El suizo de origen argentino Andreas Fontana se adentra en su propio pasado familiar con 'Azor', ópera prima que pudo verse en la sección Encuentros de la 71ª edición del Festival de Berlín, así como también en los festivales de San Sebastián y Gijón. De familia dedicada a la banca en uno de los países con mayores dudas fiscales del mundo, el cineasta realiza un cuidado relato de la frialdad del dinero, el cual no entiende de derechos ni de regímenes, al narrar una historia ambientada en la dictadura de la Argentina de los años 80.
Su propio título hace referencia a un ave rapaz y es también una palabra en clave que utiliza el matrimonio protagonista para callar ante una indiscreción. Aunque Fontana sea origen argentino, su manera de crear la ambientación y de seguir la trama es profundamente europea. De diálogos parcos y escenarios elegantes, el realizador aprovecha para crear una atmósfera que provoca la sensación de incertidumbre ante un territorio hostil y consigue así que tanto el protagonista como el público lo perciba, ya que en las conversaciones que tiene Yvan de Wiel, heredero de una familia dedicada a la banca privada, con los clientes de su socio, desaparecido en extrañas circunstancias, invitan a leer entre líneas, lo que hace que se evidencie un juego de poder y corrupción en el que las élites del país sudamericano lo que desean, ante todo, es permanecer en su estatus de grandeza.
De ahí, que el banquero protagonista visite a diversos clientes que temen perder ante la desaparición de su ocio y que cada uno tenga un motivo diferente para permanecer en el banco o marcharse. En esas jornadas, Fontana aprovecha para crear una película de intrigas y medias verdades, en la que todos tienen algo que esconder. El trasfondo es terriblemente desalmado, la dictadura argentina de los 80, en la que desaparecieron miles de persona y fueron asesinadas otras miles por el régimen militar, el cual buscó hacer desaparecer a cualquiera que tuviera ideas de izquierdas.
Elegante y afilado thriller de época
Sin embargo, en este fastuoso y decadente mundo de la jet set argentina, el dinero carece de ideologías y moral y es eso lo que evidencia 'Azor'. Fontana opta por hacer crítica pero sorteando los tan manidos maniqueísmos. Es más, el cineasta hace también una radiografía de un cambio de era, en la que los bancos tuvieron que adoptar un perfil más agresivo y de inspiración estadounidense, al más puro estilo Reegan. También ayuda a mantener esa de violencia velada el que las desapariciones y torturas solo se nombren, no se muestren, lo que aumenta la sensación de opresión y vigilancia. Por otro lado, nada de esto hubiera sido posible sin un aparto interpretativo y técnico impecables.
Su fotografía, obra del rumano Gabriel Sandru, transmite esa sensación de frío que permanece en todo el largometraje y que la acerca, precisamente, el thriller europeo. A ello se le añade un buen diseño de vestuario, de la figurinista Simona Martínez, y un diseño de producción espléndido, de Ana Cambre, el cual trae ese aroma de frágil decadencia propio de las altas esferas. Mención, por supuesto, a sus actores, en especial al matrimonio protagonista, encarnado por el belga Fabrizio Rongione (una de las musas de los Dardenne) y la francesa Stéphanie Cléau. Ambos forman un tándem semejante al de Macbeth y Lady Macbeth. Él, fuerte pero inseguro, ella, fiel apoyo y calculadora en sus movimientos.
'Azor' es un thriller elegante, reposado, con unos escenarios magníficos, un reparto exquisito y un crudo retrato de la alta sociedad y la deshumanización del capital. No podía haber habido un mejor debut para el cineasta suizo, el cual parece ser pupilo del cine de Costa-Gavras o, incluso, de Jacques Audiard.
Nota: 8
Lo mejor: Sus punzantes protagonistas, su cuidada escenografía y sus afilados diálogos.
Lo peor: La sutileza de sus interpretaciones y sus lánguidas escenas con la alta sociedad pueden no gustar a aquellos que prefieran intrigas con más ritmo.