Es difícil acercarse a una película sin prejuicios, y más cuando es una película de Netflix. En este caso, aún más inquietante: 'Bajocero' se iba a estrenar en cines pero sus productores han decidido rendirse ante el coronavirus y pasarla directamente al streaming, algo que suele denotar poca confianza en una propuesta. El lado bueno de acercarse con desconfianza a un título, una actitud que es denostable en cualquier espectador e imperdonable en un crítico, es que a veces uno se lleva alguna grata sorpresa.
Es el caso de este segundo largometraje de Lluís Quílez, premiado cortometrajista barcelonés cuyo 'Yanindara' fue preseleccionado para los Oscar. Debuta en España (su anterior película, 'Out of the Dark', fue un encargo estadounidense que no se estrenó en nuestro país) con un thriller de acción escrito a cuatro manos con Fernando Navarro, el guionista nominado al Goya tanto por la fantástica 'Verónica' como por otra de Netflix, 'Orígenes secretos'.
'Bajocero' es una película seca, fría y oscura, en varios sentidos para los tres adjetivos, que parte de un traslado de presos pero va transitando terrenos en mayor o menor medida inesperados y sorprendentes. A lo largo de sus poco más que 100 minutos, cuya cúspide está en su segundo acto, la cinta pasa por el drama carcelario, un claustrofóbico asalto al furgón, una película de dilemas mortales a lo 'Saw', una persecución a lo 'El diablo sobre ruedas' o un hundimiento en el agua. Lo más meritorio es que todas esas secuencias tan distintas funcionen gracias al manejo de la tensión de Quílez, que las resuelve sin grandes aspavientos pero con soltura.
Es cierto que bebe del thriller estadounidense y el director ha citado a Sam Peckinpah ('Convoy'), John Carpenter ('Asalto a la comisaría del distrito 13') y el primer Steven Spielberg, pero 'Bajocero' tiene tras de sí lo que ya es una tradición de cine español de misterio y acción que lleva bebiendo dos décadas de las mismas fuentes: sirvan de ejemplo Enrique Urbizu ('La caja 507'), Daniel Monzón ('Celda 211'), Alberto Rodríguez ('Grupo 7') o Daniel Calparsoro ('Cien años de perdón').
En cualquier caso, aunque no inventa la pólvora, 'Bajocero' es un buen espectáculo de fuegos artificiales. Y, como en el caso de los títulos españoles citados, Quílez y Navarro cuelan entre giro y giro varias pinceladas de la España actual, como la corrupción política, la incapacidad de la justicia o la violencia machista. Es curioso que trate esto último sin presentar ni un solo personaje femenino, convirtiéndose así en la frase "¿Cómo voy a ser machista si tengo hija?" hecha película. Por el camino caben ciertas reflexiones jugosas, sobre todo esa línea difuminada, o directamente borrada, entre buenos y malos en una situación de supervivencia. Son pinceladas insuficientes, eso sí, para convertirse en cine social o de ambiciones reflexivas: el objetivo del director es, en todo momento, entretener, enganchar y sorprender. Solo eso, pero para qué más.
Un reparto muy solvente
Además, Quílez se ha granjeado un plantel de actores nada desdeñable: Javier Gutiérrez y Karra Elejalde son los personajes principales (y ahí van cuatro Goyas entre los dos), seguidos de un Patrick Criado que sigue demostrando, como en 'Antidisturbios', que es ahora mismo el mejor gamberrete con fondo de pringado de este país. Entre los secundarios destacan Luis Callejo y un Andrés Gertrúdix caso irreconocible como un pobre yonqui de mala vida.
Nota: 7
Lo mejor: Algunas de las escenas más tensas
Lo peor: Su tercer acto se hace un poco largo y previsible