuniones, pero lo que destila la película es poco James Wan y muchas tijeras.
En la dirección, Wan vuelve a pasárselo muy bien intentando mezclar humor, terror, acción y épica, y coloca ingredientes muy interesantes en la olla. Pero el resultado es que hubo demasiados cocineros en la cocina y su visión se va diluyendo hasta quedar en demasiadas ideas a medio cocer. Un prólogo con aire de sitcom familiar tiene pocos ecos más adelante a pesar de la importancia en la trama. La dinámica entre los hermanos es de lo mejor que tiene la película, pero no confían tanto en ella, cortándola cada vez que tienen un momento de colegueo para enzarzarlos en una escena de batalla. Un personaje que podría haber sido un alivio cómico resultón se siente un intruso en una película que quiere ser más solemne que la primera.
'Aquaman' no era perfecta, pero sabía lo que quería ser y por eso funcionaba. No se tomaba en serio a sí misma (¡una criatura gigante con la voz de Julie Andrews!), y esa era su gran virtud. James Wan quería que lo pasáramos bien y lo lograba. 'Aquaman y el reino perdido' quiere ser mucho más seria, y lo único que consigue es que los golpes de humor sobresalgan, no precisamente para bien. El guiño al cómic que es que Arthur cabalgue un caballito de mar en la primera habría funcionado mejor por el tono general de la película.
El propio Jason Momoa parece no saber muy bien cómo meter el lado más macarra de Arthur. Él sigue siendo puro carisma, pero la película no le deja lucirlo. Acaba muy eclipsado por Patrick Wilson y esa dualidad de Orm. Cómo quiere proteger Atlantis aunque no sea por los mejores medios. Cómo mantiene esas sutilezas que llevan a pensar que en cualquier momento se la puede a jugar a todo el mundo. Él y su química con Momoa es lo mejor de la película, y ojalá les hubieran dejado explotarla un poco más.
También es una grata sorpresa que, a pesar de los rumores, no se hayan olvidado de Mera del todo. Es cierto que Amber Heard pasa a ser un personaje totalmente secundario, pero tiene escenas para brillar y momentos para sacar a relucir sus poderes. La que queda en aparición anecdótica es Nicole Kidman, que vuelve a tener una escena para pasarlo bien, pero ni por asomo tan disfrutona como la pelea en el faro de la primera película.
'Aquaman y el reino perdido' continúa la historia de venganza de Black Manta. El personaje de Yahya Abdul-Mateen II urde un plan que puede acabar con mucho más que Arthur gracias a un poderoso tridente negro lleno de secretos. El desarrollo de su trama, por desgracia, le resta autonomía y no le permite desarrollar su odio contra Aquaman más allá del "tú mataste a mi padre, prepárate a morir". Black Manta no consigue darnos un villano realmente interesante como sí lo era Orm en 'Aquaman', que además tenía uno de esos conflictos con los que podemos empatizar como es la contaminación de su mundo a causa del exceso de basura que envían a los océanos los de la superficie. El plan de Black Manta conecta con el problema del calentamiento global, pero de una manera mucho más circunstancial, sin sacarle la lectura reivindicativa.
Lo mejor que siguen teniendo estas películas es un diseño de producción que sí apetece explorar. A James Wan quizás se le va de las manos el homenaje a otros universos en este caso, pero se agradece visitar nuevos confines del océano y de la propia Atlantis. También plantea hilos que quizás habría sido curioso tirar, pero la película sabe que era un adiós, no un hasta luego. Ni la escena postcréditos pretende hacer más que dar un último chascarrillo.
La crisis de los efectos visuales continúa
Aunque a 'Aquaman y el reino perdido' no le pesa excesivamente la mayor duración respecto a la primera, sí que cuenta con un ritmo bastante más irregular y, sobre todo, un montaje mucho más inconsistente, denotando otra vez el exceso de manos involucradas. Y tampoco llega a librarse de la crisis que atraviesa el sector de los efectos visuales, que es particularmente llamativa en un caso como este, que roza el ser una película de animación. Mientras que en los primeros planos se nota una mejora respecto a la primera, por ejemplo con la animación de las melenas (que siguen lejos de resultar realmente realistas), en las batallas hay a veces hasta una bajada de calidad respecto a 'Aquaman', con modelos de los actores a medio cocinar y demasiadas caídas en el valle inquietante. Y esta entrega tiene el problema añadido de haberse estrenado después de 'Avatar: El sentido del agua', y aunque es evidente que James Wan no ha tenido ni los recursos ni la influencia de James Cameron, es inevitable pensar que se puede pedir más a las escenas submarinas.
Decía recientemente Bob Iger que el problema de 'The Marvels' es que no había tenido suficiente supervisión. Si algo prueba 'Aquaman y el reino perdido' es precisamente lo contrario. El Universo Extendido DC ha brillado más cuando han dejado a sus cineastas desarrollar su visión. La 'Wonder Woman' de Patty Jenkins, 'El Escuadrón Suicida' de James Gunn, incluso las películas de Zack Snyder llegaron a conectar con un sector del público hasta niveles insospechados. La propia 'Aquaman' es ejemplo de ello. James Wan le tiene bien cogido el pulso a la película palomitera, pero en la secuela todas sus buenas ideas, que las hay, y todo su afán por hacernos pasar un buen rato acaban obstaculizados por retoques, recortes y reshoots.
Peter Safran y James Gunn tienen por delante una oportunidad de oro de dar a un universo con tantísimo potencial y personajes icónicos como DC un verdadero plan realmente trazado desde el principio para brindarle una cohesión que esta iteración no ha logrado tener. Pero de nada sirve si luego las trabas vienen de arriba. Estoy convencido de que el cine de superhéroes tiene todavía mucho que decir, pero tienen que permitir que las voces que se quieran subir a este carro hablen sin que les quieran quitar constantemente el micrófono.