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CRÍTICA

'Bajo la misma estrella': El amor en los tiempos del cáncer

Shailene Woodley llena la pantalla en una historia de tema delicado y magnífica resolución, tratando el cáncer con franqueza y controlando la dosis de azúcar.

Por Jesús Agudo Más 1 de Julio 2014 | 10:30
El redactor más veterano de esta web. Palomitero y fan de que las series estrenen un capítulo por semana.

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Hazel Grace Lancaster podría ser la típica adolescente americana. Solo que no lo es. Padece desde pequeña un cáncer terminal que ataca a sus pulmones, algo tan sencillo como subir una escalera puede suponer un calvario para su delicado estado de salud. Ella es la protagonista de 'Bajo la misma estrella', que podría ser la típica película ñoña y vacía destinada a deshidratar al espectador. Solo que no lo es.

Bajo la misma estrella

Josh Boone acepta la tarea de adaptar a la gran pantalla el libro que arrasa en medio mundo, una novela firmada por John Green que ha sabido hacerse un hueco en los corazones de todo tipo de público porque es capaz de huir de la lágrima fácil y tratar el cáncer con tanta sinceridad y franqueza, que parece que lo hubiera escrito un paciente real. La película ha conseguido beber precisamente ese rasgo distintivo, desmarcándose de un océano plagado de historias de amor de algodón de azúcar.

Su principal virtud es haber sabido ver dónde se encuentra el filón de esta historia, tan delicada para según qué públicos, y es precisamente que el libro ya rompe gran parte de las barreras necesarias para conseguir sorprender. Scott Neustadter y Michael H. Weber escriben un guión que es prácticamente un calco de la novela, algo que los lectores agradecerán como no llegan a imaginarse, y garantiza a los que no conozcan todavía a Hazel y a Gus que no se perderán las contundentes frases llenas de humor negro y de sinceridad que ocuparán perfiles de redes sociales y GIFs en Tumblr durante meses. Lejos de querer hacer su propia versión de la historia, con riesgo a romperla por el camino, logran que las páginas del libro se conviertan en una escena tras otra en la pantalla, cada una más emotiva que la anterior.

Por su parte, el director consigue mantener, en general, el ritmo de este romance, a pesar de que la duración se antoje algo estirada. Más allá de eso, hay que elogiar su labor sacando lo más bonito de cada situación, tanto las alegres como las crudas. Otro aviso a los que les guste guardarse fotogramas de películas. Cada uno de ellos es una preciosidad. A pesar de su corta carrera, el director parece conocer muy bien a qué tipo de espectador se está enfrentando. Para mejorar un poco más las cosas, la lista de reproducción confeccionada para esta historia es el alma gemela perfecta para las imágenes de la pantalla.

Bajo la misma estrella

Déjate enamorar por Shailene Woodley

Aunque, si hay que quedarse con una sola cosa de la película, tenemos que volver a hablar de Hazel. Shailene Woodley deja clarísimo en 'Bajo la misma estrella' que tampoco es la típica adolescente americana, es la reina del baile. Su rebosante talento, que ya ha apuntaba maneras, eclosiona en esta historia con un papel casi hecho a su medida. Se come la pantalla como esta joven que no lo ha tenido nada fácil y que, a pesar de ello, sigue intentando que el cáncer no sea quien dirija su vida. Caeremos rendidos a sus pies después de ver cómo se come a todo el resto del reparto, incluso a un Ansel Elgort que lleva el papel más agradecido del libro, pero que se ve eclipsado por su pareja en la ficción. Igualmente, aunque se note que interpretativamente hablando es más limitado que Woodley, tendrá los momentos suficientes para que todos acabemos suspirando por Augustus Waters, desde su cigarro en la boca a su desmedido optimismo, la forma que tiene de decir "Hazel Grace" o sus rápidos guiños de ojo. Por si fuera poco, ambos funcionan a la perfección juntos, iba a ser difícil mejorar el casting de estos dos protagonistas, aunque esto signifique que se vuelva una función de dos, y que ni siquiera el escritor al que encarna Willem Dafoe llegue a poder hacerse con un mínimo porcentaje de atención. Los secundarios son los que más pierden en la traslación del libro a la película, aunque la historia no se vea afectada por ello en gran medida.

No podemos obviar que nos encontramos ante una historia de dos jóvenes con cáncer que se conocen a raíz de su enfermedad. Suena a melodrama barato, por muy bien hecho que esté. Pero, como ya he señalado anteriormente, 'Bajo la misma estrella' consigue escapar de ese estigma plantando cara de frente a la palabra con "C", sin miedo, como lo hacen Hazel y Gus. Los que no padecemos una enfermedad como esta tendemos a pensar que los que sí la tienen optarán por no hablar de ello más de lo necesario, y no es así seguramente. Como la bombona que acompaña a Hazel a todas partes, esta enfermedad forma parte de su vida tanto como sus manos. Los diálogos que mantienen bromeando con sus carencias o lo desgranados que tienen sus planes a corto plazo, lo único que se pueden permitir, son el oxígeno que consigue que esta historia respire hasta inundarnos por completo. Al igual que el tema que trata, la cinta nunca esconde que sí, buscará conmovernos hasta que tengamos el pañuelo en la mano, pero con una manipulación mínima. Tampoco oculta que sabe cuál es el público al que va dirigida, aunque sin darse cuenta abarque mucho más de lo que pudiera llegar a creerse. Es una historia sobre niños con cáncer, es dura e injusta, pero también guarda muchas lecciones sobre lo que es realmente importante, tanto para los pacientes como para los que están a su alrededor. El optimismo por bandera, venga sol o tormenta.

'Bajo la misma estrella' está muy lejos de ser la típica ñoñería "teen". Es un producto estudiado al milímetro, pero que acaba dejando la sensación de que tiene un algo más. Una historia sólida y sincera, aunque sea con una buena dosis de azúcar de por medio y una increíble pareja protagonista consiguen que sea muy difícil no salir enamorados de Hazel y Augustus. Viene destinada a marcar a una generación, como lo hizo 'El diario de Noa' en la década anterior (pero con mucho menos azúcar) o más recientemente 'Las ventajas de ser un marginado'. Los jóvenes de hoy en día por fin tienen a su disposición esas historias de amor que dejan poso, sin provocar diabetes ni huir del lado oscuro de la vida vestidos de rosa chillón.