Más tarde o más temprano, la vida del célebre bailarín Rudolf Nuréyev acabaría convirtiéndose en película. El actor británico Ralph Fiennes ha querido llevar a la gran pantalla los inicios del que es considerado uno de los grandes prodigios de la danza del siglo XX, así como también un icono LGTB, con 'El bailarín', para la que ha contado con Oleg Ivenko, miembro de la Academia de Ballet M. Jalil Tatar, para que se ponga en la piel del llamado Lord de la Danza.
Año 1961, Rudolf Nuréyev se ha convertido en una gran estrella de la danza clásica en la Unión Soviética. Cuando, gracias a una sustitución, viaja a París para actuar en la Ópera de Garnier, junto con el resto de los miembros de la prestigiosa compañía Ballet Mariinski (conocida en ese momento histórico como Ballet Kírov). En la capital francesa, Nuréyev conquista al público parisino, lográndose juntar con la élite del país, como también con figuras ilustres de la danza en Occidente. Debido a su carácter rebelde y a su ambición, Nuréyev decidirá desertar, para convertirse en uno de los bailarines más famosos del siglo XX.
Elegantes coreografías de ballet
Está claro que a Ralph Fiennes le atraen las historias de época. Su ópera prima fue 'Coriolanus', basada en el clásico de Shakespeare pero adaptado a la actualidad; después adaptó la novela de Claire Tomalin, 'La mujer invisible', que también protagonizó; ahora el actor lleva a la gran pantalla la biografía del bailarín que escribió Julie Kavanagh. De hecho, si en algo destaca Fiennes como director es en que tiene una mirada sumamente elegante y estética para sus películas.
Porque 'El bailarín' es una propuesta con unas coreografías espléndidas, un vestuario que resalta los movimientos de los bailarines y una música acertada. Estéticamente, el tercer largometraje de Fiennes es una maravilla, además de contar con un reparto de lujo, encabezado por auténticos bailarines de ballet, como Oleg Ivenko o el siempre polémico Serguéi Polunin, además de contar con estrellas del cine francés como Raphaël Personnaz, Olivier Rabourdin o Adèle Exarchopoulos. Por otro lado, Fiennes interpreta a Pushkin, el maestro de Nuréyev, sorprendiendo hablando en un ruso perfecto, lo que da autenticidad a la cinta.
Fiennes también acierta a la hora de retratar a Nuréyev, rebelde y tremendamente arrogante, egoísta y con aires de divo. Eso sí, se hubiese agradecido que mostrase más su orientación sexual (el bailarín fue abiertamente homosexual), que en la cinta da a entender cierta ambigüedad. Por otro lado, aplauso para el debut interpretativo de Oleg Ivenko, el bailarín ruso podría seguir los pasos de Polunin, eso sí, sin innecesarios escándalos. Por otra parte, se nota que la cinta está producida por Gabrielle Tana, que ya había producido los dos anteriores filmes de Fiennes como director y que fue fundamental para el documental 'Dancer', en el que, precisamente, Polunin era mostrado como el ángel caído del ballet, en un tono que recuerda mucho a este biopic sobre los inicios del Cuervo Blanco.
Una película estéticamente notable
Eso sí, pese a contar con David Hare, guionista de las aplaudidas 'Las horas' y 'El lector', 'El bailarín' tiene un guion que divide al filme en dos tiempos, a modo de flashback, pero que no aprovecha esas dos líneas temporales para ofrecer un mensaje concreto. Sí, Nuréyev desertó por alcanzar la cima de la danza, pero esas ambiciones no están del todo relacionadas con las escenas de su pasado. Además, por otro lado, los actos que se desarrollan en París se antojan artificiales.
¿El motivo? Los protagonistas hablan en inglés, algo que no casa con la parte soviética, en la que se habla en ruso. Si Fiennes quería darle mayor autenticidad, no es lógico que cuando la historia se ambienta en París, los personajes (interpretados por actores franceses, además) no hablen en su lengua materna, como tampoco Nuréyev que, como bien está expuesto en sus diferentes biografías, dominaba la lengua de Molière.
Con lo cual, el resultado de 'El bailarín' es notable, logra transmitir el carácter de Nuréyev, gracias a unas coreografías muy cuidadas, a unos actores entregados a su papel, un cuidado diseño de producción y una correcta fotografía.
Nota: 6
Lo mejor: Sus coreografías y ver bailar a Oleg Ivenko.
Lo peor: La película no está a la altura de la genialidad de Nuréyev.