Hace un frío que pela y huele a humo pero el viaje promete. Y es que el Orient Express se pone en marcha con un puñado de estrellas a bordo, los encargados de ocultar el misterio y jugar con los espectadores que aterricen vírgenes en la sala, vírgenes y dispuestos a ser tocados por primera vez por Hércules Poirot, uno de los detectives más famosos nacidos de la pluma de Agatha Christie. ¿Y los demás? ¿Los que se sientan dispuestos a ver como una de sus novelas favoritas cobra vida? Para ellos son también esas interpretaciones que en varios instantes de la película roban el aliento. Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Penélope Cruz, Judi Dench, Daisy Ridley, Josh Gad... La lista es tan interminable como los interrogatorios que construyen la intriga en una novela de misterio mas que difícil de adaptar: 'Asesinato en el Orient Express'.
En 1974 lo hizo Sidney Lumet con una película que no escatimaba en detalles, cargada de ayudas visuales que servían de referencia al espectador, tanto para seguir el intrincado caso como para asomarse a la mente de Poirot, ese gran detective lleno de manías cuyo olfato para el crimen surge, según Kenneth Branagh, de su capacidad para ver las grietas del alma humana. Este actor y director se ha decantado por un estilo muy diferente al de Lumet, más moral que analítico, a la hora, tanto de dar vida a Poirot como de plantear la famosa intriga. Los flashbacks son los justos y brillan por su ausencia en momentos muy determinantes porque para Branagh el interés está claramente en las miradas de los sospechosos, en lo que oprime sus corazones, en sus secretos.
Lo primero que llama la atención y un claro punto a favor de la visión de Branagh, al menos al principio, es el toque cómico que rodea al detective. Con un par de escenas iniciales averiguamos que es un hombre meticuloso y cargado de manías, pero lo hacemos con una sonrisa en los labios y en algunas ocasiones con una carcajada sincera. Christie, en sus novelas, planteaba a un hombrecillo extraño tanto físicamente como en su forma de comportarse, algo que no apuntaba al humor sino que mas bien se reservaba la clara utilidad de engrandecer el asombro del resto de personajes y del lector a la hora de resolver el misterio. Branagh por otro lado le saca partido para dar un toque cómico y ciertamente aventurero a la cinta durante los primeros pasos del viaje. Lástima que después el tono se vuelva mas solemne y triste por la gravedad del caso y la intención de su director de subrayar el dilema ético al que se enfrenta ese hombre que toda su vida había pensado que "hay bien y hay mal... Y nada más entre los dos".
Lumet por su parte buscaba el humor con las pullitas que se lanzaban unos sospechosos a otros, resaltando de esta forma el carácter de cada personaje y haciendo que ese grupo de extraños de verdad se viesen obligados a convivir cuando no solo el asesinato los detiene en medio de la via, sino un alud que bloquea por completo al Orient Express. Esa mezcla se echa un poco de menos en esta nueva adaptación en la que apenas vemos a los personajes confraternizar. Al hilo de esta carencia debemos recordar que el tiempo y la cantidad de información a transmitir juega en este caso absolutamente en contra de ambos cineastas. Branagh usa 114 minutos para resolver el caso, mientras Lumet lo hiciese en 128, y lo que plasman uno y otro en ese tiempo no tiene nada que ver.
En este nuevo viaje el director que también se encarga de dar vida al protagonista, apuesta por usar lo máximo posible los ases en la manga que solo puede ofrecer el séptimo arte, a la vez que comprende que en su película ha de haber escenas de acción que saquen al espectador de esa atmósfera estática y rompan con el ritmo de las necesarias entrevistas que van arrojando luz sobre cada uno de los pasajeros del Orient Espress. Vamos que Branagh es absolutamente consciente de que el espectador de hoy en día digiere mejor cierta clase de narrativa. En esta línea destacan por ejemplo el punto en el que termina atrapado el Orient, que apenas se agarra al costado de una montaña que inspira una larga caída, y algunos de los planos elegidos por Branagh. Llama la atención especialmente el plano que muestra desde arriba todo el compartimento de la víctima, el señor Ratchett, que si bien es un acierto, deja con ganas de mas. Y es que como lectora tanto en la versión de Lumet como en esta que nos atañe, echo de menos un planteamiento visual de los compartimentos del vagón de Calais en el que se centra la intriga. En esta adaptación es muy llamativo porque ese instante en el que la cámara se alza en un cenital estupendo, habría sido perfecto para situar espacialmente a cada sospechoso con respecto a la víctima.
Más allá de las licencias que se toma Branagh para de verdad adaptar la historia a un lenguaje visual, hay otro aspecto de la película que resulta muy atractivo: su reparto. Las actuaciones de los protagonistas son impecables, destacando especialmente la de una Pfeiffer que se va creciendo a medida que avanza la cinta para dejarnos al final un par de momentos muy emotivos de echar la lagrimita. Y esto tiene un mérito absolutamente increíble no solo por la dificultad que encierra el papel, sino porque tiene que luchar con las reticencias del que se trae la historia leída de casa y aquel que se vio la adaptación de Lumet que contase con la enorme Lauren Bacall en el papel que ahora interpreta Pfeiffer. A este mismo reto se enfrenta el resto del reparto con mayor o menor éxito, pero todos manteniendo un nivel en su mirada que de no alcanzarse echaría por tierra toda la intriga.
Estrellas de ayer y hoy
El que brilla lo hace a la comparativa y sin ella. Esto es así. Pfeiffer se marca un papelón más allá de que su precedesora sea Bacall, lo mismo ocurre en el caso de Depp y, soprependentemente porque lo hace sin apenas decir una palabra, en el caso de Sergei Polunin. Pero hay otros fichajes que no corren la misma suerte. Penélope Cruz no logra arrojar al olvido la interpretación de una increíble Ingrid Bergman que lograse hacerse con una nominación al Oscar en la categoría de Mejor Actriz Secundaria por su papel en la versión de Lumet. Lo mismo sucede con un Josh Gad cuyo personaje no es ni de lejos tan rico e inquietante como el que se marcase Anthony Perkins en el 74, y con una Daisy Ridley a años luz del papel que se marcase una Vanessa Redgrave mucho mas juguetona, sensual e inquietante. Branagh por suerte cae en el saco de los aciertos planteando un personaje perfectamente capaz de liderar una franquicia, como parece ser la intención que sugiere el final de la cinta, gracias unas pinceladas que dan riqueza a su Poirot y lo llenan de posibilidades. En esta línea ojalá abrazase su lado cómico y lo llevara hasta el final.
Así 'Asesinato en el Orient Express' no va mal en cuanto a sus sospechosos y presume de un par de ideas brillantes en lo que a la adaptación se refiere. Eso si, siendo lo enrevesado que es el misterio y tirando tan solo de ciertas pinceladas para contextualizar, ¿los vírgenes seguirán el caso con facilidad? Probablemente y, aunque no tocaran ni de lejos la riqueza de detalles que aporta la novela, disfrutarán con lo espectacular cinematográficamente hablando de la película, concebida claramente para impresionar con su ambientación. Al final eso es lo que queda, un aire a cine de verdad de los que extiende su magia por toda la sala, invita a soñar y conquista con los trucos propios de la gran pantalla. Lástima que la sensación de redondez se quede por el camino.
Nota: 7
Lo mejor: Michelle Pfeiffer, sin duda.
Lo peor: Que de cierta sensación de falta de fluidez.
Los personajes de 'Asesinato en el Orient Express'
Mary Debenham
Joven, soltera y segura de sí misma, Mary Debenham trabajaba como institutriz para dos niños en Bagdad cuando sus viajes la llevaron al Orient Express.
Dr. Arbuthnot
El honorable Dr. Arbuthnot es un verdadero caballero que no solo luce una impresionante figura, sino que también destila ingenio y encanto.
Mrs. Hubbard
Mrs. Caroline Hubbard es una mujer americana muy abierta con una personalidad temeraria que contradice una mentalidad aguda y bien educada.
Pilar
Fiel y delicada, Pilar Estravados es una enfermera y misionera humilde, cuya devoción es el motor de su trabajo.
Masterman
Como ayudante de cámara de Edward Ratchett, Masterman es la imagen de la educada obediencia, un hombre que nunca traicionaría la confianza de su empleador.
Princesa Dragomiroff
La Princesa Natalia Dragomiroff es una indomable y anciana princesa rusa cuya presencia dota de elegancia aristocrática a cualquier escenario.
Hildegarde
Leal hasta el final, Hildegarde Schmidt ha sido la fiel sirvienta de la Princesa Dragomiroff durante más años de lo que una dama respetable podría admitir.
Pierre Michel
Como el laborioso conductor del Orient Express, para Pierre Michel la responsabilidad de la seguridad y el confort de sus pasajeros es lo más importante.
MacQueen
Inteligente y agradable en la superficie, Hector MacQueen es el secretario personal de Edward Ratchett, con solamente una pizca de desdén hacia su empleador.
Conde Andrenyi
Atractivo con un punto oscuro, y muy protector con su esposa, el Conde Rudolph Andrenyi vaiaja con un pasaporte diplomático húngaro con todos los lujos.
Condesa Andrenyi
Una mujer bella y elegante, la Condesa Elena Andrenyi es de naturaleza tímida, que contrasta con su exquisito sentido de la moda.
Hardman
Con una actitud severa que refleja su nacionalidad alemana, Hardman es muy reservado para lo suyo, pero tiene el ojo puesto en todo y todos los que le rodean.
Marquez
Vendedor de coches por casualidad y por vocación, Marquez es un hombre tan seguro de sí mismo y con una personalidad tan atrevida que podría vender hielo a un esquimal.
Hercule Poirot
Es el detective en cuyas manos cae el difícil caso del 'Asesinato en el Orient Express'. Entre los sospechosos, un apabullante elenco de estrellas Hollywoodienses: Penélope Cruz, Daisy Ridley, Michelle Pfeiffer, Judi Dench...
Ratchett
La víctima. El que desata toda la trama. El que pierde la vida en el Orient Express. Johnny Depp da vida a esta vital pieza del puzzle, que ha muerto a manos de...